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¿Deberían ser médicos los ministros de Sanidad?

El nuevo ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, recibe la cartera de manos de su antecesora en el cargo, Ana Mato. / Efe

Julio Embid

En los últimos días estallaron las redes sociales contra Alfonso Alonso como nuevo ministro de Sanidad tras la dimisión de la ministra de Sanidad Ana Mato por la acusación de enriquecimiento ilícito en la instrucción del caso Gürtel por parte del juez Pablo Ruz. El nuevo ministro no fue recibido con vítores por la ciudadanía y pronto fueron recordadas sus palabras acerca de la no universalidad de la sanidad universal, así como sus decisiones anteriores en cargos de responsabilidad. Sin embargo la principal crítica fue ¿cómo iba a ser un buen ministro de Sanidad si no era médico?

España es un país con un Sistema Nacional de Salud muy potente aunque también muy descentralizado en las Comunidades Autónomas, sin embargo la labor del ministro es esencial, especialmente en momentos de crisis. ¿Pero es necesario que sepa cuál es el tratamiento indicado para curar el ébola para sacarnos de la anterior crisis? Si nos fijamos en la formación académica de los ministros de Sanidad españoles, podemos observar que solamente dos (Ana Pastor y Bernat Soria) han sido médicos.

Sin embargo, desde mi punto de vista, el ministro de Sanidad más interesante de las últimas décadas en España fue el economista Ernest Lluch, el cual promovió Ley General de Sanidad de 1984, donde se establecieron las bases legales para la universalización de la atención sanitaria. ¿Pero y en el resto de la Unión Europea ocurre igual?

En la figura 2. existe una gran proporción de ministros de Sanidad en la Unión Europea que son médicos o han estudiado medicina. Resulta curioso que en el ultraconservador gobierno de Hungría, el ministro de Sanidad sea un pastor evangélico. Así, es en los países del Este de Europa (por ejemplo Rumanía, Bulgaria, Croacia, Chequia o Eslovaquia) donde hay más ministros de Sanidad  que son hombres y médicos aunque con distintas ideologías. Sin embargo el gasto en Sanidad (y la eficiencia del servicio sanitario) nada tiene que ver con lo que haya estudiado el ministro de turno.

En la figura 3. Se puede observar que existe una relación no lineal entre el gasto público en Sanidad y la esperanza de vida, pero que nada tiene que ver con la formación académica del ministro.

Otra cosa es la cuestión de género, donde los ministerios de Sanidad en Europa están mayoritariamente dirigidos por hombres (figura 4).

En España la cartera de Sanidad ha sido ocupada por más mujeres que hombres (figura 5). No en vano fue en España donde hubo la primera mujer ministra en un país de Europa Occidental en 1936, Federica Montseny, y fue en sanidad aunque no era médica sino sindicalista de la CNT. Recientemente, en las últimas dos décadas, desde 1994, 7 de los 10 últimos ministros han sido mujeres. No resulta así en otras carteras: una sola ministra de Defensa (exclusivamente Carme Chacón) o a ninguna ministra del Interior todavía.

Con todo y más allá de qué haya estudiado Derecho, Cirugía Gástrica, Física o Empresariales, sea hombre o mujer, lo principal para España sería que el nuevo ministro respetase la Sanidad Universal de calidad para todos y no la convierta en un negocio para unos pocos. Como dice el famoso refrán chino: da igual que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones. El problema viene cuando el gato te cobra por ir a buscarlos.

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