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Hartos de estar hartos

Miembros del primer gobierno de Pedro Sánchez, PSOE. EFE, Chema Moya

Rosa María Artal

Llevamos años estando hartos. Fue palabra de moda en el 2011. Junto con Indignados. Junto con Reacciona. Y seguimos hartos, cada vez más hartos. Estamos hartos de estar hartos. Hartas también en particular. Mucho. Hemos hecho varios masters en hartazgo y conocemos causas y consecuencias. La fundamental es que el tiempo no arregla nada si no se ponen los medios. En la mayor parte de los casos, lo empeora, siguiendo la tendencia natural.

Resulta que tras ocho años de dominio pleno del Partido Popular en todos los ámbitos del poder, se desbordó el pozo negro de la corrupción, el autoritarismo y los manejos y trampas. Hubo que presionar y consensuar mucho para llegar a una moción de censura que llevara el camión de mudanzas a La Moncloa. No sin ayuda. Insistente. Quedaron sucursales de ámbito local, algunas muy tiznadas.

Y aquí estamos de nuevo casi en el punto de partida. Hartos hasta más arriba del más allá. El PSOE ha ganado las distintas elecciones celebradas en el breve espacio de un mes primaveral. Como se gana ahora en numerosos países: sin mayorías suficientes. En municipios y comunidades ha habido lo suyo, y ahora queda pendiente nada menos que el gobierno de España. El espectáculo para formarlo es de dejar boquiabierto, e ir pasando por todas las fases desde el estupor a la ira. Que si gobierno de cooperación y no de coalición. Que si ahora que he tengo más diputados que antes te voy a dar a ti parte sustancial del pastel. Que si vamos a ir viendo pasar la vida mientras siguen las espadas en alto y la casa sin barrer. Y muchas despensas sin llenar lo suficiente y muchos sueños sin cumplir.

En las puertas de julio, el tradicional mes de las tradicionales vacaciones para quienes pueden disfrutarlas que no son todos, con la tradicional ola de calor, parecen dispuestos a agotar plazos y ver qué se hace cuando ya la tradición marque la hora de entrar en la tradicional depresión postvacacional para aquellos que hayan disfrutado de las vacaciones tradicionales, con sus maletas, sus atascos y sus in situ de las televisiones.

En este clima, se presiona desde el PSOE a Unidas Podemos con nuevas elecciones. Y Errejón, siempre al quite cuando ve un hueco, prepara ahora, según cuenta el periodista Pedro Vallín, la Operación “Más País” por el método habitual de las cuentas de Telegram y aprovechando el éxito sin precedentes de Más Madrid. Ese proyecto ni de derechas, ni de izquierdas tan evocador.

Y Rivera que reaparece desde su purgatorio retando, aparentemente a sus críticos, y lidiando con ellos en el campo de batalla de los tuits. Dice que funden un partido si quieren que “Sánchez campe a sus anchas”. Luego aseguran que se refería a Bancos, sindicatos y Empresas. Rivera aclara que quiere actuar “sin tutelas, ni presiones”. Es casi una confesión de un modus operandi. Él quiere quedarse y, de todos los objetivos posibles, el suyo es abatir al soldado Sánchez.

Y la grada mediática animando. Pitando al contrario –que es prácticamente siempre el mismo– y mostrando las bondades del equipo de casa, en sus distintas vertientes.

Viéndoles moverse y hacer declaraciones pensamos si se dan cuenta de que debajo de ellos, de sus sillas y divanes, hay una sociedad esperando respuestas. Los más optimistas de la población, no nos engañemos. No conviene engañarse nunca.

En la otra banda, por así decirlo, tampoco están mansas las aguas ni mucho menos. Salvo para el feliz alcalde de Madrid y su corporación ultraderechista con Villacís y sus ciudadanos azules y los añiles de Vox. Lo que están disfrutando. Ni dos semanas en el cargo y ya se han cargado Madrid Central, pese a la alarma causada internacionalmente por devolver la capital a la contaminación. Han cerrado oficinas de Derechos Humanos. Han prohibido actos vecinales. Han mostrado su inquina al Orgullo de la diferencia sexual.

Han descolgado las pancartas contra la violencia machista, y a favor de los emigrantes, y han plantado una gran bandera española en el Palacio de Cibeles, debajo de otra que ondea. Una fija grande y otra que se mueve sujeta a un mástil. ¿Qué más podrían desear los madrileños?

En la Comunidad sobrevuela el muy feo pufo de la candidata popular Isabel Díaz Ayuso. La apuesta por ella y su deslumbrante talento debe venir de lejos, como la del presidente del PP, Pablo Casado, y su también mente preclara. El piso de Díaz Ayuso y el préstamo público que su padre no pagó es otro mayúsculo escándalo que habremos de sufragar los contribuyentes y el peor aval para gestionar nada. Lean los alucinantes detalles aquí.

El mismo PP de siempre, con sus trampas y su desfachatez apoyado ahora por el Vox de los impagos y las mansiones y las extravagantes querellas o el Aguado que pide al PSOE, la lista más votada y capaz de sumar más escaños, que se abstenga para que gobierne Ayuso. El mismo PP, el de los pisos buitre de Botella, el de la impunidad agobiante.

Paradigmático Madrid político, ombligo sucio de España, extrapolable a unos cuantos territorios más, numerosos, que muchos de ustedes conocen en detalle, de cerca, para su dolor. Con algunas excepciones periféricas.

Y la investidura de Sánchez como presidente del gobierno en el aire. Y el pulso. “No habrá segunda investidura” amenaza la ministra María Jesús Montoro. Sé que es otra palabra desgastada por los medios, pero en este caso se puede usar, creo, con precisión. Celaá piensa desde la portavocía que no se contempla esa opción a pesar de los sondeos con los que cuentan, por respeto a la ciudadanía.

Estar hartos de estar hartos es una constante española. Serrat lo cantó en 1971, imaginen. En los últimos años parece dominar en los altos despachos una caótica directriz que obliga a volver al punto de partida pero para dar vueltas, una y otra vez. De nuevo estamos en la desesperante rueda. No se entiende, sin explicación convincente, lo que está ocurriendo. Y la tiene. El candidato a la presidencia es el mismo Pedro Sánchez que contó al periodista Jordi Évole las presiones sufridas para no gobernar con Unidas Podemos, el que dos días antes de las elecciones de Mayo dijo esto que destaca Aitor Rivero:

El hartazgo es una bolsa que se va llenando de una forma impredecible. Un proverbio de Oriente Próximo lo formula con más realismo que la gota que colma el vaso de dimensiones conocidas. Dice: “Nunca sabrás qué paja romperá la espalda del camello”. La saca al lomo acumula peso y una simple brizna de más puede quebrarla cuando llega al colmo, a la saturación.

Hartos, hastiados, enervados, enfurecidos, crispados, cansados, desencantados, agotados, desesperanzados… y vuelta a empezar la rueda a la que obliga la impotencia ante la incoherencia. O no, ya no.

Miren, Sr. Sánchez, ministros y ministras, barones y baronesas, cúpulas varias, portavoces mediáticos, subsidiarios o mantenidos, formen gobierno: realista, firme y duradero. Salvo esa derecha ultra, irracional e incongruente, que ve satisfechas sus ansias de involución, los ciudadanos estamos hartos, pero hartos de verdad.

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