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Contar la historia del planeta

Greta Thunberg a su llegada a Lisboa

María Ramírez

¿Cómo consigues que tus lectores se interesen por la historia más importante del planeta? ¿Qué hacer cuando se trata de un asunto global, a veces abstracto y a menudo complejo y repetitivo? La cobertura sobre la crisis climática lleva décadas dándose de bruces con el desinterés de los lectores, pero en los últimos meses algo ha cambiado. Tal vez algo hemos aprendido.

Escribir sobre informes omnicomprensivos de la ONU con predicciones agregadas para todo el planeta y a la vez tan precisas sobre años, centímetros o centígrados suele tener un impacto limitado. Explicar qué está pasando en el Mar Menor, contar qué representa Greta Thunberg o mostrar las partículas contaminantes en Nueva Delhi, en California y en el lugar en el que te encuentras ahora mismo refleja la realidad y, además, interesa. Ya que lo podemos medir, estos son tres ejemplos de artículos periodísticos que se han leído mucho en la web y se han compartido mucho en Facebook, la red que sigue indicando por dónde va el interés de la audiencia que no está tan enganchada a la política.

El patrón está claro. Se trata de piezas concretas, cercanas, personales y que consiguen involucrar al lector.

El interés ha cambiado a la vez que la conciencia. España es uno de los países donde los ciudadanos tienen más asumido que el cambio climático es una realidad que pone en riesgo el lugar donde viven y creen que los políticos deberían hacer más. También es uno de los países donde este asunto es transversal, con bastante acuerdo entre los votantes de todos los partidos políticos.

Algo ha cambiado en los últimos meses cuando comprar otra bolsa de plástico ya no es un acto reflejo y la cajera del supermercado espera una explicación si esto ocurre, las empresas se llenan de botellitas de cristal con sus logos (también eldiario.es) y las cadenas de ropa rápida ponen contenedores de reciclaje para que te sientas un poco menos mal por todo lo que compraste de más.

La reducción de las emisiones depende de lo que hagan las grandes empresas contaminantes y, más allá de las buenas intenciones de unos pocos visionarios, la presión de sus clientes, nuestros lectores, y el miedo a perderlos, es el impulso clave. Los cambios en la vida cotidiana tienen un valor que va más allá del impacto concreto de reciclar bien un termómetro o no comprar otra camiseta más. Sirven para que cambien quienes controlan las políticas públicas e influyen en ellas.

Informar bien es formar a ciudadanos preparados para presionar a quienes necesitan sus votos o su dinero.

Después de una charla hace un par de años, le pregunté a Dan Schrag, el director del centro para el medioambiente de la Universidad de Harvard, qué gesto cotidiano sería más eficaz en la lucha contra el cambio climático por muy pequeño e insignificante que fuera. ¿Reciclar papel? ¿Consumir menos? ¿Viajar en tren en lugar de en avión? Habrá algo que importe un poco más. Por mucho que insistí en estos ejemplos, sólo me contestó: “Vota”.

Su firme creencia es que lo que más importa, tal vez lo único, son las políticas públicas que cambian las regulaciones que determinan los estándares para construir las casas, restringir el tráfico o producir una camiseta. Sólo ciudadanos informados pueden conseguir que a los políticos y a otros vendedores les interese lo suficiente.Por eso es tan importante contar bien esta historia.

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