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Los onanistas no tienen Estado

Acampada frente a la sede de la Delegación del Gobierno en Barcelona. / Catalunya Plural

Suso de Toro

Guarden un ejemplar de los periódicos de estos días y los links de las webs porque son días históricos. Eso sí, recomiendo guardar los de la prensa madrileña y también la catalana para poder contrastar cómo se contó desde un lado y desde otro esta crisis de Estado.

O bien puede resultar que no ocurra nada. Y entonces el mundo ahí fuera tendrá que preguntarse si España en algún momento ha abandonado la historia y la vida misma transformándonos los habitantes de este reino en meras sombras o imágenes en una pantalla, donde nada duele, donde nada ocurre realmente y donde nada es real. Puede que hayamos cruzado el espejo y ya estemos todos tras la pantalla de plasma.

La crisis de Estado consiste en que nos lo han robado. O puede que ya nunca lo hayamos tenido y ahora han caído todos los paños tras los que se ocultaba la nada.

Particularmente, creo que lo más sangrante de lo que vivimos es la realidad que Cáritas nos mostró fugazmente hace un par de días, ya desapareció de las noticias y no es motivo de crisis política: la miseria. Esta política ha producido y produce miseria y la exclusión social de una parte de la población, es decir que el Reino de España ha expulsado ciudadanos. Previamente se expulsó de la realidad del Reino, de la asistencia sanitaria y los servicios sociales, a cientos de miles de personas que no tenían los papeles en regla. Habitamos un país que se encoje y pagamos un estado que abandona a las personas que tiene obligación de proteger.

Pero eso el sistema político se lo traga, glup, con bastante tranquilidad. A estas alturas es que en la vida social y política española lo decisivo no es la cuestión social sino la cuestión nacional.

Así pues, la crisis de Estado no viene de la injusticia social pero no crean tampoco que viene de la cuestión catalana, eso es lo que se nos muestra en relieve. La contradicción nacional entre España y Catalunya podría haber evolucionado de otros modos, no tenía por que haber llegado a este conflicto. Bastaba que en su momento se hubiese tratado en las Cortes con consideración al Estatut, en lugar de pasarle el cepillo, y que el Tribunal Constitucional no hubiese negado, por un voto, el reconocimiento nacional que los catalanes se hacen a sí mismos. Esos manifestantes reclamando democracia en Barcelona, como en Hong Kong, es una ciudadanía que se moviliza por democracia, no “algaradas callejeras” como dice el hombre del plasma, y merecen respeto y atención pero al ser llamativas y de tanto relieve ocultan lo esencial, que está en hueco y oculto en sombra: el estado español, el que pagamos todos, ha sido privatizado por una facción política. Es suyo.

El Estado es suyo como suyo es el individuo que preside el Tribunal Constitucional, Francisco Fernández de los Cobos, un exmilitante del PP que cree, entre otras cosas, que los catalanes son onanistas, obsesionados con el dinero e insolidarios (¿Alguien recuerda que un magistrado llamado Pérez Tremps fue recusado por el PP por haber emitido opinión sobre el estatuto catalán?). Suyo es quien preside el Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría, el protector de Rajoy, quien lo colocó en esa presidencia irregularmente por medio de una chapuza jurídica. Suyos son los poderes del Estado y por eso habrá informes secretos de la policía contra quien se enfrente a los amos del estado, por eso aparecerán informes de la agencia tributaria oportunamente que liquidarán públicamente a los antiespañoles, por eso el Fiscal General del Estado avisará a los sediciosos habitantes de provincias traidoras… Desde Pujol al último jugador de fútbol de un equipo catalán serán carne de noticia. Suyo es el Ministerio de Asuntos Exteriores con sus embajadas, luchando cuerpo a cuerpo en el extranjero contra una administración enemiga, la catalana, hasta el extremo de censurar la presentación de un libro y advirtiendo a otros países de las maldades catalanas.

Y en todo momento sobrevolaron amenazas de usar la fuerza, o sea la policía y el Ejército. El presidente de una comunidad autónoma, La Rioja, llegó a avisarles de que “aquellos que se creen que son más que los demás y que pueden echar pulsos y amenazas morirán”. No dimitió ni fue procesado y tampoco nadie recordó que si él ocupa ese puesto, presidente de una comunidad autónoma, es porque en su día los catalanes lucharon por recobrar la autonomía política, esa autonomía que luego se extendió a todo el Estado, incluida la Rioja.

El Estado es suyo de arriba abajo. Así que si fuese necesario, y así lo creyeron, presidencia del Gobierno enviará a alguien a Andorra a presionar a la banca y al jefe de gabinete a poner en danza a una nuera del expresidente de la Generalitat. Parece evidente que las alcantarillas del estado, que mencionó González hace años, conectan directamente con Presidencia.

Y todos los medios de comunicación madrileños forman cada día con sus armas a punto para disparar la visión del Gobierno contra lo que llaman “el desafío” o el “órdago” soberanista.

En los últimos años la fusión entre el poder económico, el político, el judicial y el mediático ha sido vertiginosa. Nos lo han demostrado estos días con velocidad y unanimidad, en cuestión de horas el Consejo de Estado y el Tribunal Constitucional firmaron lo que ya el Gobierno había anunciado o dictaminado: la consulta del parlamento catalán es un referéndum ilegal. Ya no hay dudas ni discrepancias, velocidad y unanimidad servida puntualmente por los medios de comunicación. El estado no muestra resquicio ni salida.

Parte de la posesión que el PP de Rajoy mantiene sobre el estado es posible porque su estrategia consiguió en radicalizar el conflicto y no dejarle salida, anulando políticamente al PSOE y sometiéndolo a sus reglas. Lo atrapado que está lo evidenciaba José Bono hace unos días acusando a Pasqual Maragall de haber sentado la base de la secesión. Y no es una situación fácil, el PSOE puede denunciar a Pujol y envolverse en la rojigualda para conservar la imagen de partido de estado pero no podrá serlo porque sin los votos de Catalunya es imposible que gobierne.

¿Cómo se ha llegado a esta situación en que el estado manifiestamente es del PP? Por la utilización tan astuta como implacable de la cuestión nacional que diseñaron Arriola y Rajoy.

La derecha española es nacionalista, sabe que para ganar y ostentar el poder necesita que existan los otros nacionalismos interiores y que necesita vencerlos. Por ello comenzó una estrategia con boicots y recogidas de firmas contra Catalunya y el posterior recurso del Estatut ante el Constitucional, consiguió acorralar y atrapar a la sociedad catalana contra una pared. Cuando la crisis aplastó al anterior gobierno y llegó esa estrategia con Rajoy a la Moncloa fue cuando el estado español comenzó a dejar de ser definitivamente un estado para la sociedad catalana.

Esa facción política que enfrenta el Estado con todos sus medios a Catalunya ha conseguido que la mayor parte de la sociedad catalana ya no reconozca al estado español como suyo. Rajoy, que invoca a la ley y la constitución, dice que es el Presidente también de los catalanes, pero la inmensa mayoría de los catalanes no lo creen. Si la soberanía política en democracia se basa en el reconocimiento y la aceptación de los gobernantes es evidente que no es presidente de los catalanes. Más bien lo ven como su carcelero.

Y es que patrimonializar el Estado como lo han hecho tiene un coste, que el Estado deje de ser democrático. El Estado democrático debe ser de todos, también de los pobres y de los onanistas. Y también de los catalanes.

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