Del rey abajo, ninguno
Del rey abajo, ninguno. Firmó Zorrilla un drama sobre el honor. Puede que allí en su siglo el control de la hembra fuera decisivo. En este siglo el honor no reposa sobre hímenes sino sobre cuentas en Suiza. No obstante hay que suscribir su rótulo: Del rey abajo, ninguno. Republicanos que seamos. Los convulsos tiempos actuales nos ponen igual frente a estos trabajos de honra y honestidad. Poco hemos avanzado.
El jefe del Estado y el presidente del Gobierno tomando caminos distintos frente a la misma encrucijada. Porque desde su llegada Felipe VI se ha dado cuenta de que hay cosas que ya no se van a soportar y porque Mariano Rajoy no termina de toparse contra esta realidad social y política indiscutible. Quizá en esta diferencia se acabe cifrando también su estadística de supervivencia.
Subido al trono por el efecto devastador del tsunami de la intransigencia ciudadana, el Rey sabe que su reino es muy de este mundo. Que sólo la ejemplaridad y la honorabilidad indiscutida tiene la suficiente fuerza moral como para mantener la institución que representa. La monarquía es intelectualmente indefendible. Por eso hablamos de su utilidad. Y esa utilidad pasa por su intachabilidad. Felipe lo sabe. Por eso ha virado la fragata de su reinado. Por eso nos ha dejado saber que lo de su hermana le parece indefendible incluso si no es reo de delito penal porque a un Rey y a lo que le rodea se le exige algo infinitamente por encima de no ser un delincuente. Del “estupor” de Zarzuela hemos llegado al “respeto” y eso les ha costado a los Borbones una abdicación. Ese lenguaje no lo olvida una dinastía.
En el lado opuesto el presidente en funciones. Porque la corrupción que descubre las ilegalidades y los delitos que rodean a la financiación y al funcionamiento interno de su partido no le parecen sino anécdotas. Porque el hecho cierto de que su partido esté imputado en un procedimiento penal no le dice nada. Porque todos desconocemos qué nivel de corrupción y de inmoralidad debe alcanzar su partido para que deje de reírse de nosotros diciendo que son casos aislados.
En algún limbo desconocido se encuentran esos dinosaurios ideológicos antes progresistas, hijos de la alfombra y del coche oficial, esos nostálgicos del reservado que pretenden que hay algún futuro en pactar para mantener en el poder a semejante nido de iniquidad.
Señores hidalgos del poder económico, patriotas de sus mamandurrias: ténganlo en cuenta. Del rey abajo, ninguno. Porque si el Rey sabe que hay cosas que ya no son posibles, ustedes están ya tardos para darse cuenta.