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Política sociópata

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid
15 de octubre de 2022 22:30 h

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La sociopatía puede ser provocada por la escasez, la necesidad y la pulsión de supervivencia o por la avaricia y la necesidad de acaparar el poder y perpetuarse en él. La primera se puede entender, como ocurre con los gemelos Claus y Lucas en la obra de Agota Kristof. Una crueldad larvada en un mundo sin piedad hace comprensible que tenga que ser replicada para mantenerse vivo. Por eso se puede llegar a empatizar cuando engañan a su padre para que se tire al suelo y con su cuerpo reviente unas minas que les permitan pasar sobre sus restos y huir de un país invadido en plena guerra de ocupación. Entiendes su sociopatía porque asumes que en un mundo regado de sangre pueden no ver más salida que seguir regándolo.

Pero luego está la sociopatía del cruel por ideología en un mundo cómodo y civilizado, de quien solo quiere tener más y para ello actúa contra el que menos tiene, para que los suyos puedan tener un poco más a costa del sufrimiento ajeno. Uno de los rasgos de la sociopatía es conferir a las creencias el rasgo de evidencia, de dogma. Algo que hemos podido comprobar en las medidas que Liz Truss tomó, que Ayuso aplaudió, y que han llevado a Gran Bretaña al borde de la quiebra. Convertir la sociopatía darwinista en política es la aspiración del Gobierno de Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid no cambia el rictus, transformándose en una imitación de saldillo de la frialdad psicopática de Jeffrey Dhamer, cuando habla con gelidez de los ancianos que murieron desamparados en residencias por una orden política suya que prohibía darles una oportunidad de sobrevivir en un hospital. No cambia la cara porque está convencida de que su política darwinista solo puede aportar posibilidades a quien las logre por sus propios medios. Una escuela que siguen todos y cada uno de sus consejeros. Enrique Ossorio es un fiel escudero de su maestra. Un millonario que no ve pobres y se considera digno para decidir cuándo tiene que cesar el dolor que su Administración ha provocado a los familiares de los ancianos en su hecatombe. Una política de la crueldad con los míseros que tiene que ser politizada en sentido inverso.

El hartazgo de la gente corriente que tiene que sufrir las condiciones de la sanidad en Madrid es concreto y real, pero hace falta transformarlo en política en la dirección correcta. Una lectora me mandó una cita para más de dos años para una prueba diagnóstica, una ecografía renal, fechada para octubre de 2024, al ver que Isabel Díaz Ayuso estaba negando que la lista de espera fuera tan dramática. No podía creer que estuviera negando la realidad que ella estaba sufriendo mientras miraba la carta que le habían mandado del Hospital del Henares. Ayuso le mentía con su carta delante y me la mandó para que denunciara su situación. Esa gente que sufre la degradación de la sanidad necesita canalizar su situación, porque si no la maquinaria a favor de Ayuso hará que vuelva a ganar en seis meses para seguir degradando la situación de los cuidados de los más vulnerables. A Ayuso le renta esa sociopatía.

Una concejal de Vox en Coslada contestaba indignada a un mensaje sobre la concertación de esa prueba diagnóstica sanitaria con más de dos años de lapso que eso también ocurría con Manuela Carmena. Dejando aparte el nivel de idiocia que existe en los cargos medios del partido de extrema derecha, su respuesta es una evidencia de por qué el maltrato a la Atención Primaria del Gobierno de la Comunidad de Madrid no le provoca desgaste a Isabel Díaz Ayuso: existe una ignorancia generalizada sobre el régimen competencial. Cualquiera que haya estado en la sala de espera de un médico sabe que las quejas no suelen ir orientadas en la dirección correcta, lo sabe también Ayuso, y por eso sigue degradando la sanidad pública en beneficio de la privada. Pero el modelo de derivación y privilegio de la privada de Ayuso a favor puede hacerle morir de éxito. Hay tal derivación de personas a la sanidad privada, forzadas por las condiciones de la pública, que acabará por dejar de ser apetecible para quien paga por la exclusividad. Cada vez las listas de espera y los problemas de atención en la privada son mayores precisamente porque no son capaces de atender el volumen de nuevos clientes. Y la sanidad privada se paga para no esperar.

Ayuso representa la culminación de casi 30 años de reforma neoliberal en Madrid donde han atraído a todos aquellos que no necesitan la educación y la sanidad pública, pero sí mano de obra maltratada. Los campos de concentración de exiliados laborales que antes representaba el cinturón rojo han sido colonizados por PAUs donde vive gente más pudiente que cambia la sociología del voto madrileño en un plan perfectamente trazado que la izquierda madrileña no supo ver hasta que fue tarde. Madrid es un gran laboratorio donde la desigualdad ha sido sembrada y ha provocado que los que más renta tienen voten a quien tienen que votar para proteger sus intereses y los que menos tienen dejen de hacerlo, cansados de que su situación no cambie. La sociopatía Ayuso es su modelo. Un plan ideológico que tiene como objetivo atraer las rentas más altas de toda España con bajadas masivas de impuestos, abandonando a las más pobres y negándoles los derechos públicos básicos como la sanidad, que emanan de los impuestos, para que vivan en la abstención con el simple cometido de servir como mano de obra de servicios. El plan de Ayuso es bajar los impuestos a los ricos para que los pobres mueran sin saber de qué. 

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