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Feijóo y la ametralladora de falacias

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, minutos antes del inicio del cara a cara antes de las elecciones del 23J

Rosa María Artal

11 de julio de 2023 22:42 h

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Desde el primer minuto del debate electoral, Feijóo no paraba de mentir. Estrujaba los datos económicos del Gobierno sin pudor, aunque contravinieran la realidad avalada por una serie de organismos internacionales, incluida la Unión Europea. Feijóo usa con profusión la mentira, como Ayuso, como Cuca Gamarra, pero esta vez era una inacabable arma de repetición disparando a ritmo acelerado. Estábamos estupefactos, Pedro Sánchez también, Feijóo se había sentado en la mesa a accionar una ametralladora de falacias. Era eso exactamente. El experto Mariano Madrigal -que iba registrando las incontables falsedades del candidato del PP- terminó por explicar la técnica que recibe ese nombre, originariamente Galope de Gish. Consiste en lanzar en tu turno una rápida sucesión de argumentos engañosos, medias verdades y tergiversaciones, lo que hace imposible que el oponente pueda refutarlo todo en un solo turno (no se emplea el mismo tiempo en acusar que en demostrar) y quede incluso como un mal debatiente. La inventó, por cierto, un creacionista, un miembro de esas sectas fanatizadas de la ultraderecha.

Feijóo no ganó ningún debate político, ganó la pelea en el fango que él mismo extendía. Pero, según costumbre, desde el punto de la mañana la maquinaria del fango ha actuado a favor de reforzar la técnica de Feijóo. En los medios habituales, a saco; en otros más serios, aplicando la siempre falsa estrategia 'equidistaní'. Claro que no se hablaba de los problemas de las personas, no era el objetivo de ese debate. Ni, por supuesto, de un virtual gobierno de Feijóo. Son grandes profesionales de otras especialidades que no tienen que ver con la política, porque la política se ocupa de asuntos esenciales de los ciudadanos, no de trincar el poder a cualquier precio. Y bien alto se pagó. En ética y dignidad. Incluso en democracia. Y produce bochorno el elogio de la trampa, ¿Qué viene después?

Feijoo no buscaba clarificar nada sino tumbar al oponente con golpes bajos. Y esto no es un combate de boxeo entre dos púgiles, ni siquiera esa lucha sucia en el barro, son puestos de gobierno y afectan a la vida de millones de personas. Por cierto, los árbitros brillaron por su ausencia. Era dramático asistir al silencio sobre mentiras gruesas de Feijóo, muchas y gruesas, cuyas respuestas reales conocían sin que abrieran la boca. Debatir sin moderar, sin reseñar los engaños y repreguntar para clarificarlo concede gran armamento al farsante.

El gran problema de España es que uno puede llegar al poder mintiendo como un bellaco y apoyado o no desmentido por un periodismo que incumple su función. Si el fin justifica el uso de esos medios, es de temer cuál es el fin. Y cuesta poco deducirlo en este caso. Todo vale.

Es una tragedia para la sociedad porque detrás de cada mentira disparada en serie por Feijóo hay necesidades de los ciudadanos: desde la sanidad a los derechos. Y si ya se parte de trampas difícilmente se enderezará el camino. Ya pocas dudas cabe albergar sobre lo que son capaces Feijóo y su PP de hacer, desde los pactos con la ultraderecha oficial a lo que sea, sin límite. Y tiene numerosos y destacados colaboradores.

Nos enfrentamos a profesionales que no lo son ni de la política ni del periodismo. Temibles. En sí mismos y en el grado de complicidades que logran en una ciudadanía en buena parte desarbolada con premeditación y su propia irresponsable entrega.  

Feijóo se organizó ese cara a cara ad hoc con otro objetivo más: lograr el compromiso de Sánchez para que le deje gobernar aunque no gane las elecciones. Ese fraude democrático que contradice su origen basado en mayorías parlamentarias. Insistió reiteradamente. Haciendo caso omiso a Sánchez cuando le recordaba lo que el PP ha hecho en Extremadura, que es justo al revés. Los moderadores seguían a sus asuntos, salvo alguna vez para pedir a Sánchez, menos a Feijóo, que no interrumpiera.

Hasta un hombre con tan escasas capacidades como se observan en Feijóo (excepto para mentir, según hemos comprobado) es capaz de salir airoso al accionar la metralleta de las falacias, solo se precisa entrenar y carecer de escrúpulos, algo que se valora mucho en el Partido Popular, según demuestra la experiencia. No es política. Es la guerra. Guerra sucia. Contra los ciudadanos. No debería caer nadie en la trampa si no pertenece al círculo de sus intereses y su moral relajada. Tiempos duros, graves riesgos: se están cruzando barreras éticas que nunca debieron traspasarse. 

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