“Tax the rich”, no sea que acabe siendo “Eat the rich”
Ayer circuló la foto de un activista manifestándose frente a la sede del Foro de Davos, sosteniendo una pancarta de cartón donde había escrito a mano “Tax the rich” (Pongan impuestos a los ricos). Hasta ahí nada raro, la reunión anual de Davos siempre es aprovechada por grupos sociales y ecologistas para denunciar la desigualdad capitalista. La noticia era que el activista que pedía impuestos para los ricos es… un rico. Phil White, un millonario británico, ex consultor de negocios ya retirado. Fue a Davos a pedir, exigir, casi suplicar, que los gobiernos le hagan pagar impuestos, a él y a los de su clase.
No es el único. También en Davos 200 millonarios -estadounidenses y británicos la mayoría, ningún español- han firmado una carta pidiendo que les graven su riqueza: “Tax me now!”, “¡Háganme pagar impuestos ya!”. Se hacen llamar “Millonarios Patrióticos”. Lo mismo hacen los “Millonarios por la Humanidad”, medio centenar de ricos alemanes que piden que su gobierno revise las leyes fiscales; y grupos similares han surgido en otros países -no en España, que se sepa-.
¿El mundo al revés? ¿Resulta que los megarricos no eran esos panzudos con chistera y puro que siempre salen en las caricaturas, sino gente solidaria, con conciencia social, deseosos de compartir su fortuna con la humanidad? Bueno, no corramos tanto. Si uno mira el perfil de los ricos solidarios, no son precisamente hermanitas de la caridad. Detrás de cada fortuna, un crimen, que decía el clásico. Al frente de los Millonarios Patrióticos, por ejemplo, está Morris Pearl, que antes fue director gerente de Blackrock, que sabrán que no es una ONG: el mayor fondo de inversión del mundo.
¿Entonces? ¿Qué pretenden esos ricos pidiendo pagar impuestos? ¿Se ríen de nosotros? ¿Se lavan la mala conciencia desde la tranquilidad de que no acabará ocurriendo? ¿Traman algo, es un plan genial para ganar aún más dinero? Yo les diré lo que buscan: sobrevivir. Que no nos los comamos. Porque como no tenga éxito el “Tax the rich”, detrás puede venir otro viejo lema: “Eat the rich”. “Cómete a los ricos”, inspirado en una frase apócrifa, atribuida a Rousseau y vinculada a la Revolución Francesa: “Cuando la gente no tenga nada que comer, se comerán a los ricos”.
Esos concienciados millonarios deben de ver Netflix y otras plataformas. No son ajenos a cómo los ricos se han convertido en frecuente objeto de burla, estafa, robo, castigo y revancha, cuando no humillación, tortura y asesinato, en películas y series populares. Cómo el rencor de clase y el odio a los privilegiados se vuelve moneda corriente en la cultura popular. Sobre todo entre los más jóvenes, que aplauden, viralizan y crean memes cada vez que en una película o serie un millonario se lleva su merecido. “Fuck the rich! ¡Parásitos!”
También conocen los informes que en los últimos años avisan del brutal aumento de la desigualdad en el mundo. Esta misma semana lo recordaba Oxfam, precisamente en Davos: el 1% de los más ricos se ha quedado con dos tercios de la riqueza generada en el mundo durante la pandemia. El 99% de la población nos repartimos malamente el tercio restante. Las fortunas de los megamillonarios crecen a un ritmo de 2.700 millones de dólares diarios. En el caso de España, la riqueza de nuestros 26 milmillonarios aumenta casi tres millones de euros al día desde el comienzo de la pandemia. Por contraste, no hace falta que les recuerde lo que pasa últimamente con nuestro poder adquisitivo.
En el propio Foro de Davos se ha presentado el Informe sobre Riesgos Globales del Foro Económico Mundial. Una encuesta a líderes políticos, empresariales y financieros de todo el planeta, y que este año señala como principal riesgo a corto plazo la crisis del coste de la vida. El resto de amenazas tienen que ver con la emergencia climática sobre todo. Si combinamos ambos riesgos, una crisis climática con cada vez más episodios extremos, y una desigualdad como no ha habido antes en la humanidad, con cada vez más población empobrecida y principal víctima de una crisis climática (a la que por cierto han contribuido especialmente los megarricos), el resultado es una bomba de relojería. Tic-tac, tic-tac, tic-tac…
Supongo que ser megamillonario con ese panorama de mierda no mola nada. Tener tanto dinero para acabar encerrado en un búnker, no salir de la urbanización, tener que gastar más en seguridad privada, o acabar emigrando al espacio -la fantasía tecnoutópica de algunos millonarios-, todo por miedo a que te coman por los pies, no es lo que uno desea. Ni para él, ni para sus herederos que seguirán siendo ricos. Mejor pagar impuestos.
Mientras tanto, en la tierra de la libertad, a.k.a Comunidad de Madrid, su heroica presidenta llevará al Constitucional el modesto Impuesto Temporal de Solidaridad que el gobierno ha puesto para las grandes fortunas. Su plan es que los madrileños coman libertad.
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