La culpa es nuestra
Si está usted entre quienes, tras leer y escuchar los sucedido en la convención del PP de este fin de semana, creen que no ha servido para gran cosa, no se preocupe. Es normal, no es el único y además tiene usted bastante razón.
Aparte de para presentar ese nuevo logo tan extraño como inquietante, lo más interesante que ha pasado en la convención que los populares diseñaron para relanzar su mensaje ha debido sucederle a los hosteleros de Madrid que alojaron a los asistentes al evento y a los militantes populares que hayan aprovechado para hacer algo de turismo por la capital del reino.
No es que no practicaran ni siquiera un poco de eso que suele llamarse autocrítica, o que los populares aprovecharán para hacer examen de conciencia sobre cuáles puede haber sido sus errores durante estos cuatro años de gobierno. Fue mucho peor. Lo único que ha quedado meridianamente claro es que sus políticas son las que tienen que ser, gobiernan como hay que gobernar y hacen lo que tienen que hacer. Así que la culpa debe ser nuestra por no saber apreciarlo, entenderlo y valorarlo como es debido. De hecho, estamos tan equivocados y entendemos tan mal lo que de verdad está pasando que nuestra ceguera puede llevarnos a provocar una especie de 'Pesadilla en la Moncloa' pero sin un Fredie Kruger que le dé gracia.
El diagnóstico que ha emergido del cónclave no puede resultar más claro y contundente. Ellos tienes razón, todos los demás se equivocan y todo estaría mucho peor si no fuera porque gobierna el Partido Popular. Dedicaron más tiempo a hablar de lo que hacen o dejan de hacer los demás que a analizar lo que hacen o dejan de hacer ellos mismos. Desde las primarias a las políticas de pactos y acuerdos pasando, por supuesto, por Venezuela. Nada va a cambiar en el PP ni en su manera de gobernar de aquí a las elecciones porque los equivocados son los electores, no ellos.
En la dirección popular parece haberse instalado la idea de que solo hay que tener paciencia y mostrarse comprensivo con el votante pródigo. Solo hay que ser paciente y esperar a que los millones de votantes que les han abandonado vuelvan a casa arrepentidos una vez que se percaten de su error. No es que Mariano Rajoy gobierne mal. Es que no le entendemos bien. Así que a ver si ponéis más atención y os esforzáis un poco más. Que no va a hacerlo todo él.