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Despiértame cuando pasen las europeas

El candidato del PSC a las elecciones catalanas, Salvador Illa, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero hubo un tiempo en que las europeas eran unas elecciones de medio pelo, eleccioncitas, como de no tomárselas nadie muy en serio: ni los partidos, que rellenaban sus listas con viejas glorias, rostros anónimos y algún elefante merecedor de un buen retiro; ni los medios, que le daban una cobertura de baja intensidad y casi desganada; ni los propios votantes, que las aprovechábamos para ser infieles a nuestro partido de toda la vida, votar formaciones marginales, usar el voto de castigo sin mucho coste, o directamente quedarnos en casa, pues solían ser las elecciones con menos participación.

Eran aprovechadas por nuevos partidos (fueron la lanzadera de Podemos en 2014), minoritarios beneficiados por el sistema electoral, frikis y hasta delincuentes para conseguir espacios electorales en televisión y de vez en cuando algún escaño. Claro que eran importantes, pues decidían la relación de fuerzas en el parlamento europeo, pero todavía hoy no nos aclaramos mucho con las capacidades y competencias de las distintas instituciones comunitarias, así que nos parecían un inofensivo paripé cuyo único sentido fuese recordarnos cada cinco años que sí, que la Unión Europea era democrática.

Tampoco te acuerdas por tu envidiable juventud, pero hubo un tiempo en que unas elecciones gallegas eran solo eso: unas elecciones gallegas. Los partidos enviaban a sus líderes nacionales para apoyar a sus candidatos autonómicos, la campaña electoral ocupaba un par de minutos con el telediario ya muy avanzado, y la noche electoral ni siquiera se retransmitía en las cadenas nacionales, pues solo interesaban a los gallegos. Y lo mismo te digo de unas elecciones castellanoleonesas o madrileñas adelantadas, eran solo eso: elecciones regionales, cosa de castellanoleoneses y madrileños.

Espera, que hay más: hubo un tiempo en que unas elecciones vascas eran solo unas elecciones vascas, y hasta unas elecciones catalanas, agárrate, ¡eran solo unas elecciones catalanas! Importantes, merecedoras de atención informativa y estrategias políticas nacionales, pero en ningún caso monopolizaban la vida política, paralizaban la actividad parlamentaria o impedían la aprobación de presupuestos generales del Estado.

Henos aquí en este 2024 multielectoral, a la vuelta de un 2023 que ya tuvo lo suyo. Con el adelanto de las catalanas se nos van a juntar tres noches electorales en solo siete semanas: vascas en abril, catalanas en mayo y europeas en junio. Y todas importantísimas, porque ya no son solo unas elecciones vascas, catalanas o europeas: ahora todas son nacionales y decisivas. Espera, que te lo pongo peor: nueve semanas y media desde el día que arranque la campaña electoral en Euskadi el 5 de abril, hasta el cierre de las urnas en las europeas el 14 de junio.

Nueve semanas y media de campaña electoral continua, de fines de semana con líderes políticos visitando ciudades, mítines a la hora del telediario, entrevistas a candidatos, tertulias partidistas y columnismo brasa (yo mismo, ya me ves). Nueve semanas y media, por lo visto, de parálisis legislativa, de socios marcando perfil propio y condicionando cada votación, sobreactuación parlamentaria de la oposición, leyes aparcadas y presupuestos prorrogados, que a ver si 2025 viene más relajado electoralmente y se pueden aprobar para entonces. Ánimo.

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