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España no es una paella

Vídeo del Gobierno.

Míriam Hatibi

  • Everybodysland se publica, insultantemente, el día de la sentencia del procès que millones de personas llevan dos años esperando

Naomi Klein publicó en 2002 un artículo titulado “America is not a hamburger”. En el artículo explicaba cómo Bush había pensado en la mala reputación de Estados Unidos como si se tratara de una marca cualquiera. Bush contrató a un equipo de publicistas, que no expertos en comunicación, para mejorar la mala reputación que el país empezaba a tener internacionalmente.

Según la forma de entender del presidente, no era necesario mejorar la relación con otros países sino simplemente aparentar haberlo hecho o aparentar ser un país dispuesto a hacerlo. Consideró que lo único que había que hacer era vender Estados Unidos como si fuera un producto y para hacerlo necesitaba personas que supieran vender productos: publicistas del sector privado.

El producto se vendió relativamente bien, el problema era que realmente no existía. Esa América de la unión, el respeto y la libertad no era tal para muchas personas, como tampoco eran idílicas sus relaciones con otros países. Tan frívolo que es comparable a cuando Fyre Festival vendió un producto que no existía, colocando las expectativas en lo más alto y dejando que el batacazo fuera aún más duro, jugando además con algo tan intangible como las emociones: vivir experiencias increíbles o vivir en la mejor democracia del mundo.

Este artículo, que leí muchos años después de que se publicara, vuelve de vez en cuando a mi mente. Este lunes volvió con la publicación de Everybodysland.

El vídeo se publica, insultantemente, el día de la sentencia del procés que millones de personas llevan dos años esperando. No es mucho más que un conjunto de frases vacías dichas por miembros del gobierno en varios idiomas: “La casa de todas” (excepto de las refugiadas), “las diferencias nos hacen especiales” (excepto si actuamos en base a ellas).

Vemos este vídeo mientras caminamos hacia una manifestación que ni siquiera sabemos muy bien para qué sirve. Quizás para que cuando esta noche los presos y presas políticas vean la televisión o escuchen la radio sepan que hay todo un movimiento civil organizado en su apoyo y se sientan un poco menos solos. Ciudadanía autoorganizada por Telegram, dudando sobre si esa movilización será también sedición. Ciudadanía con sed de expresar una opinión política que iba desde el derecho a manifestación hasta aquellos que defendían y defienden la independencia. Activistas de diferentes ámbitos pensando, una vez más, en dónde habrá quedado el derecho a movilización cuando desafiar demasiado el status quo puede tener un resultado así.

No se puede pretender lanzar una campaña de comunicación y actuar como si no pasara nada sin haber dado respuesta a más de dos millones de independentistas y otros tantos millones de demócratas.

No se puede presumir de calidad democrática en un país en el que líderes de movimientos sociales están en la cárcel mientras la Fundación Francisco Franco sigue abierta y quemando las heridas que tantas familias no han podido cerrar.

Si América no era una hamburguesa, tampoco España es comparable a su producto gastronómico más típico o conocido. La política no es un producto, o al menos no es sólo eso. En este caso, los anuncios no van a vuestros clientes, para eso esperen a la campaña política. Estos, publicados por Moncloa, van a toda la ciudadanía y, diversa como es, el mensaje choca demasiado con las acciones o con un presidente socialista pronunciando un discurso propio de la política más reaccionaria.

“Everybodysland” es un quiero y no puedo, es un hacer oídos sordos ante una realidad que cada vez se oye con más fuerza: Derecho a la autodeterminación, a la vivienda, a una vida digna. En materia de derechos, toca garantizarlos y blindarlos antes de poder presumir de ellos.

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