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Miguel Ángel Blanco y 'Los Justos'

Montero Glez

Fue Albert Camus el que, con su obra teatral Los Justos, nos enseñó que la violencia no nos hace más fuertes. En todo caso, lo que consigue la violencia es hacer más fuerte al receptor de dicha violencia. Pongamos que lo hace fuerte cargándolo de razón.

Cuando esto se lleva al escenario político, surge la llamada ·Razón de Estado·, una sinrazón que justifican los medios. El asesinato de Miguel Ángel Blanco sirvió para fortalecer dicha Razón de Estado y lo que nos rechina es que el asesinato de Miguel Ángel Blanco se hiciera en nombre de la disidencia abertzale para así pegarla el tiro de gracia, convirtiéndola en un dogma criminal salpicado de sangre y mierda.

Si nos remontamos a los tiempos de la Guerra Civil, la figura ejemplar del anarquista Joan García Olivert –el Joanet– nos sirve como modelo para demostrar lo dicho. Recién llegado a Madrid, para cubrir la defensa contra la agresión fascista, lo primero que hizo fue llamar la atención a Margarita Nelken, para que sus macarras dejaran de secuestrar y matar en las checas. “Con acciones de tal calaña nunca se gana moralmente una guerra”, algo parecido fue lo que le dijo el Joanet a la Margarita.

Esa herencia del chequismo, privando de libertad a un ser humano para luego ajusticiarlo, fue tomada hace veinte años por los asesinos de un chaval que nunca mereció muerte tan perra. Como bien apunta Antonio Maestre, que no destaca precisamente por ser un periodista de derechas: “Miguel Ángel Blanco es un icono de la memoria contra la barbarie”.

Todo esto viene al caso por lo ocurrido en el homenaje a Miguel Ángel Blanco en el Congreso, ahí donde los del Canal Único de Información no se conformaron con cubrir la noticia sino que, en su afán por criminalizar a Podemos, montaron unas imágenes de Pablo Iglesias riéndose cuando el tema tratado no tiene gracia alguna. Un truco que tiene sus orígenes en la propaganda nazi.

De esta manera, la distancia entre el hecho real y el hecho representado se hace inmensa poniendo en marcha la propaganda subliminal. La autenticidad del material utilizado en este caso no garantiza la veracidad de la información, pues el montaje final se encarga de hacernos creer que Iglesias está de acuerdo con lo que precisamente no está de acuerdo. No sé si me explico, pero es una vergüenza para el oficio que ocurran estas cosas.

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