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Madame la condesa y Fuenteovejuna, señor

Pasacalles franquista en Santander. | EL ROBLEDAL DE TODOS

Lolita Bosch

Recuerdo cuando nació el diario Público. Guardé una de sus primera portadas: cuando se desmontó, del centro de Santander, la última estatua a Franco que quedaba de pie en la península. Quedan otras, en islas y territorio africano. Pero Público consideró que el hecho de que la última representación de Franco saliera de la Península Ibérica era una noticia de primera página. Lo era. De hecho, años después, debería seguir siéndolo.

En estos días publica eldiario.es que en Santander se ha organizado un pasacalles franquista. Dice así: “El pasacalles fue organizado por la Asociación Almirante Bonifaz (sí, el reconquistador de Sevilla del siglo XIII que sigue manteniendo reconocimiento ocho siglos después), quien puso en conocimiento de la Delegación del Gobierno el acto. Según informa la Delegación de Gobierno, en dicha solicitud no se hacía constancia de la exhibición de símbolos franquistas, sino 'una solicitud de pasacalles y ofrenda floral a los caídos, que discurriría hasta la Plaza de la Catedral', de lo cual se dio traslado al Ayuntamiento de Santander para que dispusiera del operativo habitual. No hubo solicitud de manifestación, que requeriría de autorización, sino que se informaba de un pasacalles”. Como si, de otro modo, se hubiera prohibido. Pero no, hoy en este Estado Español no podemos tener la certeza de que se hubiera prohibido una manifestación franquista. Sabemos, de sobras, que la ley mordaza no es igual para todas y todos.

Hoy en este país se hace duquesa a la nieta de un dictador porque ha muerto la hija de un dictador. Léanlo de esta manera que colgó @MultaniLuis en twitter: “Sabíais que una aristócrata italiana ha heredado el título de 'Baronesa de Mussolini'??? Que nooo, que es broma... Es Carmen Martínez-Bordiú la que acaba de formalizar su título de Duquesa de Franco. En Italia se abolieron los títulos nobiliarios en 1947”. Aquí no. Aquí la hija del dictador murió en diciembre del año pasado y su hija ha heredado el título de duquesa de Franco porque desde 2006, la Ley de Igualdad para la Sucesión de Títulos Nobiliarios acabó con la prevalencia del varón. Como si esto fuera otra buena noticia: hoy puede heredar un título franquista cualquiera, no importa el género (¿o a una persona trans se lo prohibirían? Claro que sí, qué pregunta tan absurda…). De modo que hoy la nieta de Franco, que creció con todos los privilegios, el dinero, la distinción pública y la impunidad diplomática, a los 67 años se ha convertido en duquesa. Bueno, casi. Falta la firma del rey. ¿Sigo? ¿O alguien tiene la sensación de necesitar que retrocedamos casi un siglo para que todo esto suene posible?

Casi hereda, también, el título de señora de Meirás (no, me niego a ponerles mayúsculas a estas señoras, duquesas y nietísimas), pero se lo ganó su hermano Francis Franco Martínez-Bordiú porque la cuestión del género no estaba todavía resuelta… o no en ambas direcciones. El título de señora de Meirás, que ostentó la esposa de Franco durante toda su vida, cuando lo heredó Francis Franco en 1988 se masculinizó y se convirtió en señor de Meirás (claro, esto no hace falta ni mencionarlo en este país en el que la excepción es lo femenino; nunca al contrario).

Y así vamos.

Ni Franco fuera del Valle, ni recuperación del pazo de Meirás ni cancelación de un título que, dicho sea de paso, a las republicanas y a los republicanos nos parece una chorrada de proporciones inmensas si bien somos conscientes de los privilegios que otorga en la corte. Sí, la corte. Esta parodia de sangre distinta en la que los negocios, los amigos (amigas casi no) y el dinero sigue significando otras cosas. Lo que queda de aquel país de pandereta que sigue sonando impunemente y resonando en nuestros oídos cansados, asqueados, casi alérgicos a tanta, tantísima caspa.

Y no me vengan con que ahora es un cargo honorífico, que ya no otorga el pasaporte diplomático (en serio: pasaporte diplomático), que pagan impuestos de transmisión y sucesión. No me vengan con esas. Si el rey te señala y te reconoce con el título más alto de la jerarquía nobiliaria (¡Por Dios!) sucede algo. Siempre sucede algo. Para muestra un botón: el anterior rey, Juan Carlos, otorgó durante su reinado cincuenta y cinco títulos nobiliarios que fueron aceptados. A personas como Adolfo Suárez o Mario Vargas Llosa. ¿Más datos? En España hay 150 ducados que pagan, han pagado o pagarán unos 2600€ por el derecho de sucesión. Aunque no todos ellos llevan aparejada la 'Grandeza de España'; este reconocimiento es hereditario. ¿Les suena? ¿Heredar privilegios e impunidades? ¿País de pandereta? Sí. Esto está ocurriendo en nuestra casa. Y si esto fuera una obra de teatro en la que se pide la colaboración del público ahora todos y todas gritaríamos: Dios Salve al Rey. Todavía no han llegado a tanto. Tiempo al tiempo. Este siglo de retroceso que no ha necesitado la ciudadanía porque no tiene tiempo de encajar tanta tontería, está yendo a velocidad desbocada. ¿Qué rey ni qué rey? ¿En qué momento dejamos de gritar que 'Fuenteovejuna, señor?“.

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