No, no ha lugar
Vuelven. Otra vez la criminalización. Para ellos, todo es culpa del feminismo y de un Gobierno “irresponsable” que permitió una manifestación a sabiendas de los riesgos sobre la salud pública. Los contagios, la incidencia, los muertos y hasta el colapso hospitalario fueron imputables al Gobierno, a Pedro Sánchez, pero sobre todo a un movimiento que les perturba porque les pone frente al espejo de su triste realidad machista.
Qué más da que aquella investigación judicial sobre la marcha del 8M celebrada de forma entusiasta por PP y Vox fuera archivada por los tribunales de Justicia. De nada les sirve que la juez que estudió el caso no encontrara indicios de delito contra el delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, por no prohibir la manifestación de 2020. Olvidan por supuesto que la magistrada afirmó en su escrito de archivo que “no hubo conocimiento cierto, objetivo y técnico del riesgo que para la salud de las personas” aquello entrañaba. También esconden que la decisión judicial llegó después de semanas de instrucción en las que la juez solicitó documentación a todas las administraciones y organismos implicados en garantizar la salud pública (el Ministerio de Sanidad, la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento y el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, entre otros), a un forense y a la Guardia Civil.
Ha pasado un año de aquello y siguen con su raca-raca cada vez que tienen delante un micrófono. En el Congreso de los Diputados, en las radios, en las televisiones, en sus discursos, en las tertulias… A la derecha cavernaria no le duelen prendas para asociar el 8M con la desgracia colectiva que sobrevino a todo el planeta. Tanto que los de Vox, en una nueva provocación, ha pedido que se declare el 8M “Día Nacional de las Víctimas del Coronavirus”. Y ha dicho que la edición del pasado año fue un “aquelarre” que costó la vida a miles de personas. Y Ayuso no se ha quedado a la zaga al hablar del “Día de la Mujer contagiada”. Nada dicen, eso sí, de las más de 150 de manifestaciones que hubo entre el 5 y el 14 de marzo de hace un año sólo en Madrid, ni de los eventos deportivos, ni de los conciertos multitudinarios ni de los mítines políticos como el que los de Abascal celebraron ese mismo día en un recinto cerrado como Vistalegre.
Lo del respeto a la verdad judicial -o a la verdad sin más- depende de con quién y en qué casos. Este año no será distinto. A la derecha y la ultraderecha les parece irresponsable que se autoricen concentraciones de menos de 500 personas con motivo del 8M, pero justificó y alentó a cientos de cayetanos que se manifestaran en protesta del estado de alarma en los tiempos más duros de la pandemia. Igual que hizo con las concentraciones contra la Ley Celaá.
Pues la irresponsabilidad es la misma. Da igual que sean 500 que 325 que 428 o que el lema sea por la igualdad real que contra el uso obligatorio de mascarillas o el toque de queda. Hace un año no había apenas información sobre el virus y sus letales consecuencias. Eso es un hecho irrefutable. No habían muerto más de 60.000 personas, ni los sanitarios estaban a punto del desfallecimiento, ni los mayores habían sido enterrados sin la presencia de sus seres queridos, ni los expertos sabían cuántas olas tendríamos aún que afrontar.
“No ha lugar”, ha dicho la ministra de Sanidad después de que el delegado del Gobierno en Madrid, también socialista, haya anunciado que siempre que no se concentren más de medio millar de personas y haya distancia de seguridad, las manifestaciones estarán autorizadas porque son los criterios establecidos por la Consejería de Sanidad del gobierno regional. El PSOE federal apoyará todas las actividades “que sean compatibles con la situación sanitaria”. ¿Y las manifestaciones, si las hubiera? “Aún está por decidir”, aseguran desde la dirección. El Gobierno dice “no” por boca de la ministra de Sanidad y el partido que lo sustenta mayoritariamente no se pronuncia, de momento. Se equivocan.
El estado de alarma, en efecto, no anula el derecho a la protesta pero tampoco debiera abolir el sentido común ni mermar un gramo de la responsabilidad individual y colectiva que se nos debe exigir a todos y a todas, también a los partidos políticos, aunque sea solo por el recuerdo a los miles y miles de fallecidos. Si las derechas han dado pocas muestras de cordura en estos tiempos, sería deseable que este 8M las dé el feminismo como ha hecho el movimiento a lo largo de su historia. No, no ha lugar a manifestarse este año. Hay otros cauces y tiempo habrá de volver a salir a las calles a protestar y, de paso, exigir también una vacuna contra el machismo.
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