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Duelo de tahúres en Madrid

Cs pide la dimisión de Cifuentes y que PP presente un candidato alternativo

Antón Losada

Ni 24 horas ha durado la ocurrencia de convertir el caso Cifuentes en una conspiración socialista auspiciada por el malvado Ángel Gabilondo. El intento de la prensa afín por suministrarle el relato para una coartada no ha recibido ni el respaldo de Génova. La dirección nacional Popular ha tomado el control, seguramente para evitar que los Cifuentes y su dirección madrileña se hagan daño jugando con las cosas de los mayores. Y seguramente porque ya no es solo el caso Cifuentes. Ya tenemos el caso Casado, el hombre de las mis convalidaciones, y estamos a minutos de tener otro caso PP.

Muy a su pesar, hasta a Ciudadanos no le ha quedado más remedio que pedir la dimisión de la presidenta, dándole a los populares el exigente plazo de un mes para que se lo piensen, se vayan de vacaciones o busque piso o hagan planes de boda. Sin prisas. Qué más da que se someta a las instituciones madrileñas a un desgaste insoportable mientras sea bueno para la estrategia electoral de azules y naranjas: “Nunca dejes que los principios te cuesten un solo voto”, ese es su lema y lo cumplen a rajatabla; sin excepciones.

Las direcciones estatales de PP y C's buscaban hasta ahora la manera de reconducir la situación y agarrarse a la tabla de la comisión de investigación. A ambos les convenía y si para ello había que seguir arrastrando por el lodo a la Comunidad, a la Universidad Rey Juan Carlos y a la Asamblea regional, que así fuera. Ciudadanos ya sabe que Mariano Rajoy no les va a facilitar la misión imposible de echar a Cifuentes sin tener que votar con Podemos. Los Populares ya saben que los naranjas quieren evitar a toda costa retratarse con los morados y tal es su pavor que sus tragaderas pueden estirarse como un chicle. Ahora el juego ha cambiado. C's ahora tiene que decidir si se queda a ver arder las llamas o corre a salvarse del incendio. Es la hora de los tahúres.

Aún dando por buena la versión contradictoria, llena de falsedades y medias verdades y avaladas por documentos falsos o sin ningún valor, el trato de favor recibido por Cristina Cifuentes, obteniendo un título académico sin más esfuerzo que pagar unas tasas , supone ya en sí mismo un escándalo político mayúsculo que en cualquier democracia europea había forzado la dimisión de la protagonista hace semanas.

No se necesita una comisión de investigación para conocer algo tan evidente como que el abuso de los privilegios de poder se paga. Si azules y naranjas no lo entienden a la primera, entonces la derecha tiene un problema más grave que la validez o no de los títulos de Cifuentes o Pablo Casado. Su problema es que no saben ni entienden qué es la regeneración democrática y cómo se hace.

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