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El trabajo no cura. Madrugar, menos

El dúo Estopa, en un concierto en septiembre.
24 de diciembre de 2023 21:29 h

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“Madrugar es una puta mierda, y eso lo sabemos todos los que hemos madrugado”. La frase, con indiscutible gancho, carne de merchandising, no es mía, pero como persona que ha madrugado e incluso premadrugado durante mis años como redactora de ‘Hoy por Hoy’, la suscribo, evidentemente. En realidad, solo no la suscribirán aquellos que únicamente madrugan para coger aviones, o los que se levantan a las seis de la mañana de forma voluntaria para aprovechar el día poniendo en práctica alguna rutina establecida por un coach (inciso: en algún momento tenemos que hablar de la expresión “aprovechar el día”). La frase, decía, la soltaron David y José Muñoz, es decir Estopa, en una entrevista en el diario El Mundo: “Madrugar es una puta mierda y eso lo sabemos los que hemos madrugado”. Intachable. No hay Dios que te ayude a madrugar, no hay refrán que levante el espíritu ni el cuerpo, si te han sonado varias alarmas para meterte en una oficina por poco más de mil euros al mes.

Es imposible abstraerse del trabajo porque el trabajo, con mejor o peor suerte, sigue controlando el tiempo y los recursos emocionales de las personas. De esto te das cuenta al hablar con amigos o familiares estos días de eventos navideños (eventos como eufemismo de comer). Enseguida se presentan en fila india, sin orden alfabético, sus problemas laborales: a una le han retirado los días de teletrabajo, la otra no tiene tiempo para conciliar, otra tiene una jefa intermedia que le hace la vida imposible, otro está atrapado en un trabajo que detesta, otra tiene 25 días de vacaciones acumuladas solo por horas extras –imposible calcular la cantidad de horas extras acumuladas–, otro quiere hacer un máster para complementar su formación y poder aspirar a un puesto mejor, otra siente que se le está pasando la vida por delante con un sueldo que solo le permite asumir un alquiler precario. El trabajo se come los días y después vomita, empachado, todas nuestras frustraciones.

Las oficinas como entornos competitivos son gran parte del problema, no el único. ¿De verdad se está comprando ropa en el ordenador del curro? ¿Cuántos días ha enfermado ya en lo que llevamos de mes? ¿Quién toma el descanso más corto para la comida? ¿Cuántas veces ha salido ya a fumar? ¿Cuánto cobra por hacer menos que yo? Mira, mejor no saberlo. He escuchado que van a traer a alguien de fuera, en vez de promocionar a alguien de la casa. ¿Y ese nuevo CEO de dónde sale? ¿Alguien lleva la cuenta de cuántos días se ha cogido ya de vacaciones? ¿Pero cómo se puede ser tan inútil?

La filosofía inculcada por las empresas es otro gran culpable, no el único. Ese mantra de convertir el trabajo en una cuestión de compromiso propio y pasional. Por tanto, cuando se produce un fracaso (el de no poder gestionar una carga de trabajo, no conseguir un ascenso, no alcanzar un determinado objetivo, no sentirte útil o valorado), este se termina gestionando como un fracaso personal y no como algo ligado a la propia estructura o condiciones de la empresa. Tú eres el que has fallado, amigo currante.

Reconforta leer la entrevista a Estopa porque, pese a su éxito, no se han convertido en dos personajes cómicamente desligados del mundo real. No se han vuelto ingenuos o desclasados. Ellos, que han currado y mucho antes de la fama, le quitan al trabajo esa aura redentora, casi mesiánica, que se le ha concedido desde hace décadas. Nadie dice que el trabajo agradable deba serlo menos. Pero el trabajo emocionalmente satisfactorio, incluso poderosamente vocacional, sigue siendo trabajo. El verdadero logro del sistema actual es conseguir que los trabajadores crean que su trabajo les sirve a ellos mismos y no al propio sistema.

PD. Ah, y feliz Navidad. Especialmente a todos los que estéis trabajando hoy.

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