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Movida madrileña para dummies

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el consejero de Justicia, Enrique López.

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"El mundo es un teatro, pero la obra tiene un reparto deplorable"

Oscar Wilde

Ante la perplejidad generalizada, las explicaciones kilométricas, las lucubraciones y las declaraciones estentóreas, sea este un “manual para torpes” de lo que ha pasado esta aciaga semana en Madrid, con repercusiones para todo el país. Se lo voy a resumir de inicio, para que si están ya hastiados puedan saltarse el no menos jugoso desarrollo. Todo aquello a lo que hemos asistido y nos ha causado tan magno grado de estupefacción se resume en dos cosas: unas trampas de albañilería jurídica y una esmerada escaleta digna de un show televisivo. No hay más. Como espectadores: una población en riesgo, dos centenares de fallecidos diarios y un país atónito ante la osadía que puede llegar a exhibir la patética clase política que sufrimos. De fondo, el último puente soleado del año. Pasen y vean.

Complicar el relato es un recurso tan propio del guionista como simplificarlo. Así nos hemos visto abocados a largas diatribas sobre derecho administrativo, atropellos constitucionales y contradictorios datos epidemiológicos para que, mientras nos distraíamos mirando el conejo cambiar de chistera, se nos pasara lo más esencial: solo se trataba de dilucidar si era suficiente con aislar unas áreas básicas de salud con el nivel de contagios comunitarios de Madrid capital –planteamiento de la Comunidad– o si era preciso hacer un cierre perimetral completo –planteamiento del Gobierno–. Entre los actores principales del drama no ha saltado a la palestra ningún epidemiólogo de renombre que respaldara la postura de los de Ayuso, es más, a la mayoría le parece hasta escasa la postura gubernamental. “¡Eso me lo hace a mí!”, cuentan que clamó la heroína herida en un arrebato de narcisismo gubernativo.

Apliquemos pues la navaja de Ockam o lex parsimoniae y avengámonos a que en igualdad de condiciones la explicación mas sencilla suele ser la más probable. La tesis que sale triunfante de la reunión de comunidades autónomas no es la de Madrid y eso no mola. Ahí es donde, mientras Castilla y León, Andalucía y otras, con lealtad, transponen el acuerdo y lo llevan a ratificar con convicción a los tribunales, Madrid se saca de la manga el comodín de la trampa jurídica.

No olviden que de paladín de la nueva lideresa casi no aparece ya el consejero de Sanidad, sino con cada vez más asiduidad el consejero de Justicia, Enrique López. Este cambio de coprotagonista es importante en el espectáculo. López –más allá de su conocida caída del TC por la comisión de un delito– es sobre todo el gran jefe de las intrigas judiciales de las últimas décadas, primero como alumno y factótum de Federico Trillo y, actualmente, como el Trillo de Casado. López no es un político. Los jueces suelen ser muy malos políticos, no están acostumbrados sino a decidir y mandar, pero bastante poco a transaccionar. Enrique López es un intrigante y un experto en utilizar los pliegues de la ley, o en producirlos, para conseguir sus objetivos. Solo les dejo dicho que con esas prestidigitaciones llegó a ser magistrado de la Sala Penal de la Audiencia Nacional sin haber puesto en su vida una sentencia por delito. Miren que eso deja el listón muy alto.

Además de en su favor, López ha usado profusamente de la intriga para beneficiar a sus benefactores, a los que ahora le acogen, y en ese camino ha ido dejando sembrado de cadáveres el camino. La gran diferencia es que en ese destrozo judicial, aquellos que se vieron agraviados o perjudicados siguen muy vivos y en compañía de los suyos y, en la situación que ahora pretende gestionar, los muertos, desgraciadamente, acaban realmente en una tumba o en un incinerador y el resto se pone en tal riesgo.

López sacó el comodín de los tribunales. No pudo ser otro. No veo a Ayuso hilando en estos telares. Así que no solo recurren ante la Audiencia Nacional, sino que cuando transponen la orden y la publican, la llevan a ratificar al TSJM con un pequeño truco y es que solo mencionan como respaldo jurídico el artículo 65 de la SNS y no la ley de 1986, como sí hicieron en septiembre cuando sí querían realmente ratificar el cierre perimetral del sur. Hecho esto, entra en juego el tribunal del TSJM. Ya se sabe cuál es, puesto que el reparto de asuntos en esa sala, tan especializada, es temático. Así que es seguro que lo verá de nuevo la Sección Octava, cuya presidenta es Amparo Guilló, mujer de Diego Córdoba, el íntimo de Lesmes. Pero aun así no es ella la que preside sino que es el presidente de la Sala Contencioso-Administrativa, Juan Pedro Quintana Carretero, como hizo en septiembre con el otro cierre. Según se publicó en BOE en 2019, puede hacerlo cuando se trate de normas y disposiciones generales. Quintana fue nombrado para su cargo por Lesmes y aspira al Tribunal Supremo.

Así que ese tribunal de seis magistrados se pone a estudiar lo que le plantean, pero solo en relación con el famoso artículo 65, que no habla de derechos fundamentales sino de relaciones entre administraciones y a eso es a lo que dice que no. Lo que importa en el guion es ese 'no', ya que la complejidad de alegar que no les limita la norma de amparo que propone la Comunidad, pues 'iura novit curia', los jueces saben de Derecho y por eso saben que sí hay tres leyes con capacidad para avalar esa restricción de derechos (artículo 3 de la ley 3/1986; artículo 26 de la 14/1986 y artículo 54 de la 33/2011) así que bien podían haber ratificado con ellas. Tal actitud de ese tribunal la ha denominado, con cierto gracejo, el catedrático de Administrativo Francisco Velasco Caballero “un desmayo en la argumentación judicial”. Se le cayó lo que sabían.

Tan claro es este comodín judicial que ayer, con todo papo, la Comunidad de Madrid volvió a llevar los cierres perimetrales de otras cuatro zonas básicas de salud –en Colmenar, Arganda, Coslada y Collado-Villalba– y, esta vez sí, como quieren ser ratificados se acuerdan de mencionar la ley de 1986 como base a su pretensión.

A todo lo anterior solo tienen que añadirle el comodín del público, ya que todo este espectáculo, a mayor gloria de la tarea de oposición de Casado al Gobierno y a un intento más de socavarlo, no tendría ningún sentido sin que ustedes y yo y los votantes fieles asistiéramos a él. Para ello contamos con la circunstancia de que tanto en la Puerta del Sol como en Moncloa cuentan con efectivos profesionales de la comunicación y de la televisión. Los tempos, la aparición del factor sorpresa para que no decaiga la atención, las aparentes resoluciones, los nuevos clímax a los que hemos asistido, ese vértigo del tiempo que tic-tac, tic-tac nos acerca a la salida masiva del puente, las llamadas de última hora, es propio de maestros de la escaleta televisiva. Al final, el montaje se reduce a simples cuestiones y lemas –pulso, pugna, los tuyos, los míos, libertad, el dictador– y se transforma en una mejunje emocional listo para el consumo del pueblo expectante. Añádanle el quinto en discordia, Aguado, que sin ser heroína ni villano ni confidente de estos busca su hueco en la trama.

Convierten nuestra vida, y desgraciadamente nuestra muerte, en un guion para la televisión. Nunca les faltan palmeros para amplificar y difundir el libreto que han diseñado para consumo popular.

Triste, indigno, desesperanzador, pero tan sencillo como eso. Al alcance de cualquier dummy descubrirlos.

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