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La resurrección pujolista

Jordi Pujol, durante la presentación de la reedición de uno de sus libros, hace una semana.

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El pujolismo, tan denostado por sus adversarios y en los últimos años también por muchos de sus afines, vuelve a estar de moda. No solo porque cada vez en más círculos se reivindica abiertamente la figura de Jordi Pujol, a quien se intenta resarcir pese a estar pendiente de juicio tras haber confesado que fue durante décadas un evasor fiscal. También existe una pugna por ocupar el papel de partido transversal que jugó Convergència durante 23 años.   

La periodista Núria Orriols acaba de publicar ‘Convergència. Metamorfosi o extinció’ (Angle Editorial), un ensayo en el que revisa la evolución del partido y cómo ahora tanto desde la izquierda como la derecha se intenta ocupar su espacio. “Pujol consiguió la fórmula de la Coca-Cola de la política catalana”, resume con acierto Orriols. Esa misma receta, la de convertirse en referente del catalanismo, es la que buscan tanto ERC como el PSC y evidentemente una parte de Junts, la formación en la que hay más convergentes, empezando por su secretario general, Jordi Turull, y también otros que lo son aunque intenten disimularlo. 

El regreso de Xavier Trias como alcaldable de Barcelona presentándose como máximo defensor de Convergència, escondiendo las siglas de Junts en su campaña, evitando manifestarse rodeado de esteladas en contra de la cumbre hispano-francesa y no participando tampoco del apoyo a Laura Borràs en las puertas del juzgado, son la máxima expresión de cómo un sector del partido de Puigdemont quiere regresar a lo que fue. 

Trias repite una y otra vez la palabra “orden”. Orden puertas adentro y como catecismo electoral. Nada que ver con algunos de los episodios que su partido ha protagonizado en los últimos tiempos con imágenes como la de Borràs fotografiándose en una manifestación prohibida por los Mossos cuando Junts aún estaba en el Govern. 

Dirigentes como Jaume Giró o Victòria Alsina, recién llegados pero que se han significado por su interés en reconstruir la imagen de Pujol y el espíritu de Convergència “actualizado”, trabajan para que los sectores más radicales queden arrinconados. Son persistentes y a la vez conscientes de que su estrategia ya topó y puede volver a colisionar con la que tenga Carles Puigdemont. Sucedió con la salida del Govern, que el expresident alentó desde Bruselas y que Turull asumió como la única alternativa para evitar que el partido se fracturase en dos. 

Mientras Junts intenta aclararse, ERC ha ocupado el papel que el pujolismo jugó siempre en Madrid, con la diferencia de que los republicanos no darían apoyo a un gobierno del PP. El famoso ‘peix al cove’ del que presumía Pujol es el que aplica ahora el partido de Junqueras. Aprovechar la debilidad del PSOE para sacar lo que pueda aunque no lo explican así y rechazan la comparación con Convergència. Cuando se les plantea, la primera respuesta siempre es recordar que ERC sigue siendo un partido limpio de corrupción mientras que el de Pujol no solo fue condenado por el caso Palau sino que tiene aún causas pendientes como la del 3% que se investiga en la Audiencia Nacional o la que sienta a Laura Borràs en el banquillo por presuntamente haber fraccionado contratos para beneficiar a un amigo en su etapa al frente de la Institució de les Lletres Catalanes.

Sin llegar a prometer un Govern “business friendly”, como hizo Artur Mas en su primer discurso de investidura, los socialistas catalanes se han erigido como el partido preferido por los sectores empresariales catalanes. El PSC nunca ha tenido muchos problemas de interlocución con el mundo económico, entre otras cosas porque ha ocupado importantes parcelas de poder a través de los principales ayuntamientos y la Diputación de Barcelona. Pero ahora, tras la metamorfosis de Convergència en siglas diversas y la desestabilización que supuso el procés, Salvador Illa se ha convertido en el favorito de las élites económicas, esas que tienen aversión al independentismo, algunas de las cuales impulsaron a Ciudadanos, y que hacen campaña a favor de Trias y Jaume Collboni para evitar que Ada Colau siga en la alcaldía de Barcelona.

Illa ha desempolvado proyectos urbanísticos que se habían descartado por su impacto medioambiental, hace bandera de las políticas de seguridad y considera que en la capital catalana hay que abrir una nueva etapa pese a que el PSC sigue formando parte del equipo de gobierno de Colau. Justo lo que quieren escuchar muchos antiguos votantes de Pujol.

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