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Misión: desactivar a Yolanda

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en una imagen de archivo.

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No puedes tener miedo. Algunas personas son como animales, atacan a los más débiles. Muestra al mundo que no tienes miedo. ¿Faldas? Solo hazlo

Mark Bryan

No sé si habrán oído hablar de Mark Bryan. Si lo han hecho habrá sido seguramente en términos elogiosos. Bryan rompe moldes. Bryan se pone el mundo por montera. Bryan se decanta por la libertad. Visto así pensarán ustedes que este ingeniero robótico de 62 años ha llevado a término alguna hazaña inusual, motivo por el cual sus hijas y su mujer se declaran “sus mayores fans”. A lo mejor les defraudo, pero lo que ha hecho Mark ha sido ponerse una falda y unos tacones de aguja para ir a trabajar. Le llaman “el hombre stiletto” y le aplauden más de medio millón de seguidores en Instagram. Su conquista es ser un señor heterosexual que se ha plantado unos tacones y que afirma que se ha dado cuenta de que “llevar tacones de aguja me da un poco más de confianza en mí mismo y me gusta ese sentimiento”. Así que allí que se va a su trabajo de siempre porque, dice orgulloso mientras se toma un café apoyado en la barra son su cabeza rapada, su falda escocesa y sus zapatos salón de 12 centímetros: “lo que yo llevo no cambia lo que soy. No me siento diferente por llevar una falda o un pantalón. Se trata estrictamente de mi apariencia”. Mark Bryan es un tío, obviamente, y aunque estadounidense, vive en Alemania. Mark es la hostia de libre, pero la vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz, no puede permitirse ese lujo, como casi ninguna mujer en este país. Díaz debe encerrarse en el tópico que han dispuesto para ella. Bryan es un tío con tacones pero Díaz es una progresista con estilo y ese pecado no te lo perdonan los caspas de este país, querida. 

Bryan se sentía “deprimido y frustrado” por llevar siempre trajes en tonos aburridos y corbata mientras que sus colegas mujeres “eran más libres”. Y con esa falacia se ha subido al carro de la fama y ahora tiene a dos personas para contestar las ofertas que le hacen y gestionarle la fama. A Bryan la moda le libera pero a las mujeres nos suelen intentar controlar con la vestimenta y eso es tan antiguo como el patriarcado. Quizá por eso le han tendido una fina celada a la vicepresidenta primera del Gobierno en YO, Dona, la revista de un grupo editorial a cuyo canto de sirena también sucumbió Soraya Sáez de Santamaría entregándose a las gasas. Bryan puede ponerse lo que le salga de las gónadas pero en este país las derechas te dan el permiso justo para entrar o salir de sus códigos. A la diputada que va demasiado informal se la descalifica por zarrapastrosa y a la que cumple los códigos de vestimenta, si es de izquierda se la crucifica, y si es de derecha se le pone el listón en la working girl del Telva. A Soraya la encelaron con un picardías que la sacaba todo lo sensual que nadie quería imaginarla y a Yolanda le han puesto cueraco para darle ese toque de rompe y rasga que cumple las fantasías de las derechas. 

La entrevista es impecable y es Díaz en estado puro. Cuando la vice, esta vice, se pone las converse y se toma una caña más relajada, también le explica a quien quiere oírla que su relación con Pablo Iglesias se remonta a la amistad de sus respectivos padres, que a ella no le mueve la dentellada al puesto, que se vuelve a su bufete cuando haga falta y que el carné del PC lo tiene más que nada por homenaje a Suso, su padre, pero que ella se siente socialdemócrata fundamentalmente. Todo eso lo cuenta inmejorablemente en la entrevista. Desbroza perfectamente por qué es una política que tiene un gran poder de atracción para ciertos sectores, tal vez porque siendo aún joven, pertenece a una generación que conserva los parámetros de la política, del feminismo, del trabajo de Gobierno tal y como se han concebido tradicionalmente, lo que la aleja de otras colegas suyas “que son más jóvenes”. Traducido, el lenguaje de Díaz habla de progresismo de siempre, del de hacer cosas por la gente y dar las batallas necesarias, y no de izquierda identitaria, tan difícil para muchos. Podría ocurrir que ese fuera el rincón al que no quiere que la empujen. 

A mí es que Yolanda Díaz me cae fenomenal. Es una tía con principios, con bagaje, con una visión clara, con ganas de hacer y empuje para intentarlo y además una mujer tremendamente estilosa y atractiva. A falta de ganas o argumentos para desmontarla como profesional, bueno es intentar hacerla aparecer como una incoherente para desarmarla. Por eso le arrean, por ser la política más valorada de España y a la par no renunciar a hacer lo que le sale del mambo en materia estilística y que lo que le sale sea lo que la derecha no quiere: una mujer libre y elegante, una mujer que considera que respetar los códigos tiene el sentido de respetar a los demás, ya sean sus clientes como abogada o el pueblo al que representa, como política. Yo la aplaudo porque es una idea que comparto pero si no fuera así tendría que aplaudirla por libre y por personal. A Yolanda, sin embargo, le han cometido un error en la entrevista que le hace Lucía Méndez. Cuando la periodista la va llevando con la muleta de forma evidente… que si ha cambiado su indumentaria, que si la vestimenta manda mensajes, que si le gusta la moda… hay un momento en que Yolanda parece caer y darles el titular que buscaban: “Desde siempre me han criticado por la manera de vestir. Porque no soy el prototipo de mujer progresista”. Digo que parece porque sin ese punto y seguido, que resulta extraño delante de la conjunción causal, la cosa varía. Sin ese punto lo que dice la vicepresidenta es que la han criticado siempre por no entrar en un prototipo mientras que en el titular de la entrevista todo eso desaparece para convertirse en “No soy la típica mujer progresista”. No necesitan una clase de gramática para ver el truco ¿no? No hablamos con puntuación así que ese punto no parece inocente. Vemos como la vicepresidenta pasa de defenderse de un presunto cambio de imagen ad hoc que le quiere endosar la entrevistadora y de saberse blanco de las críticas por no encajar en un cliché -que ella no comparte obviamente- a afirmar en el título: “No soy la típica mujer progresista”. Hay un paso. 

Así que como Yolanda Díaz no es Mark Bryan ya tenemos gasolina para todos. Gasolina para el incendio de la derecha más caspas, que ha comenzado a llamarla “La Fashionaria” -tienen poca imaginación, hace un año se lo decían a Irene Montero- y gasolina para cierta izquierda que habrá visto una defección en ese aparente querer desmarcarse de la “típica” mujer progresista. Y es que Díaz sí es la típica mujer progresista y la típica mujer feminista y lo demuestra no solo en lo que dice sino en lo que hace; lo que no acepta son los moldes porque ella es y no precisa preocuparse por parecer. Tal vez por eso, ahora que han decretado la caza contra ella en la derecha -porque representa un peligro que con su candidatura logre remontar los resultados y pueda repetir un pacto cómodo con el PSOE- sea sintomático que solo puedan hostigarla metiéndose con sus tacones o con su glamour o con su adorno sentimental en forma de carné del PCE. 

Deseo que llegue el día en que nadie le discuta ni a Díaz ni a mí ni a ninguna otra mujer el derecho a repetir las palabras de ese abuelo ingeniero que lleva tacones: “lo que yo llevo no cambia lo que soy”. Tampoco si eres mujer y tampoco si eres de izquierdas. 

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