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Sanidad desmantelada a la madrileña

Dos personas aguardan a las puertas del centro de salud en la localidad madrileña de Morata de Tajuña. EFE/Mariscal/Archivo

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La Comunidad de Madrid prevé un plan de reestructuración de la Atención Primaria en salud que, por los datos que se conocen, supone una nueva fase del desmantelamiento de la sanidad pública. Todavía es Isabel Díaz Ayuso presidenta en funciones y ya se trabaja en esa clara dirección. Primero avisó un informe del Sindicato CCOO que adelantaba la supresión de más de 2.000 empleos en los centros de salud durante los próximos cinco años. Y siguen más indicios.

Los llamados Planes de Contingencia del gobierno Ayuso marcan con claridad que no piensan cubrir las bajas de médicos de cabecera y pediatras y prevén una reestructuración que plantea cerrar decenas de ambulatorios. En una de las zonas asistenciales, Centro, según informa El País con datos documentales, se proponen cerrar 41 de los 49 dispensarios. Ocho quedarían abiertos para atender a casi 1.300.000 personas de los barrios de Latina, Carabanchel, Usera, Villaverde, Chamberí, Barrio de Salamanca, Chamartín y Ciudad Lineal. Aparentemente es uno por barrio, algunos de los cuales son de gran extensión. Saturación y listas de más espera están aseguradas.

Esa organización que debe aprobar “la Gerencia”, dice, se basa “en el cierre total o parcial de centros según circunstancias, en la movilidad de profesionales” y “en la concentración de esas plantillas” para que “atiendan por teléfono al conjunto de la población”. Estamos pues ante un cambio de paradigma que pretende consolidar la Atención Primaria de los más crudos de la pandemia. Muchas patologías quedaron mal atendidas por la falta de medios. Y ahora se trata de reducirlos más. Los profesionales consultados coinciden en que es un desmantelamiento de ese sector fundamental del cuidado de la salud. En una Comunidad que ya tiene –a  lo largo de los 26 años de mandato del PP- los peores servicios sociales de España, como demostró la crisis del coronavirus. Y, después de Andalucía, es la que menos invierte en Sanidad por paciente. Invierte del presupuesto estatal, del dinero que recibe del erario, porque hay cabezas defensoras de Aguirre diciendo: pues yo nunca he tenido que pagar para ir al médico “como dice la izquierda que ocurre”.

Están siendo días particularmente intensos en noticias pero en mi opinión esta amenaza a la salud de los ciudadanos es de primer orden porque muertos o enfermos el resto de los asuntos sobran, si me perdonan la obviedad.

El asunto es todavía más grave si se piensa que esos dos millones de personas votantes de Ayuso y Monasterio han provocado en Madrid en realidad un cambio de paradigma social que quieren extender a toda España (excepto Catalunya y País Vasco donde no pueden porque carecen de peso). El avance de esta derecha extrema y privatizadora se refleja en las encuestas si concedemos que algunas de ellas no están manipuladas. Sus seguidores aceptan, al parecer, el desmantelamiento de la sanidad pública que han votado. O no se lo creen. O lo adornan con las falacias de las fake news salpicadas de insultos.

Estos días The New York Times está haciendo públicas sus investigaciones sobre el coste personal de la pandemia en EEUU, recogiendo testimonios y datos. El caso más llamativo es el de Irena Schulz, que perdió a su padre enfermo de coronavirus, y que debe un millón de dólares por los tratamientos. El costo varía según los seguros contratados y el Estado en el que vivan. La media de los estadounidenses infectados por Covid-19 ha sido de 23.000 dólares por enfermo que haya tenido que ser ingresado.

El mantra ultraliberal opone enseguida que allí no se dejan la mitad de su vida laboral en impuestos y que con ese dinero se pueden pagar cualquier tratamiento. Cosa que no es cierta, al margen de la insolidaridad que supone como principio ético. En Estados Unidos sí es menor la carga impositiva, especialmente para las grandes fortunas. Algo que Biden se propone cambiar. Pero todos pagan, evidentemente; hay que costear el Estado. Aquí, por cierto, entre elusiones y evasiones fiscales tampoco muchos ricos cotizan lo que deben. Y Madrid se ha convertido en un paraíso fiscal para los más pudientes que incluso trasladan su domicilio a efectos administrativos a esta comunidad.

Muchos norteamericanos siguen sin tener seguro médico privado o no con las coberturas suficientes para una contingencia seria. Cada año alrededor de 530.000 personas se declaran insolventes por deudas relacionadas con enfermedades. Y eso antes de la pandemia. Llegado el coronavirus, EEUU ostentó el primer puesto de víctimas mortales en el mundo durante meses. Además de la errática política de Trump al respecto, se evaluó que un 44% de la población no acudió al médico en los primeros meses aun encontrándose enferma por miedo a los costes sanitarios asociados

Al margen de la broma macabra de la libertad madrileña, es evidente que a millones de personas no les importa la salud de los demás si pueden pagarse un seguro privado. Ni a la presidenta Ayuso si se evalúa su gestión en los geriátricos –insisto, sí- y los recortes en la sanidad pública que sigue propiciando.  

Se advierte que el nivel cognitivo de algunos seres llega al punto de creer que la sanidad pública no cuesta dinero o de tragarse que un almacén de ladrillos que aloja a un hospital con grandes carencias es para tratar el Covid y no para dar negocio a las principales constructoras que allí participaron. Quizás influidos por la propaganda que despliegan los medios como sucedáneo de la información. Por las tendencias que marcan: Ayuso gana la batalla a Sanidad y habrá toros y tenis con público, publicaba La Razón del multitertuliano Francisco Marhuenda el 29 de abril en vísperas de las elecciones. También El Mundo dijo algo parecido. Pírrica victoria. Era la guinda de un pastel cuajado de portadas, entrevistas, fotos con disfraces varios y loas. Cuando la derecha quiere colocar a sus peones, no tiene igual.

Y coronando el paquete aquellos a quienes el triunfo de su equipo les satisface mucho más que mantener íntegra su salud y la de los suyos, los del “cómo escuece el éxito de Ayuso a los progres, me parto”.

Se respira en Estados Unidos cierta euforia por la nueva etapa que ha desterrado a Donald Trump. “El orden neoliberal parece estar colapsando”, publicaba esta semana The New Yorker. “Una generación de jóvenes activistas de EEUU tratan de asegurar que sea reemplazado por el populismo progresista, no por la derecha fascista”. Una esperanza que en España se trueca en temor al ver los hilos con los que se teje el futuro que unos pocos dirigen. Con todas sus mentiras y desastres, Trump fue votado por más de 72 millones de personas. ¿Quieren más causas aún para entender por qué Ayuso va a seguir siendo presidenta de Madrid casi por mayoría absoluta y va a seguir desmantelando la sanidad pública?

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