Utilizar a los muertos
Pocas cosas hay más miserables en la vida que utilizar a los muertos para sobrevivir. Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso, ha manoseado el nombre de la fallecida Rita Barberá para lanzarle un balón de oxígeno a Cristina Cifuentes. En realidad, le lanza la mano al cuello, porque Hernando ya quedó en evidencia cuando Rita murió y usó aquella tragedia para mentir: la exalcaldesa no murió por “linchamiento”, sino por una enfermedad hepática.
Con el cadáver de Rita Barberá aún caliente, el portavoz del PP se hizo forense y salió a culpar a los periodistas llamándoles “hienas”. Aún estamos esperando sus disculpas, porque a Rita no la mató “el acoso de los medios”, sino la cirrosis. Como a Hernando le vale todo y se lo consienten, los demás parece que tenemos que acostumbrarnos a semejante catadura moral. De él ya nada extraña. Rajoy le puso ahí para eso, los suyos le aplauden y los demás le pagamos.
Cobran todavía un sueldo público unos cuantos que han salido a defender a Cifuentes, igual que defendieron a Rita Barberá. Si Hernando culpa a la prensa de hacer “periodismo de escrache”, fue nada menos que el ministro de Justicia de España quien dijo que teníamos que tener “sobre nuestras conciencias” haber contado “barbaridades sin pruebas” sobre Rita. Fue después de que Celia Villalobos señalara a los medios por “condenarla a muerte”. Como se ve, son jóvenes de la política, igual que Rajoy o Cifuentes, nada dados a seguir en la poltrona.
En el caso de Cristina Cifuentes solo nos queda ver decadencia. Está claro que ha mentido, que el periodismo ha hecho su trabajo y que cabe exigirle responsabilidades políticas y judiciales. Nada más. Y nada menos. Cifuentes jugó una partida y pierde por goleada. La han pillado fuera de juego. Aunque ya sabemos que Rajoy sigue fiel a su estilo y ha puesto a los suyos a dar patadas en el campo. Solo le queda perder el tiempo, tener el apoyo de la hinchada más hooligan, quejarse del árbitro, comprar a algún jugador de otro equipo e intentar robarnos el partido.
Mientras, anótese, aunque sea fuera de nuestras fronteras, la dificultad de ejercer el periodismo en España. En lugar de dimitir, se presentan querellas contra periodistas que supondrían penas de cárcel, se les amenaza, se les insulta o se les responsabiliza de la muerte de una política que estaba enferma. Nada nuevo en un país donde el portavoz parlamentario del partido del Gobierno está condenado por vulneración del honor, intentó agredir a otro diputado y utiliza a los muertos: ya sean del franquismo o de su propio partido.