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Crónica escéptica de la guerra sobre Ucrania

La fragata 'Blas de Lezo'.

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Ya no nos faltaba más que una guerra en suelo europeo, con Ucrania como epicentro. Pero este conflicto dista largamente de ser una apuesta épica por modelos de vida como se está presentando ya, es la clásica pugna de intereses de altos vuelos que deja fuera cualquier objetivo de bien común por más que se multipliquen las interpretaciones sobre el origen. Aunque hemos entrado en la dialéctica de las bravuconadas y los vaticinios, no se espera que estalle la metralla. El enfrentamiento puede tener más consecuencias económicas que bélicas. Dentro de lo que se deduce del conjunto de los datos pero cabe cualquier eventualidad.

De entrada, parece haberse olvidado un hecho fundamental: hace más de 30 años que se disolvió la Unión Soviética, en modo alguno es Rusia un país comunista y Estados Unidos y su universo OTAN son tan capitalistas o más que entonces. La Rusia de Putin por supuesto que busca mantener su papel hegemónico, como lo hace el bloque occidental de toda la vida. Es poder y dinero lo que prevalece, lejos quedan idealizadas o denostadas señas ideológicas. Como estará el tema que algunos analistas dicen ver a Putin como ídolo de la extrema derecha.

Contemplar al ejército sueco enviando efectivos a Gotland al creer que Vladimir Putin invadiría su isla del Mar Báltico en busca de un corredor entre Bielorrusia y Kaliningrado aparece casi como un descarte en el guion. En una película a mitad de camino entre la Guerra Fría y nuestro castizo Bienvenido Mr. Marshall, que dejó al pueblo compuesto y sin queso americano. Que puede ir la cosa en serio y liarse a bombazos como hizo Margaret Thatcher con Las Malvinas en su crisis de popularidad, sí. No es lo más probable pero es una posibilidad que se va abriendo paso conforme transcurren las horas. Ya hay profusión de fuerzas militares de ambos bandos desplegadas en la zona. Incluso las que la ministra Margarita Robles, en nombre del gobierno español, se ha apresurado a enviar. A añadir más bien a las que hay en el Báltico.

Esto suena más a esa guerra que necesitan para distraer y exaltar fiebres patrióticas en un momento tan crudo como el que vivimos, y de paso aprovechar la coyuntura. Todos, incluidos los que se juegan el control y venta del gas y el poder siempre. Tanto Estados Unidos como Rusia son productores autosuficientes y exportadores de petróleo y gas. Mantener la tensión no haría sino aumentar los precios, más aún en Europa, y disparar la inflación. “La semana pasada el precio del gas en Europa rondaba los 80 euros megawatios/hora (cuatro veces más que hace un año en el mercado libre). En Estados Unidos, el gas costaba 14 euros”, contaba el periodista Enric Juliana en una muy detallada información del problema de fondo.

Ucrania es el escenario de la obra. Con la disolución de la URSS obtuvo su independencia en 1991. 41 millones de habitantes. Ha sufrido diversas crisis económicas y su mayor potencial, muy valioso, es el geoestratégico. No pertenece ni a la UE, ni a la OTAN. Con una fuerte división entre prorrusos y proeuropeos y norteamericanos utilizada por todos. Rusia, que se anexionó Crimea en 2014 reivindicando su pasado común desde el siglo XVIII (también por anexión), con otro bastión separatista en Donbass, no quiere a la OTAN más cerca de su frontera. La OTAN, EEUU. Rusia teme que tomen Crimea y quedarse sin poder sacar un barco de guerra por el sur, por el norte sus barcos tienen que pasar por los estrechos de Suecia y después por el Canal de La Mancha, aunque jugando en su terreno y con sus cartas no sería tan fácil que sucediera.

Hemos visto en Ucrania un sinfín de agitaciones políticas que parten de aquella Revolución Naranja de regeneración democrática que en 2004 inundó las calles de Kiev. Con figuras como Víktor Yúshchenko o Yulia Timoshenko que llegarían a liderar el gobierno. Él acabó de color literalmente naranja y con grumos por un posible envenenamiento, huyó y está buscado por alta traición. Ella fue condenada a 8 años de prisión acusada de diversos fraudes, como contratos de gas “desventajosos para Ucrania”.

En 2013 Ucrania sufre otra revolución mucho más cruenta, el Euromaidan, en la que se destituyó precisamente a Yanukóvich, que había suspendido el Tratado de Asociación y Libre Comercio con la UE. Bien es verdad que la Unión Europea le había pedido respeto con los derechos y libertades que no se cumplían. Añadan acusaciones de fraude electoral.

Llegaron después presidentes “muy europeístas”, alguno expresamente de ultraderecha, que gustaban mucho en el lado occidental. El magnate Petró Poroshenko acabó con graves acusaciones de corrupción y otros hechos delictivos de envergadura. Era uno de los grandes oligarcas ucranianos con mucho dinero para mover sus intereses en Washington. Entre sus posesiones está el Canal 5 de la televisión ucraniana, donde aparece con asiduidad.

Desde 2019 preside Ucrania Vladimir Zelenski, 44 años. Se trata de un actor y productor de televisión que se presentó por el Partido Servidor del pueblo, el nombre de un popular programa que él mismo protagonizaba en el Canal 1+1 Media Group. Su esposa Olena Zelenska tiene un papel muy activo de Primera Dama.

El escenario es importante, máxime con esa convulsa estabilidad. Tanto como datos al margen. Hunter Biden, el hijo del actual presidente de EEUU, formó parte desde 2014 hasta 2019 de la compañía de gas ucraniana Burisma Holdings y que justo en ese inicio de la relación laboral acababa de hacer una extracción en la deseada Crimea. Joe Biden fue encargado por Obama para negociar con el nuevo presidente ucraniano, viajando a Kiev, tras la huida de Yanukóvich. Las denuncias las movió Donald Trump, el que por otro lado es conocido irónicamente como el mejor agente de Putin en Estados Unidos.

Después de la caótica y grave en consecuencias retirada de Afganistán, el presiden Biden se embarca ahora en esta beligerancia contra Rusia por cuanto se cuece en Ucrania.Y tratando de recuperar el terreno perdido con una acción que puede representar otro fracaso para él. Y desde luego sufrimiento para los involucrados en la lucha directa. Biden está tan desbordado como para llamar a un periodista en una rueda de prensa, “estúpido hijo de puta”, sin darse cuenta de que estaban abiertos los micrófonos.

Mientras, el Secretario de Prensa del Kremlin Dimitri Peskov dice que es el ejército ucraniano quien se prepara para atacar Donbass, lo que sería la espoleta del conflicto.

Es casi lo de menos, aunque arda a fuego provocado aquí, la postura pronorteamericana de la derecha española política y mediática. Con Pablo Casado aspirando a un lugar en la historia como José María Aznar, tan triste en su irrelevante firma de Las Azores como desastrosa en sus secuelas. Mucho más serio es ver a la ministra Margarita Robles, tan querida por el PP, investida de heroína de guerra desplegando barcos y aviones en la guerra de los otros. España depende del gas argelino que canaliza Marruecos, de ahí que haya apostado fuerte por el lado EEUU/OTAN. Que Biden no haya contado con Sánchez no va en la línea que busca el español pero esa veneración reverencial a los presidentes estadounidenses empieza a estar más que fuera de lugar. 

No olviden tampoco que en estas tensiones de guerra ha surgido la crisis de las nuevas criptomonedas que necesitan un masivo uso de energía para su minado. Varios países están pidiendo prohibir de hecho su extracción porque encarece los precios de todos. El bitcoin continúa su desplome y en estos días ha perdido el 75% de lo ganado en todo 2021. La moneda altamente especulativa está haciendo ricos y pobres a mayor velocidad. Y dan poca pena.

Las guerras de verdad están en otros lugares. Por ejemplo (uno entre muchos) en donde sufren el terrorismo con armas suministradas por los mismos intereses que compran y venden lo que sea en su provecho. Los que acribillan o cortan el cuello, o secuestran a mujeres y niños como botín y moneda de cambio. Ahí tienen a Burkina Faso, en el África Occidental. Víctima del yihadismo (grupos aliados de Al Qaeda y el Estado Islámico) desde 2015 , han ocasionado -especialmente en la región norteña del Sahel- más de 1,5 millones de desplazados. Tras grandes manifestaciones en protesta por la inseguridad, este lunes un golpe militar ha derrocado al presidente Roch Kaboré, progresista, quien gobernaba desde 2015.

Como advirtió el gran cronista de la Guerra Fría John Le Carré, hay una realidad distinta a la que percibe el público. “En todas las crisis, en toda confrontación con que me he cruzado, los temas han sido mucho más complejos que lo que a la opinión pública se le permite saber.”

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