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El privilegio de la libertad

La periodista saharaui Ebbaba Hameida, una de las premiadas por Desalambre.

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En estos tiempos de tanto ruido e información averiada empaquetada en la opinión como excusa, pienso en lo que escribía la escritora italiana Natalia Ginzburg. La editorial Einaudi acaba de publicar Vita immaginaria, una colección de artículos y algún texto inédito personal. Ginzburg, que prefería dedicarse a la ficción con sus bellas y empáticas novelas, escribió también algunas reflexiones que siguen actuales sobre el privilegio de la libertad.

“Para mí y para un grupo de personas idénticas a mí, 'libertad' significa decir todo lo que nos pasa por la cabeza… Es, sin embargo, un derecho sostenido por numerosos privilegios”, escribió en marzo de 1972. “Tal vez sería justo y necesario que cada uno pensara no en su libertad, sino en la de los demás”.

El valor de lo que dice Ginzburg es pensar en el privilegio de escribir, de ser escuchado y también de estar informado. Y en quien lo tiene: “Un grupo de personas idénticas a mí”, escribía ella. La uniformidad de renta, de raza, de edad e incluso de género marcan a menudo las voces más prominentes. 

Los periodistas, y en cierta medida los escritores, tenemos una responsabilidad especial a la hora de ejercerlo. Sobre todo pensando en la parte de la población que no tiene el privilegio de ser escuchada por recursos, profesión o discriminación. Y por eso es tan importante la labor de los reporteros que hacen un esfuerzo para que sea así. 

Las personas y organizaciones que premiamos este año en Desalambre, nuestra sección de derechos humanos, son un ejemplo de ese tesón para utilizar bien el privilegio de tener un medio o una organización detrás para financiar y amplificar el mensaje. Se trata de reporteros que han dedicado su carrera a cubrir la inmigración y buscar nuevos ángulos para convencer a sus medios y a su audiencia de que eran importantes o que se esfuerzan por contar a fondo la historia de una sola persona que merece ser escuchada. Se trata también de académicos que estudian los datos que quieren esconder los gobiernos sobre asuntos incómodos y de activistas que logran empujar una campaña poniendo la cámara delante de personas que tienen mucho que contar y no lo cuentan o que consiguen superar sus propias barreras.  

Demasiado a menudo se utiliza el privilegio de la libertad para difundir bulos, insultos o falsedades que incluso pueden poner en peligro la vida de las personas, especialmente de las menos informadas y las que tienen menos espacio para compartir sus preocupaciones. Ojalá cunda el ejemplo de quienes, como nuestros premiados en Desalambre, piensan más en la libertad de los demás. 

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