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Por una garantía laboral universal

Montaje de dos repartidores de plataformas digitales de comida a domicilio, Glovo (izquierda) y Deliveroo (derecha).

Andrés Ortega

El mundo del trabajo está cambiando rápidamente de una forma global, llevado, entre otras fuerzas, por la revolución tecnológica, muy especialmente la inteligencia artificial, por las plataformas que se basan en ella, y por el propio proceso de una globalización que está mutando con el trabajo a distancia, que ha producido un fenómeno que Richard Baldwin ha calificado de “globótica”.

Con estos cambios han surgido nuevas posibilidades, mucho más flexibles, como la “economía gig”, que es mucho más que la cuestión de los autónomos. En ocasiones, para personas que prefieren trabajar para varias empresas y ganar buen dinero con una multiplicidad de minijobs bien remunerados; en otras, con nuevas formas laborales de las plataformas contra las que, en algunos casos en España, están luchando algunos jueces y la propia Seguridad Social.

Es un tema global, no sólo de España. Y por ello en enero, la Comisión Global sobre el Futuro del Trabajo, impulsada por la OIT (Organización Mundial del Trabajo, que se creó en reacción al dolor provocado por la Primera Guerra Mundial), con 28 integrantes, produjo un importante estudio lleno de ideas y propuestas que, entre otras cosas, aboga por el establecimiento de una garantía laboral universal para todos los trabajadores, no sólo los empleados, sino también los autónomos. Dicha garantía debe incluir los principios y derechos fundamentales en el trabajo de la OIT: “libertad sindical y reconocimiento efectivo del derecho a la negociación colectiva y libertad frente al trabajo forzoso, el trabajo infantil y la discriminación”. Y un conjunto de condiciones laborales básicas: salario digno adecuado, límites de horas de trabajo y lugares de trabajo seguros y saludables. Algo que vale para todo el mundo, pues el desarrollado también ha caído a este respecto.

De cara a la declaración del centenario de la OIT, que se celebró en junio en Ginebra -la organización tripartita (gobiernos, sindicatos y patronales) con 187 Estados miembro- el intento de introducir esta garantía se vio frenado por algunos países, pero sobre todo por algunos representantes de la parte empresarial. No obstante, sin llegar a la garantía laboral universal, la OIT, sí aprobó algunos principios básicos. A saber, que “todos los trabajadores deberían disfrutar de una protección adecuada de conformidad con el Programa de Trabajo Decente, teniendo en cuenta: 1) el respeto de sus derechos fundamentales; 2) un salario mínimo adecuado, establecido por ley o negociado; 3) límites máximos al tiempo de trabajo, y 4) la seguridad y salud en el trabajo”.

Es importante que la idea de “trabajo decente”, que ya figura entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de la ONU, se vaya abriendo paso, aunque aún queda mucho camino que recorrer, y ni siquiera es seguro que haya trabajo, no digamos ya decente, para todos, debido a la Cuarta Revolución Industrial en curso, al menos, en su transición, que está provocando una mutación en el  concepto mismo del empleo (un concepto relativamente reciente en la historia humana, no así el del trabajo). La OIT ha avanzado también en su agenda de género, así como en la de la economía de cuidados, que empieza a ser esencial en un país como este. Pero la propuesta de que la salud y seguridad en el trabajo sean consideradas un principio y derecho fundamental no se han recogido en el texto final, aunque como hemos señalado sí haya referencias al tiempo de trabajo y pago por este último, que a menudo ya no cabe llamar salario. Se hubiera colmado la distancia que a menudo existe en el trabajo entre los derechos humanos socio-económicos y los civiles y políticos.

Queda camino por recorrer. Pero, poco a poco -aunque quizás demasiado despacio para la aceleración de los cambios- pasos como los dados van cambiando la cultura en torno al trabajo, que podría llegar a ser un bien más escaso que hasta ahora. Como tituló en una ocasión The GuardianThe Guardian, la era de los robots no tiene por qué significar el fin de la era de los derechos laborales.

Para Valerio De Stefano, del Instituto de Derecho del Trabajo de Lovaina, la idea de una garantía laboral universal favorecería a categorías enteras de trabajadores en todos los países, como los informales y los temporales, los domésticos, los falsos autónomos, y los de las plataformas para reclamar una relación laboral con su empresa. Además, nivelaría la competencia entre países y algunos fenómenos de explotación, aunque difícilmente frenaría la citada globótica por la cual un trabajador en un país lejano compite con el teletrabajo en tu propia oficina contigo mismo. Merece la pena que los miembros de la OIT sigan intentando llegar a establecer una garantía laboral universal, que además de en sus principios, ha de concretarse en una práctica.

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