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A la política se viene llorado de casa

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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Menos mal que hoy vuelve el frío porque las capuchas que nos han distribuido a los colaboradores de elDiario.es pican bastante con el calor. Te suda la coronilla y la traspiración se vuelve difícil si estás en movimiento. Es cómodo ser un periodista encapuchado en invierno, pero en primavera-verano la tendencia se complica. Como decía, afortunadamente han vuelto el frío y la lluvia. De hecho, esta es una buena semana para ser un periodista encapuchado porque el balaclava te puede servir indistintamente para protegerte de la lluvia, para hacerte pasar por cofrade, o para intentar asaltar el piso en el que viven Isabel Díaz Ayuso y su pareja, Alberto González Amador. Además, la capucha negra (pongamos que es negra), combina con todo y aporta un toque sofisticado de street style. 

De todas las invenciones que podía esparcir la Comunidad de Madrid, ergo el jefe de gabinete Miguel Ángel Rodríguez, sobre los periodistas de elDiario.es la de los asaltadores encapuchados es, sin duda, la más burda. Hay que reconocerle, eso sí, tal plus de abulencia que no dejó margen de duda sobre la inverosimilitud de la noticia, aunque algunos panfletos afines le comprasen el bulo. “Hola, buenas tardes. Verá, soy un periodista de elDiario.es, aquí puede ver mi acreditación, y venía encapuchado a asaltar un piso de este edificio. ¿Me abre?”. 

MAR también señaló y filtró los nombres de dos grandes periodistas de El País por el mero hecho de hacer su trabajo: preguntar en la calle. A quién se le ocurre hacer preguntas en una vía pública, encima identificándote como periodista. ¿Qué será lo siguiente? ¿Hacer preguntas por teléfono? ¿Hacer preguntas en ruedas de prensa? ¿Hacer preguntas en entrevistas? ¿Publicar lo que te responden? ¿Cómo podría Isabel Díaz Ayuso soportar tal nivel de escrutinio y acoso?

Por supuesto, Ayuso no es la primera política en erigirse como víctima, agraviada, atacada y perseguida por la prensa. Tampoco es la primera política en intentar matar, metafóricamente, al mensajero cuando el mensaje no es conveniente. Pero seguramente no tiene precedentes esta estrategia deliberada desde su gabinete por socavar e incluso amenazar con triturar a un diario. Lenguaje mafioso cum laude. Pura escuela David Chase. Es un precedente peligroso, aunque no novedoso. Lesley Stahl, periodista de CBS News, contó que una vez fuera de cámara le preguntó a Donald Trump por qué atacaba continuamente a la prensa. “¿Sabes por qué lo hago?”, le respondió Trump. “Lo hago para desacreditaros y humillaros a todos, para que, cuando escribáis historias negativas sobre mí, nadie os crea”. 

Miguel Ángel Rodríguez, prosélito del matonismo trumpista, es un experto manipulador de los medios. Él, Ayuso y los miembros del gobierno regional seguirán alimentando estos días la teoría de la persecución, dirán que no ha habido política más perseguida que ella en toda la historia de la democracia, la postularán como mártir inmaculada del quinto poder, clavado su cuerpo en la cruz de la insidia mediática. Señalarán al periodista para que nadie crea lo que se publica. Matarán al mensajero. Repetirán que a ellos nadie les da lecciones sobre libertad de prensa. Y les funcionará con bastantes de sus fieles y devotos votantes, por eso lo hacen. Pero, ¿hasta cuándo les funcionará?

Hace dos años, durante una sesión de la Asamblea de Madrid, Isabel Díaz Ayuso le dijo a la entonces líder de la oposición madrileña, Mónica García, que “a la política se viene llorado de casa”. Continuó afirmando que “si no puede soportar la presión, sea sustituida por otro compañero que pueda estar a la altura”. En la política, bien lo sabe MAR, las palabras siempre terminan regresando a tu orilla cuando la marea fluye en contra. 

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