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No me bloquees, Isabel

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, consulta el móvil en 5th Avenue.

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Todavía nos estábamos recuperando de los devastadores efectos de los emails de la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, capaces de poner en stand by a un gobierno con una simple confirmación de lectura, cuando tuvimos noticias de que un nuevo terror tecnológico se cernía sobre nuestras vidas: el WhatsApp de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que tan pronto te invita a una caña como te bloquea en la aplicación y convierte al partido en un episodio de Élite, con pandillas de amiguitos tirándose memes y bloqueos a la cabeza. 

Media España abre ahora el email con el corazón en un puño y la otra media tiembla cuando suena la notificación de un mensaje. Va a ser verdad que el mundo se ha convertido en un sitio mucho peor con internet y las redes sociales. Al mail de Calviño reclamando su parte en la reforma laboral le siguió el tuit de Ione Belarra exigiendo la reunión de la comisión de seguimiento del pacto de gobierno. Lo que vino a continuación ya es historia. Unos decían que se trataba un debate de egos, otros que era un debate de contenidos. El resultado final fue un acuerdo sobre metodología, que es como tener que elegir entre pescado y carne y optar por fresas con nata.  

Después de una semana de juramentos a lo Escarlata O'Hara sobre la derogación de la reforma laboral y cantos gregorianos en torno al liderazgo del presidente, los socios han acordado dar una patada a seguir con la cuestión laboral y pactar una metodología para ponerse de acuerdo con más reuniones que una comunidad de vecinos para aprobar una derrama para el ascensor. Aunque no es el único. Hay otros aún más curiosos. Ione Belarra, que antes era la radical que ponía tuits incendiarios, ahora es la moderada. Yolanda Díaz, que antes encarnaba a esa vicepresidenta modelo con la que daba gusto hablar, ahora se ha vuelto una política despiadada y ambiciosa que viene a robarle el voto al siempre sabio y ponderado, Pedro Sánchez, el hombre que hablaba con Joe Biden en los pasillos. La política española es como una caja de bombones, nunca sabes qué papel te va a tocar ese día. 

La suerte del Gobierno es que cuando más se lía consigo mismo, siempre acude la presidenta de Madrid y su hambre de focos al rescate. Estaba Pablo Casado entusiasmado repitiendo de emisora en emisora el tópico boomer de la jaula de grillos, cuando vino la bajona de que Díaz Ayuso bloqueaba al secretario general, Teodoro García Egea, míster Dos Datos. Después de tantos besos y abrazos en Valencia, emerge la verdad que se escondía tras tanta comunión: solo uno puede quedar en pie después del congreso popular de Madrid. Unos discuten por recuperar o no derechos laborales, otros por ver quién manda en el partido; encuentren las ocho diferencias.

Denuncian en el entorno de la presidenta madrileña que lo de los bloqueos lo filtró Génova, la dirección nacional. Pues claro ¿pero con qué clase de aficionados estamos tratando? A ella la infantiliza aún más y mientras se chismorrea sobre eso, no se habla de la tercera condena por corrupción al partido. Díaz Ayuso firmó su sentencia de muerte cuando anunció en público en Valencia que había decidido perdonarle la vida a Pablo Casado. No hay bloqueo en WhatsApp que pueda parar eso. Lo que no sabía entonces es que, además, iba a servir de distracción.  

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