La corrupción engorda, a algunos
Por una vez no vamos a andar con repasos históricos, sociológicos y demás, al final todo se reduce a que tras cuarenta años todo acabó en que Mariano Rajoy está en la Presidencia del Gobierno y lo demás es marear la perdiz.
Hace cuarenta años Rajoy y un servidor estudiaban carrera universitaria en el mismo edificio, él en la planta baja y servidor en la planta alta. Uno se movía entre estudiantes franquistas y otro en una organización antifranquista, uno gastaba zapatos “Apache” y loden verde y otro botas y anorak con capucha. No puedo reprocharle a Rajoy que no haya cambiado apenas desde entonces pues tampoco yo cambié mucho y es que las personas somos muy arquetípicas. Para mí esas décadas, esa época histórica, se resume en que Rajoy está ahora en la Moncloa y, por mi parte, aquí estoy en ratos libres escribiéndoles estas filípicas sin que nadie me lo pida.
Suelen decirme que soy pesimista, qué quieren que les diga, pero es que no me cuesta nada recordar lo esencial: en el momento fundacional de esta época de la historia española, el tránsito del Régimen de Franco al de la Constitución del 78, quienes pretendían acabar con el franquismo tenían un modelo de España abierto pero pretendían reformularla en dos sentidos, social y nacionalmente. El antifranquismo pretendía una sociedad más igualitaria y un estado no nacionalista donde tuviesen encaje las nacionalidades, a mi modo de ver esas dos tareas han fracasado, o bien se considera que siguen estando pendientes o bien se da por fracasado ya cualquier proyecto colectivo español.
Constato lo evidente, aquella voluntad de transformación con perspectiva histórica se desvaneció absolutamente, las décadas de democracia vacía de ideal y llena de cinismo, “gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones”, fabricaron una sociedad sin nervio cívico y sin memoria. Ésta es una sociedad con graves males, pero carece de brújula y solo sabe hablar de la basura.
Supongo que la basura que creamos también es necesaria y, desde luego, tiene su lugar dentro de la civilización industrial y la economía capitalista, el reciclaje de la basura es industria y es negocio. La basura que genera la política es la tan traída y llevada corrupción y la política industrial genera toneladas de corrupción.
Los basureros de la política, que estaban en lugares apartados fuera de nuestra vista, fueron creciendo tanto que al fin todos hemos sabido de montañas de corrupción que asoman en las noticias. Corrupción y más corrupción, ya solo vemos y hablamos de esa basura. Pero recordemos que la basura también es un negocio al que le sacan partido los listos: los poderosos saben como reciclar la corrupción y sacarle partido político.
Al final, los poderes dominantes han conseguido instaurar una estrategia política que es la dominante, ya no se habla de la dimensión social y nacional y solo se habla de “corrupción”. El debate político español es “corrupción, sí; corrupción, no”.
Precisamente los dos partidos emergentes basan su crecimiento en ese debate, la corrupción es su alimento político y, en la práctica, es lo que les da todo su sentido. Una parte del electorado parece que los considera un recambio posible a la derecha y la izquierda anteriormente existente. Desde luego envejecidas y caducas, el éxito inicial de esos intrusos en la política se debe en buena parte al fracaso de los establecidos.
Tanto Ciudadanos como Podemos, con sus visiones escoradas hacia el centro derecha y hacia el centro izquierda respectivamente lo que están ofreciendo a la sociedad española es una política sin corrupción. Su oferta es que el estado funcione bien, que las instituciones existentes aseguren a la ciudadanía las garantías democráticas de esta Constitución. Ofrecen, en suma, la regeneración de lo que hay. Y, parecer ser, esa visión de las cosas tiene mucho éxito, de un modo particular entre una nueva generación que nace a la política. La actualización de la derecha y de la izquierda incluso tiene un aspecto de generación biológica, se puede decir que los jubilados votan al PP y que sus hijos parecen dispuestos a votar a Ciudadanos.
Particularmente pienso distinto, sigo creyendo que la política contra las injusticias debe ser radical, en el sentido de comprender la raíz de los problemas. La corrupción es un problema en si mismo y es necesario que la juzguen los tribunales, algo de eso se consiguió, pero lo decisivo es que los políticos corruptos sirven a una verdadera mafia empresarial que nos está devorando.
Creo que son necesarias las estrategias históricas y que el mero tacticismo es aceptable para los verdaderos poderes y no tarda en mostrarse como parte del juego de los poderes instituidos.