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Importemos también dignidad

Hay varias organizaciones que ya piden sancionar a los clientes.

Elisa Beni

Durante estos años de crisis y dolor, los economistas y los políticos neoliberales nos han repetido por tierra, mar y aire los modelos que era preciso adoptar de forma inmediata para mejorar nuestro maltrecho país. Si pretenden liberalizar aún más el mercado de trabajo nos restriegan el modelo danés y si nos quieren reformar las pensiones nos amenazan con la mochila austriaca o con el régimen de fondos del pensionista americano. Si de reformar la escuela se trata nos hablan de Singapur o de Finlandia. Incluso Iglesias se nos hizo un socialdemocráta nórdico en las pasadas elecciones.

Importar eficiencia. Copiar lo que los demás hacen mejor, dicen. ¿Para cuándo dejamos pues lo de importar un poco de dignidad? El pasado miércoles Francia aprobó definitivamente su ley de abolición de la prostitución. Han sido dos años y medio de avatares legislativos, con el freno constante del Senado, pero finalmente han conseguido su objetivo. Una ley “nordica” sobre esta cuestión basada en los tres pilares fundamentales de: sancionar al cliente, reconocer a las prostitutas como víctimas y  crear una dotación económica y social para ayudarlas en su reinserción. Se convierte así Francia en el quinto país europeo que adopta una ley de este tenor tras Suecia, Noruega, Islandia, y Reino Unido. Los propios franceses resaltan que es el primer país latino en el que se implanta una norma que ataca al “grado más extremo de la violencia de género que es la prostitución”. Lo cierto es que lo hacen por el simple hecho de que ha funcionado en todos los lugares donde se ha implantado. Convertir su país en un “mercado muerto” hará, como en los demás, que los traficantes emigren hacia otros en los que su siniestra mercancía encuentre mejor acomodo.

¿Y en España? Aquí ni siquiera hemos sido capaces de abrir un debate serio sobre la cuestión y eso que somos uno de esos mercados prioritarios para las mafias y que con esta ley francesa lo seremos aún más. Es evidente que con multas de 1.500 euros para los clientes y de 3.500 euros si son reincidentes -más la obligación de hacer unos cursos en los que se les muestra la cruda realidad de esas mujeres a las que convierten en sus objetos de placer- habrá un desplazamiento de mercado hacia los países limítrofes. La Junquera va a ser aún un hervidero mayor. Precisamente en La Junquera han estado actuando los hombres miembros del Proyecto ZeroMacho, repartiendo sus octavillas a las puertas de los macro burdeles. En ellas puede leerse: “Los hombres de verdad no compran mujeres”. El movimiento, exclusivamente masculino, existe ya en 56 países y nació por una iniciativa del actual director de Charlie Hebdo.

Para llegar a esa decisión la Asamblea Francesa oyó en su tribuna a prostitutas que relataban con duras palabras “la tortura que supone la imposición de varias penetraciones sexuales no deseadas al día, la tortura física y mental que han respaldado los peritajes psicológicos descubriendo los traumas producidos”, según la prensa francesa. Han sido oídos todos los sectores. Incluso, Francia es Francia, hubo un grupo denominado los 343 cabrones que firmaron un manifiesto titulado No toquen a mi puta. Eran intelectuales, abogados y hombres conocidos de la sociedad francesa.

Aquí, sin embargo, solo hemos asistido a debate grueso y sin matices. No nos han dejado nada más. Luego hemos tenido a Albert Rivera que quiere convertir la prostitución en un negocio de autónomos porque nos daría 6.000 millones de euros en impuestos y estamos necesitados. No sabe cuántos le diríamos que no queremos autopistas financiadas por la trata de seres humanos y la violencia perpetrada contra las mujeres. Porque en Francia lo han tenido claro: en la prostitución hay por definición coacción y si hay coacción hay una suerte de violación. “La realidad de la prostitución es muy simple. Se trata de sexo entre una persona que quiere y otra que no quiere. Y como el deseo de una de ellas está ausente, es el dinero el que lo reemplaza”. Respecto a Podemos, es demasiado tibia su postura en este campo sin que esté claramente definida. Por contra, y por motivos diferentes, tanto PP como PSOE e IU se muestran contrarios a una regulación puramente mercantilista de la prostitución y es posible que pudieran avanzar más allá. Aquí tenemos pues un tema en el que puede haber consenso. Una cuestión que nos dignificaría como sociedad. Un debate que aún tenemos pendiente. Una violación de los Derechos Humanos para la que ni siquiera tenemos que viajar a Grecia. No se a qué esperamos.

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