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La mano que mece a Hervías

El secretario de Organización de Ciudadanos, Fran Hervías. EFE/ROMÁN G. AGUILERA/Archivo
18 de marzo de 2021 22:28 h

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En política uno es libre de suicidarse como quiera. Ciudadanos decidió hacerlo de la mano de Albert Rivera el día que se subió a la foto de Colón. Estaba escrito. Alguien con sus aires de grandeza y su ambición infinita no podía verlo. Tampoco los “mariachis” que lo catapultaron al estrellato a sabiendas de que el suyo era un partido al que le faltaban principios y le sobraban intereses de todo tipo. Pero las señales eran nítidas. Y ahora, tras la muerte electoral, llegan los puñales, las traiciones, las bajas, y la indignidad de un final tan estruendoso como amoral a tenor de comportamientos como el de un personaje como Fran Hervías, “señor Lobo”, para los amigos. 

Hasta donde alcanza la memoria no se recuerda un caso de mayor mezquindad. Seguramente no lo habrá. El ex secretario de Organización de un partido que vende la estructura territorial de las siglas de las que ha vivido a la formación rival a cambio de un despacho en la sede del PP. Concretamente, en el equipo de su secretario general. ¡Ya hay que tener tragaderas en la vida para aspirar a ser el esbirro de Teodoro García Egea! Quienes conocen a Hervías saben bien que no es nuevo en esas lides y que desde que aterrizó en política no ha dedicado su tiempo más que al chanchullo y la conspiración para venderse a quien más le diera. 

Lo hizo en sus tiempos de UPyD ante los últimos estertores del partido de Rosa Díez con la inestimable colaboración de sus entonces colegas Nacho Prendes e Irene Lozano. Despedazaron entonces por dentro lo que quedaba de la formación magenta, cuyos dirigentes fueron pasándose en cascada al partido naranja y ahora lo vuelve a hacer “el señor Lobo” con un Ciudadanos en ruinas. Todo un profesional del alcantarillado más pestilente de la política, que no actúa solo.

Cuentan en los mentideros del independentismo madrileño fabricado por Díaz Ayuso que la mano que mece la cuna del pringoso ex secretario de Organización de Ciudadanos no es otra que la de Albert Rivera. Que nada hubiera sido posible sin su anuencia. Y que de la sucia operación con la que vendieron a Génova la estructura territorial de Cs nos queda aún mucho por conocer. 

El papel de Hervías ha sido clave  para que tres diputados naranjas se tornaran tránsfugas y abrazaran la causa del PP en Murcia. “Hablad con Fran”, decía uno de los mensajes recibidos por los populares poco después de desatarse el temporal de la semana pasada. Lo sucedido allí, no obstante, es tan solo la punta del iceberg. La huella de una operación de largo alcance que, de momento, ya ha dejado a Ciudadanos con un diputado menos en el Congreso y sin grupo parlamentario en el Senado. 

En noviembre de 2019, tras el descalabro de Ciudadanos en las generales, Fran Hervías renunció a la secretaría de Organización del partido, pero como todo el que llega a la política para vivir de ella y no para servir a los demás, pidió una salida. La ingenua de Arrimadas se la concedió con un acta de senador por designación autonómica. Primero la nómina y después, lo demás. Ya sabe. Con ese espíritu llegaron muchos a Ciudadanos. Sin duda, Hervías, que aprovechó además su red de contactos en el partido para ponerla, como se ha demostrado, al servicio del PP a cambio de un puesto en el departamento de Organización que dirige Teodoro García Egea. Que tiemble el murciano, después de los de UPyD y lo que ha hecho con Cs, no dudará en hacer lo propio con el PP en favor de VOX si se tercia algún día.

En Génova ya tienen la lista del multitudinario desembarco de naranjas en el PP con los nombres que han de integrar en sus listas electorales y cuentan los más deslenguados que aún está por llegar la puntilla contra Arrimadas porque Rivera, que es quien susurra al oído de Hervías pero también de Casado y que de fiesta sabe un rato, no quiere perderse la traca final contra su sucesora y no dudará en sumarse de algún modo a la campaña en favor de Ayuso. Una decisión, sin duda, a valorar más con el psicoanálisis que con los códigos de la política. La destrucción de un partido creado por uno mismo deber ser algo complicado de explicar incluso para los habituados a la psiquiatría de Freud y la investigación de los procesos mentales inconscientes.

No sorprende que Arrimadas aparezca desolada y menguante cada vez que asoma por la esfera pública. Sabía de las zancadillas de su antecesor, conocía las formas de algunos de los que desembarcaron en Ciudadanos en busca de foco, de poder o de una nómina, pero jamás imaginó que podrían llegar a tanto.

Y lo mismo les pasa con Casado a quienes vieron entre el estupor y la vergüenza que el presidente del PP corriera a Murcia a celebrar la moción de la indignidad que fue posible gracias a tres tránsfugas y al voto de Vox, a quien López Miras ya ha ofrecido la Consejería de Educación de su gobierno y la aprobación del veto parental. La reunificación de la derecha era esto. Comerse a Ciudadanos y gobernar con la ultraderecha. Casado ya ha elegido su camino, y no era el del centro. Fuera caretas ya. Todo mucho más claro. 

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