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Así en el fútbol como en la vida

La selección española, campeona del Mundial femenino de fútbol.

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Las jugadoras de la selección española de fútbol han irrumpido en nuestras vidas con una potente presencia: la mayoría apenas las conocía. Y asistimos a su maestría y su coraje -que es mezcla dada al éxito- y también a sus peripecias personales y de grupo inserto en algo tan cerrado y peculiar como las federaciones deportivas; de fútbol, en particular. Sus historias son las de pioneras que se adentraron en un camino vedado con el empuje de la vocación, con la fuerza y la fragilidad del ser mujer. Habrá más. Ahora muchas niñas tienen esos referentes. Ellas, esta selección maravillosa, nos han abierto los ojos a un mundo cargado de lecciones. Probablemente, todos cuantos ignoramos poseen similar caudal.

Déjenme que comience con esa joven futbolista de 23 años, Olga Carmona, que en el mismo día marcó el gol que daría a España el título de campeonas mundiales de fútbol femenino y recibió la terrible noticia de que su padre había muerto. Ese inmenso choque que lleva a descender del cielo al infierno -como idea- sobrecoge a cualquiera y eso nos ocurrió a miles de personas este domingo. Sin llegar a extremos tan radicales muchas personas han experimentado ese derrumbe estrepitoso que troca la felicidad en desolación. Olga se levantó a las pocas horas, ensayando una sonrisa bajo su mirada triste y brindó a su padre el triunfo.

Le agradecía su ayuda. Porque este carácter, férreo tanto en la vida como ante la muerte, no se improvisa. Se aprende. La mayor parte de las veces, del ejemplo de los progenitores. Y, sin duda, incluye el entrenamiento vital de resistencia a la adversidad. Y el saber que no siempre salen adelante los propósitos y, aun así, hay que intentarlo porque es la única fórmula de abrirle la puerta al éxito. Coger, si es preciso, con una mano la mochila del dolor y con la otra y la cabeza al frente la lucha por el fin perseguido.

La mala educación, de esas que han proliferado en la España de la culpa y el confesionario, busca consuelos ficticios para levantarse de las tragedias, incluso solo de la realidad dura. “Es una prueba que me pone la vida para que… ¿para que, qué?… El universo se levanta por las mañanas y decide putearte para que seas mejor persona en el futuro. No, las tragedias pasan… las alegrías pasan, la vida es eso”. Lo escribía el actor y director Juan Diego Botto en Un trozo invisible de este mundo en 2013 y me mostró que no era única con ese mismo pensamiento, incómodo por arbitrario y acomodaticio. Me gusta recordarlo porque ésa es otra de las grandes lecciones que aprender: no hay relación que hipoteque ninguna alegría. Éstas se consiguen a menudo con el esfuerzo personal, se hacen; las malas noticias suelen caer como por accidente. Salvo que uno se empecine en cometer flagrantes errores por voluntad propia. La vida es eso, sí.  

Adonde quiero llegar es a las lecciones clarificadoras que ha aportado conocer a estas magnificas mujeres de la selección campeona de fútbol. Relacionadas con las verdaderas culpas, con las causas que terminan siendo dolosas y hasta punibles. Sabemos que jugar a fútbol en España siendo mujeres ya ha sido una proeza, pero a través de los retazos que conocemos vemos las dificultades añadidas. Han irrumpido en un coto sagrado masculino, con todo el organigrama a la medida de ellos. En cierto modo, reproducen los esquemas clásicos de este país. El presidente, Luis Rubiales, tampoco es ninguna casualidad. Es un prototipo. Un impresentable que muestra su contento como le viene en ganas. Tras tocarse “sus partes” en la tribuna con la reina de España y una menor al lado, besa en la boca a Jenni Hermoso porque las mujeres son besables sin permiso, la despide con una palmadita en el trasero, insulta a quien se queja -en nuestra subvencionada emisora de los obispos, la COPE-, cuando ve cerca el cese que le haría perder un dineral en sueldos y complementos, dice que no ha habido mala intención “por ambas partes”, repartiendo culpas para exculpar a las suyas, a sus partes. Y prosigue intentando forzar excusas compartidas con Jenni, en colaboración con el entrenador Jorge Vilda, y hasta, según el medio relevo.com, haciendo pasar por un comunicado de la jugadora un texto escrito en la Federación, si bien el organismo desmiente la autoría de la declaración que sí difundió.

Cabe preguntarse cómo ese tal Rubiales ha llegado a puesto tan destacado, el cúmulo de causas que lo han propiciado para desembocar en culpas. Qué pasó con el oscuro caso de las 15 jugadoras que se apartaron de la selección tras esgrimir quejas sobre el peligro para su salud después de ciertos acontecimientos (que no se aclaran) y que parecían apuntar al entrenador.

Los medios internacionales condenan el incidente y advierten que algo pasa en las jerarquías del futbol español. Ay, si solo fuera en esas jerarquías. En modo alguno, estas sombras enmascaran el apoteósico triunfo de las jugadoras españolas, su ingenio, esfuerzo y brillantez. Su ejemplo que marca un hito sin retorno. El presidente de la FIFA estima que éste ha sido el mejor campeonato de fútbol femenino de la historia. Nada menos, pero aquí, sobre el terreno, se intuyen más trabas de las admisibles.

Y así ocurre en múltiples sectores cada día. Desde la política a los medios o las relaciones personales en muy distintos ámbitos. Así en la vida como en el fútbol, el Rey propone que sea Feijóo quien intente la investidura para formar gobierno pese a que no tiene garantizados los apoyos. A salvo que ocurra “algo” tras arreciar las presiones. No dejamos de recibir lecciones quienes las queramos ver. Es preferible mirarlas, saber y corregir.

Y todavía hay otra lección esencial: la que dan quienes consiguen sus objetivos incluso a través de las dificultades. Constatarlo es un inmenso apoyo para intentarlo en cualquier orden de la vida.

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