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Peor de lo que pensamos

Escena de 'buzkashi' en Afganistán
20 de agosto de 2021 22:41 h

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En Afganistán el deporte nacional es el buzkashi. Se juntan dos equipos de jinetes a caballo, quienes se disputan el cuerpo de un cabrito al que han cortado las piernas y la cabeza, luego le han cosido el cuerpo. El partido consiste en una serie de jugadas durante las cuales los jinetes, que llevan turbante y negras barbas, tienen que hacerse con el cuerpo del cabrito y llevarlo desde un extremo al otro. Los jinetes están provistos de un palo con el que golpean a los del equipo rival para hacerse con el cabrito. El partido termina con los jinetes ensangrentados y molidos a palos.

Un país en el que el deporte nacional es de este pelaje, lo dice todo. Pero lo mejor no es eso, lo mejor es que este deporte está mal visto por los nuevos dirigentes del país, los talibanes de luengas y pobladas barbas. Así que tiene muy mal futuro. Los talibanes creen que el buzkashi va contra la ley coránica y las enseñanzas del profeta, por lo que tiene los días contados a pesar de que sus raíces se puedan encontrar en los juegos de los mongoles de Gengis Khan.

En realidad, los talibanes, inspirados por esa energía que lo destruye todo que es el odio basado en la religión, una de las más poderosas armas de la Historia, tienen mucho de medieval por lo que extraña enormemente que aborrezcan el medieval buzkashi, cuando son especialmente duchos en ese otro deporte medieval que es el martirio a la mujer. 

Sorprende pues de forma especial este recato talibán con el buzkashi, cuando atacan sin piedad a la mitad de la población formada por mujeres. Los mismos que ven impío el deporte nacional afgano, no ven impiedad en machacar a las mujeres afganas en su vida diaria. La llegada de los talibanes al poder, gracias a la inutilidad de la fuerza internacional de intervención, comandada por Estados Unidos, que ha sido incapaz de construir algo decente en aquel país en los últimos 20 años, permite vislumbrar los más funestos presagios para la mujer en aquel país.

Los talibanes, mayoritariamente de etnia pastún y de línea religiosa suní, se rigen por la sharía, esa forma política de llevar el orden religioso a dominar todas y cada una de las facetas sociales. Hibatullah Akhundzada, el líder supremo talibán, bajo palio, en Kabul. El integrismo religioso ha ganado la batalla. En Afganistán hay un perdedor especialmente significativo: la mujer. 

La sharía, la ley islámica aplicada al pie de la letra, ya fue utilizada hace 20 años por estos dirigentes medievales. La mujer sojuzgada de modo brutal, fue eliminada de la vida pública y utilizada como mercancía de cambio y arreglos familiares. Incomprensible desde un punto de vista moderno, solidario y occidental. Pero es que este deporte de sojuzgar al elemento femenino, no es algo específico de los pastunes talibanes, de un país pobre y malhadado como Afganistán. Es parte de una cultura, parte de un modo de entender la vida y las relaciones humanas. Lo vemos en países supuestamente modernos, aliados eternos de Occidente, muy ricos, como Arabia Saudí.

Desde nuestra realidad occidental es difícilmente inteligible una realidad como la de los países donde rige la sharía. La evolución vivida en occidente no es comparable con la vivida en esos países. Por eso no lo entendemos, no podemos comprender que la mujer dependa para todo del hombre, que no pueda salir a un espacio público si no es acompañada por un familiar masculino, que tenga que cubrir su cuerpo con una burda tela, que no pueda acceder a la educación, que sea lapidada hasta la muerte por adúltera.

Es difícil de entender. Este mismo año Arabia Saudí ha permitido que la mujer pueda conducir un coche, hasta ahora no podía hacerlo. Nos dicen que es un gran paso para la Humanidad, casi como el primer paso de Armstrong en la Luna. Arabia Saudí es el gran portaaviones de occidente en Oriente Medio. El territorio que asegura un control geopolítico adecuado a las necesidades económicas del mundo occidental. Pero allí, la mujer es una ciudadana de segunda categoría.

Es, también, el mayor productor mundial de petróleo y el mayor exportador. El poder de Arabia Saudí no solo estriba en sus reservas y en la producción es que, además, es el único país del mundo que cuenta con una capacidad de producción en reserva que puede activar a voluntad. ¿Y eso qué quiere decir?, pues que si Arabia Saudí decide parar su distribución petrolera, el mundo se para. Y en un país así, la sharía es vista con otros ojos por Estados Unidos, la Unión Europea y todos los países dependientes del petróleo para poder funcionar.

A ello se une un pequeño pero interesante detalle. Los dirigentes de países donde rigen estos sistemas medievales recibieron educación occidental, fundamentalmente británica, y contactaron con amigos de nivel. Por ejemplo, el sultán de Brunei, Hassanal Bolkiah, uno de los hombres más ricos del mundo gracias al gas y al petróleo, que se formó en la exclusiva academia militar británica de Sandhurst, ha establecido en su país la pena de lapidación hasta la muerte en caso de adulterio y de homosexualidad. La constitución de su pequeño país, de 400.000 habitantes, establece que el sultán no puede equivocarse nunca como persona privada ni en su actuación oficial. 

Este es el gran problema. La mujer es sojuzgada por razones religiosas y culturales similares, pero unos, los talibanes, son pobres y zafios, y por ello fácilmente criticables, mientras que otros son ricos y respetables por su dinero, y la crítica no existe, salvo que se pasen con la motosierra, como con Jamal Khashoggi.

El semanario francés Charlie Hebdo, que sufrió un gravísimo atentado del terrorismo islámico, ha publicado esta semana una portada que incide en esta voluntaria ceguera occidental. En la portada aparecen tres mujeres cubiertas con un burka azul, y en la espalda llevan el dorsal del futbolista Messi con el número 30 con el que juega desde hace unos días en el PSG de París. El PSG, Paris Saint Germain, es un club de fútbol propiedad de Qatar Sports Investments, cuyo dueño es el emir de Qatar, el país donde estaban refugiados muchos líderes talibanes hasta que han aparecido triunfantes en Afganistán. El fondo soberano catarí maneja cerca de 300.000 millones de euros en activos. Se puede comprar mucho con ese dinero. 

El titular del semanario satírico dice: ''Talibanes: Es peor de lo que pensamos''. Pues sí, es peor.

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