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Normalidad democrática

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, conversa con los diputados socialistas Patxi López y Francina Armengol.

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Ni todos los esfuerzos de Alberto Núñez Feijóo y el PP para subvertir las leyes de la ciencia matemática y hacernos creer que, en política, rigen otras reglas diferentes, ni las delirantes teorías puestas en circulación por la prensa amiga sobre la psicología de Carles Puigdemont o la maniobra de distracción vascocanaria para asaltar la presidencia, ni siquiera el activismo judicial de los magistrados conservadores en el Tribunal Constitucional, han podido con una realidad que siempre se acaba abriendo paso. 

Se impuso a la primera y por mayoría absoluta la lógica de la única mayoría de gobierno posible tras el 23J. Normalidad democrática. El sistema funciona y demuestra de nuevo, para disgusto de Emiliano García Page y demás gente de orden, que no hay resultados diabólicos; únicamente políticos capaces e incapaces de gestionar lo que la ciudadanía vota.

Ocupa la presidencia del Congreso y tiene mayoría en la mesa quien ha sido capaz de sumar los votos necesarios, lo mismo que quien la ocupa en el Senado y ostenta la mayoría en su mesa. Lo normal en un sistema parlamentario. Todos los votos de sus señorías valen lo mismo y les avala idéntica legitimidad. No existen mayorías buenas y mayorías malas, sólo mayorías y minorías. 

Se hablará gallego, vasco y catalán en el Congreso, lo normal en un país multilingüe; lo raro es que no se hayan hablado antes. Lo único verdaderamente anormal estos días, en términos democráticos, ha sido escuchar a medios y políticos conservadores anunciar su intención de emplear su mayoría en el Senado para entregarse al filibusterismo parlamentario como estrategia. 

Haber ganado la presidencia y la mayoría de la mesa del Congreso con más nitidez de la prevista no garantiza nada, menos aún la investidura de Pedro Sánchez. Sólo acredita que existe la voluntad de llegar a entenderse y no regalarle a la derecha y la ultraderecha una mayoría o una repetición electoral a cambio de nada. Parece poco, pero es bastante más de lo que muchos pensaban que había y mucho más de lo que a otros les gustaría que hubiese. 

Que la desunión de la derecha y la ultraderecha haya sido otro resultado de la primera votación ganada por la única mayoría posible supone un primer aviso para Núñez Feijóo. Le adelanta lo que se va a venir encima tan pronto como la realidad le vuelva a desmontar las cuentas de la investidura. Cuerpo a tierra, que vienen lo nuestros. 

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