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El sentido común

Cristina Pardo

No pretendo suscitar aquí hoy un debate sobre el llamado humor negro, que a mí dicho sea de paso no me entusiasma. En general, no me siento identificada con esa manera de enfocar las cosas. Aprecio más la ironía sutil. En todo caso, yo situaría los límites en el sentido común y, en último término, en los tribunales. Desde ese punto de vista, a mí no me hacen gracia los tuits de Zapata. Tampoco los de Soto, por cierto. Ni los de aquella que quería “colgar” a Botín o aquel que escribió que había que “empalar” a Toni Cantó. Pero hoy ni siquiera voy a entrar en si el llamado humor negro es admisible o no, porque entre otras cosas creo que es muy subjetivo y que hasta la oscuridad tiene matices.

Lo que me parece realmente preocupante es la capacidad argumental de estos nuevos fichajes para la vida pública, a pesar de que estemos hablando de antiguos tuits. Quiero que las personas que me representan sean capaces de cuestionar la labor de un Ministro con ideas, no mandándole a la guillotina. Quiero que las personas que me representan no escriban un texto de 11 líneas en un blog sin más recursos que cagarse dos veces “en la puta madre” de políticos de otros partidos, decir que lo mandaría todo “a tomar por culo” y concluir que si viviera en Bilbao se sentiría legitimado para pelear por la libertad “por medio de la lucha armada”. ¿Es mucho pedir que un representante público tenga otra manera de discurrir? ¿Conoce realmente Carmena a los integrantes de su lista? ¿Es consciente la alcaldesa de que este tipo de actitudes generan inquietud y acrecientan el “miedo al cambio” que ella quiere combatir?

No me sirve como argumento de defensa que si un día defendimos el humor y la libertad de expresión de Charlie Hebdo, ahora tengamos que justificar los chistes sobre Marta del Castillo. Por una sencilla razón: a los trabajadores de la publicación francesa no les pago yo, sino aquellos que por voluntad propia compraban la revista. A los concejales, diputados, presidentes y demás cargos electos, sí les pagamos nosotros y es exigible un plus de ejemplaridad. Están ahí para solucionar problemas, no para crearlos; para unir, no para azuzar el enfrentamiento. 

Y por último, no comparto el argumento esgrimido para adornar la dimisión a medias de Zapata y para mantener en sus puestos al resto: “Es que los del PP también lo hacen y no se van”. Eso ya lo sabemos. Hemos visto estos días cómo dirigentes políticos que no son consecuentes exigen ahora blancura moral para la oposición. Es lamentable, en tanto en cuanto refleja un doble rasero inaceptable. Pero es que Podemos y Ahora Madrid nos han dicho que vienen a hacer nueva política. Y no me parece muy nuevo el “y tú más”, ni me parece novedoso situar el límite ético donde lo pusieron los que actuaron mal. Hechos, no palabras. No nos recuerden permanentemente que son mejores que aquello que vemos por el retrovisor. No tiene sentido discutir por ver quién es el menos malo cuando tienes en tu mano la oportunidad de ser el mejor. 

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