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Ni contigo ni sin ti

(I-D) El secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea; la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cuca Gamarra; y el líder del PP, Pablo Casado, conversan en una sesión de control al Gobierno

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Hace unos días Oriol Junqueras, preso en la cárcel de Lledoners, hacía pública una carta en la que rechazaba la línea unilateral de la independencia para Catalunya. En la misma carta aceptaba la solución de los indultos, dejando a un lado la amnistía. Un movimiento de esa envergadura en la figura que personifica el independentismo catalán más votado en las últimas elecciones, provocó tal sorpresa que los medios de comunicación, incluida la derecha mediática, lo llevaron a sus portadas en lugar preferente.

Poco después de conocerse esa noticia, que dejaba descolocados a muchos, se daba a conocer que la Audiencia Nacional frenaba las medidas restrictivas contra la hostelería planteadas por el ministerio de Sanidad, y esta noticia era aprovechada por una parte de los medios para tapar la anterior. Competencia informativa, dicen.

A pesar de esta competencia informativa, queda claro que la comunicación de Junqueras tenía, y sigue teniendo, mucha enjundia y afecta de forma directa a la línea de flotación del gran problema actual: Catalunya. 

Tras la disolución de ETA, los vascos dejaron el papel de “gran problema de España” a los catalanes. De hecho, una encuesta publicada esta misma semana por el gobierno vasco dice que un 41% se opone a la independencia, siete puntos más que hace un año, mientras que un 21% la apoyaría de manera incondicional. Cierto que el apoyo a la independencia aumenta o disminuye según el pelaje del gobierno central, y esto vale tanto para Euskadi como para Catalunya. No es lo mismo Pedro Sánchez que Santiago Abascal, quien convierte en independentistas hasta a las monjas ursulinas.

Lo que nos ocupa ahora es la situación de Catalunya, los movimientos discretos y secretos, y las declaraciones a bombo y platillo. Y en esto último, lo de Junqueras tiene una importancia fundamental. De hecho, las reacciones suscitadas en el seno de la coalición gobernante en esa comunidad, no se han hecho esperar.

“No compartimos la opinión de Junqueras. Nuestro apoyo no está garantizado”, ha amenazado la diputada de la CUP Laia Estrada. Por su parte Jordi Sánchez, secretario general de Junts per Catalunya, acusaba a Junqueras de querer tutelar desde la cárcel al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y exigía la amnistía. Es decir, la posición de Junqueras ha provocado serias discrepancias en la coalición gobernante en Catalunya.

En esta nueva tesitura llega este domingo el examen de Colón, con foto. Un ni contigo ni sin ti, existencial. El domingo 10 de febrero de 2019 el famoso fotomatón de Colón tuvo un claro vencedor, Santiago Abascal. El líder de Vox, con aire recio, impasible el ademán, a partir de aquel día se convirtió en el gran problema del Partido Popular que había visto nacer, con preocupación, un apéndice en su extrema derecha. De hecho, la fiesta del 12 de octubre del año anterior, pocos meses antes, ya había llenado el Paseo de la Castellana en Madrid, con motivo del desfile de las Fuerzas Armadas, de una claque ultraderechista que había desempolvado las banderas con águila, e incluso las rojiblancas con la Cruz de San Andrés. Ese día fue evidente el vista a la derecha que señaló algún ex ministro de Aznar, que se concretó luego en el fotomatón de la Plaza de Colón.

Este domingo 13 de junio de 2021, la gran preocupación del partido de Pablo Casado es que se repita el marketing político que protagonizó Vox en la ocasión referida y que el totum revolutum, que tan bien maneja este partido, le juegue una desagradable pasada a los populares.

Así que las órdenes para que las cámaras no capten escenas contraproducentes se suceden en Génova. La estrategia ahora no se circunscribe a los objetivos de la manifestación, sino a esconderse lo más posible de una foto comprometedora.

Sabemos ya que algunos avisados evitarán el peligro de esa foto traicionera con la ausencia, que es un recurso definitivo. Unos, como el presidente de Castilla León, han comunicado que son las fiestas de Salamanca y que, claro, ante semejante cita no pueden acudir a Colón. Otros, como el presidente de Galicia, tienen un encuentro en el Vaticano el lunes y, claro, no puede estar el domingo por la mañana en Colón. El presidente de Andalucía apoya la convocatoria pero, claro, por motivos personales tampoco podrá estar en Colón.

Así que el PP echa mano de la presidenta que le queda, que no es ni más ni menos que Díaz Ayuso, la que en las pasadas elecciones madrileñas disolvió el azúcar de la ultraderecha en un café con leche para todos, “cuando te llaman fascista es que lo estás haciendo bien,” dijo, y que es la única que parece no tener miedo a codearse con los de Vox. 

Recientemente un dirigente de Vox ha afirmado: “Las fotos no me preocupan, otros sí están muy preocupados por la foto”. Claro, es que aquella otra foto de Colón supuso el encumbramiento de Abascal y el decrecimiento de Casado y, pasado el tiempo, la milagrosa irrupción de Isabel Díaz Ayuso. El presidente del PP, empujado por las circunstancias y por organizadores hoy defensores de la patria española y ayer de otras cosas, espera que pase cuanto antes el 13 de junio sin especiales daños en su carrera hacia La Moncloa, que tanto vive momentos de euforia como de desazón.

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