La escalera en el muro equivocado
Asturias. Cuenca minera. Años 40: dos niñas pasean sonrientes del brazo, un grupo de mineros hace un descanso, niñas y niños recogen carbón alrededor de las vías del tren, unas mujeres venden pescado, una señora vende periódicos; el zapatero y su aprendiz, la oficinista, los guajes de la mina, los obreros niños de la construcción, las costureras y las repartidoras de leche sonríen a la cámara. Son algunas de las imágenes que se exponen estos días en el Museo Nacional de Antropología de Madrid provenientes del archivo que el Muséu del Pueblu d'Asturies sobre la obra del fotógrafo callejero –como le gustaba definirse– Valentín Vega.
La muestra se titula La vida por delante y realmente tiene un noséqué que transmite fuerza y empuje en unos años duros de postguerra. La mayor parte de los personajes están ocupados en algo y llama la atención la naturalidad con la que niños y niñas trabajadores detienen su labor para ser fotografiados. Desde entonces han pasado setenta años y no cabe duda de que la abolición del trabajo infantil es un logro, pero la visión de la muestra lleva a preguntarse, más allá de esto, por el significado mismo del concepto de trabajo y el lugar que ocupa éste en la vida de hoy en día. Porque no hay duda de que hemos avanzado desde entonces, pero la cuestión es hacia dónde:
“El trabajo de un minero tiene valor, es aguerrido. El lado humano es espectacular. Pero hay que ser fríos”.
Quien habla con esta frialdad y aboga por ella es José Ángel Crego, expresidente del Círculo Empresarial Leonés cuyas declaraciones me llegan casualmente justo cuando regreso de ver la muestra, a través del boletín de economía de eldiario.es al que estoy suscrita.
“El drama humano es duro, pero la realidad manda”.
Es otra de sus frases.
La pregunta es qué sociedad hemos ido –y vamos– construyendo alrededor del trabajo. Hoy el neoliberalismo asume con desfachatez la ley de la selva, el negocio es el negocio y de hecho todo es susceptible de serlo. Se trata de hacer dinero, ya sea contaminando o descontaminando, eso no importa. De la educación y de la sanidad –bienes públicos– ya se saca tajada, pronto se sacará del agua y del aire.
Hay una imagen que creo es un clásico del coaching: la de la escalera en el muro equivocado. Si uno avanza peldaño tras peldaño por mucho que ascienda no sirve de nada si no lo hace en la dirección correcta. ¿Hacia qué tipo de sociedad nos dirigimos?, ¿cuál es la pared, los valores, en los que nos estamos apoyando? Ahora el sistema utiliza la desigualdad como estímulo y el miedo como forma de acallar protestas. ¿Cuántos escalones hemos subido para llegar hasta aquí? Sean los que sean, el señor Crego –noticia en los últimos días por la quiebra de su empresa– está ya unos cuantos más arriba:
“Puede sonar muy liberal, pero es así. Una persona que ha dejado diez años en una empresa, cuando se va tiene una indemnización. Una empresa que da diez años de trabajo a una persona ¿por qué además tiene que pagar? No podemos dar por válidos los axiomas de toda la vida”.
En la mina, la muerte de un pajarito enjaulado advertía de la presencia de aire tóxico en los túneles. Hoy la contaminación –y no sólo la del aire– advierte del estado tóxico en que vivimos. En el Consejo Superior de Cámaras de Castilla y León hay un exconvicto condenado por corrupción, un imputado por fraude en ayudas públicas que debe 4,2 millones a Hacienda, un beneficiario de la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro y un condenado por amenazas a sus trabajadores. Un tercio de los componentes (todos hombres) ha tenido problemas con la Justicia o el Fisco o ha defraudado a Hacienda.
Para poner la guinda en el pastel leo que el rey Felipe VI ha destacado que España haya logrado superar la crisis gracias a que ha sabido “transformar su modelo de crecimiento”. ¿Es un chiste? Porque a mí se me ocurre otro: si la exposición de la que hablamos lleva por título La vida por delante, a su continuación, hoy, 70 años después, podríamos llamarla Cuando la vida te lleva por delante. Y es que realmente parece que hemos equivocado la pared, la escalera y hasta los escaladores.
Una de las salas del Museo Nacional de Antropología próxima a la de la exhibición temporal de las fotografías de Valentin Vega recrea cómo era un gabinete de Historia Natural hasta principios del siglo XX: un batiburrillo de objetos, esqueletos y representaciones de figuras humanas más propio de una feria que de cualquier voluntad de sistematización científica. Mirando al gigante extremeño, exhibido ahí, parece que hace una eternidad de aquello. En eso sí hemos avanzado, en ascensor casi. El avance en el campo científico no se corresponde con el avance en el campo social. Por eso es un despropósito eliminar la filosofía de la educación. Si hay que repensar el trabajo, el tiempo libre, la economía y las instituciones, va a ser más necesario que nunca la reflexión sobre el sentido de la existencia y la organización social.
Los mineros miraban de reojo al pajarito. Hoy habría que mirar abiertamente al pájaro agonizante, y preguntarnos si no es hora de replantear la idea de trabajo como satisfacción personal y contribución social, un escenario en el que el trabajador no sea simplemente un esclavo en venta.