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Profesores y poetas frente a políticos profesionales

Ruth Toledano

Una persona relacionada con el PSOE me dijo el otro día que le preocupaba la proliferación de candidatos electorales que no son políticos profesionales. En su opinión, para ejercer la política, “hay que saber”. Venía a decir algo así como “zapatero a tus zapateros”. Intenté hacerle ver los agujeros que los profesionales de la política nos han dejado en las suelas, los cordones perdidos, los tacones gastados. Las grietas de las botas por las que se nos meten en el cuerpo los lodos en que se han convertido sus profesionales polvos. Ella no compartía mi visión (“no todo ha sido malo”) y yo no comparto su opinión: lo más político que ha pasado en décadas en este país ha sido lo menos profesional, el 15M. De entonces procede el cambio, la posibilidad, que estamos viviendo ahora.

Por las calles del 15M se vieron muchos profesores, muchos poetas, muchos escritores, muchos periodistas. En las plazas asistimos a clases, en sentido estricto, de economía, política y filosofía. Catedráticos, profesores y maestros convirtieron las calles en aulas de futuro. Hoy, más allá de las siglas a las que represente cada uno de los candidatos, es llamativo observar que las listas se hayan plagado de profesores, poetas, periodistas. Gente independiente que en muchos casos proviene del mundo de la cultura. (Excepto en las listas del PP, donde es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que encontrar a alguien del mundo de la cultura, y donde además son el summun de la profesionalidad política, tal y como nos la han hecho entender: lo más parecido a una banda de delincuencia organizada).

El hecho de que las listas se hayan llenado de candidatos no profesionales de la política significa algo sustancial. Significa, para empezar, que los profesionales de la política lo han hecho rematadamente mal. O peor. Que cuando decíamos “no nos representan” estábamos hablando de manera literal: cuestionando la gestión de los presuntos expertos. Significa, además, que estábamos reclamando el poder para los ciudadanos, puesto que los profesionales en quienes habíamos delegado nos han abandonado y traicionado. Significa que queríamos echar a los apoltronados, a los espíritus funcionariales, a los gestores de halo vitalicio, a todos aquellos políticos profesionales con ánimo de contrato indefinido que, bajo la excusa de “saber hacer”, nos han llevado al desastre. Y el hecho de que los candidatos actuales sean profesores, escritores o poetas revela una imperiosa sed de ideas, de reflexión, de educación, de formación. El anhelo por crear sociedad, la disposición a componer un nuevo relato. La necesidad de pasar página.

Puede decirse, es cierto, que a muchos de los que ahora se ve en ciertas listas no solo no se los vio por el 15M sino que explícitamente manifestaron sus reservas y hasta su desprecio. Es cierto que tales candidatos han de saber que, muy posiblemente, lo que hace cuatro años torcía su gesto y levantaba su nariz es hoy su trampolín. Pero bienvenidos sean. Porque significa que han tenido que plegarse a reproducir lo que tanto han criticado. Por algo será. Pues profesores son los líderes de Podemos, Iglesias, Errejón y Monedero; poeta es Jorge Riechmann, del Consejo Ciudadano en Madrid, al que también pertenece el actor Alberto San Juan; poeta es Juan Carlos Suñén, secretario local de Podemos Ponferrada. Pero ahí están también el poeta Luis García Montero (IU), la periodista y escritora Ángeles Caso (Somos Oviedo), el profesor Ángel Gabilondo, el periodista y escritor Fernando Delgado, la escritora Carmen Amoraga (PSOE). Algunos solo vienen, obviamente, a lavar una cara. Aunque al menos, supongo, no pegarán chillidos. Algo es algo.

Porque se trata de redactar la política desde otro punto de vista. Otro distinto, por poner un reciente y burdo ejemplo, al de Luis Salom, asesor municipal del PP valenciano. Mientras los profesores y poetas abren las carpetas de su conocimiento, Salom debe de estar partiéndose la caja. Ha impedido que Guayem València pueda concurrir con ese nombre a las elecciones municipales: lo registró él para chantajearlos después. Imagino sus carcajadas como las de esos matones de patio de colegio cuya satisfacción consiste en humillar al bajito, al pobre o, por usar el sucio vocabulario que les es propio, al maricón. Cree que se ha salido con la suya, Luis Salom, un matón. Pero ha perdido él: ya no vale la política pandillera que representa. Los de Guayem concurrirán como ‘València en comú’ y, frente a su matonismo de campo de fútbol escolar, los profesores, escritores y poetas, más allá de las siglas, nos devolverán un poco de dignidad.

Quienes defienden a los políticos profesionales deben aceptar que se acabó el recreo, disponerse a abrir el libro del porvenir. Y no engañarnos. Nos quieren asustar con las dificultades de la gestión. Con voluntad, trabajo y transparencia, gestionar es más fácil de lo que pretenden hacernos creer: esto tenemos, así lo repartimos; esto necesitamos, así lo generamos. Estudiando, analizando, consultanto, decidiendo, creando. Lo difícil de la gestión es el chanchullo, el tejemaneje, la maniobra, el disimulo de la ilegitimidad, la trampa en la ilegalidad. Lo difícil es gestionar para el bien común cuando los gestores son una panda de cínicos, ladrones y matones. Lo complicado no es tejer, sino coser parches y que no se noten las costuras. Para eso sí que hay que saber. Pero otra clase de saber.

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