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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

Criptobrasas

Una representación de la criptomoneda que nació de un meme

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De cuando en cuando, surge una nueva subcultura cuya prioridad en la vida parece ser darle la brasa al resto de la humanidad. La estrategia de estos grupos se fundamenta en el desgaste psicológico a base de pinceladitas de superioridad moral. Pasó con los veganos. Durante un tiempo, era complicadísimo comer con esta gente. No había manera de hincarle el diente a algo muerto sin sentirte juzgado en tus más profundas convicciones morales. El enjuiciamiento era muy sutil, nada de reprimendas, solo algo del tipo: “¿Vas a pedirte eso? En fin, no sé, tú verás”.

No era fácil contrarrestar tan férreas convicciones. ¿Cómo explicar que tú no odias a las vacas mientras contribuyes a su exterminio acompañado de patatas fritas? Era imposible no sentir que estabas en el lado equivocado de la historia, el inmoral, el vergonzoso. Enfrentados a este crudo dilema, la mayoría de la gente tomó la postura más sensata: cortar toda relación con sus amigos veganos y buscarse amigos nuevos.

En los últimos tiempos, una nueva subcultura todavía más irritante ha surgido de la nada. Se trata de los criptobrasas, apóstoles de un innovador modelo económico basado en las criptodivisas. En las redes sociales se les reconoce a la primera porque no paran de hablar del tema. Lo hacen con el orgullo de los incomprendidos, de los pioneros, de los adelantados a su tiempo como mínimo un par de años. Se sienten sometidos por el establishment, igual que los primeros cristianos, y entienden que eso les carga de razones.

Suelen publicar capturas donde exhiben lo mucho que han ganado en los últimos meses con su correspondiente conversión a dólar americano. No les entra en la cabeza que las masas se resistan a liberarse del yugo opresor de los tiránicos bancos centrales. “¿Vas a abrirte una cuenta de ahorro? En fin, no sé, tú verás”.

Los más entregados a la causa hasta se tunean las fotos de perfil. Se ponen los ojos de un rojo brillante, como Superman en un momento complicado. Es la marca identitaria de la subcultura, su guiño guiño a los compis visionarios, el equivalente a las rastas de los que pasaron por la business school.

No digo que estén equivocados. A lo mejor el tiempo les da la razón. Igual las criptomonedas sí que son el futuro y acaban todos riéndose desde sus mansiones al grito de “¡os lo dijimos!” Pero ni siquiera eso justifica ser tan brasas. Francamente, prefiero a los veganos. Ellos, al menos, se preocupan por el planeta.

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