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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

¡Nos vemos en las urnas, hermanas!

Vista del inicio de la manifestación en Madrid convocada con motivo del 8M para reclamar una igualdad real entre hombres y mujeres y denunciar las violencias machistas.

Elisa Beni

“El feminismo es una revolución, no un reordenamiento de consignas de marketing(...) El feminismo es una aventura colectiva, para las mujeres pero también para los hombres y para todos los demás.Se trata de dinamitarlo todo.Y dicho esto, buena suerte chicas y mejor viaje...”

Virginie Despentes. Teoría King Kong

Lo hemos hecho otra vez. Ha sido grande, ha sido hermoso y ha sido político. ¡Claro que fue político! ¿A qué vendría salir a las calles si no fuera para obtener poder y la exigencia de las justas reivindicaciones? Somos mujeres y hacemos política. Tenemos todo el derecho a irrumpir en lo político y ocupar el espacio público -el físico y el del debate- con nuestros planteamientos y nuestras demandas. ¿Quién podría negárnoslo? Los de siempre y lo de siempre. Antes era por desprecio y por puro desprecio, ahora porque nos temen y porque creen que aún pueden reposicionarnos donde nos necesitan y colocarnos donde conviene.

El feminismo es una revolución. Es la revolución pendiente. La revolución que aspira a cambiar el mundo porque la obtención de la igualdad real, tan asquerosamente manoseada en estos días, es sólo uno de los objetivos pero no el único objetivo del movimiento feminista. La revolución feminista, y gran parte de nuestros esfuerzos, va dedicada también a lograr incidencia política, cambios legislativos y económicos y de las estructuras de poder. Queremos un mundo que contemple nuestra dimensión, no un mundo hecho a la medida del hombre en el que nos dejen poco a poco subir escalones o ir encajando.

El feminismo es una revolución en marcha que ha venido para quedarse. El viernes lo volvimos a demostrar. No gusta a todas ni a todos, ninguna revolución lo hace, ni va a diluirse en el almíbar de las chicas buenas que simplemente quieren algunas mejoras en su posición personal. Somos cientos de miles y ningún gurú de campaña va a monopolizar, alterar o cambiar nuestra marcha porque tenemos muy claro a dónde vamos y qué queremos conseguir. Obviamente, tenemos derecho a voto. Eso lo recuerdan todos y nosotras, desde luego, también. Por eso, todos saben que esta exhibición de fuerza tendrá un reflejo en los próximos comicios y que no existe ninguna posibilidad de que, en el futuro, los partidos no tengan en cuenta nuestra posición a la hora de solicitar nuestro voto. Somos una fuerza con consecuencias políticas y vamos a ejercerla.

Hoy pretenden descalificar nuestra explosión en las calles afirmando que somos manipuladas de forma partidista. Lo de siempre y los de siempre. ¡Pobres chicas, hagáis lo que hagáis, nunca seréis vosotras, eternas marionetas! Hemos sido nosotras. Sólo nosotras. Nadie nos ha engañado ni seducido ni manipulado. Sólo hay partidos que hace mucho más tiempo que nos hacen caso. No de forma perfecta pero sí que nos tienen en cuenta. Hay partidos que tienen entre sus cuadros activistas feministas o grupos feministas de trabajo. Otros que en su explosión tienen mujeres feministas en sus cuadros pero un déficit de convicción que se les escapa aún en ramalazos. No todo son palabras sean estas inclusivas o no. Por fin, hay formaciones políticas en las que la presencia de la mujer es residual en las propuestas y adecuadamente subordinada en los cuadros de poder. Señoros con paisaje y mujeres de fondo. Señoros con mujeres en segundo lugar. Señoros con señoros y alguna mujer espolvoreada. Todo muy libre y muy respetable en democracia pero que no pueden aspirar a contar con los votos de las que gritan que se han cansado de esperar y de limosnas y que quieren de una vez por todas, aquí y ahora, lo que es nuestro por derecho y por justicia.

El análisis político de lo sucedido el viernes en las calles de España no admite cuestión. La misoginia y la teocracia de la ultraderecha son una excentricidad en comparación con el empuje feminista. Es conveniente asumirlo tanto a la hora de darle espacio y difusión como a la de realizar pactos o cordones. O estás con nosotras o estas con ellos. Eso vale para todos y sobre todo para Rivera y sus Ciudadanos. No menos lo es para Casado que, claramente, se ha situado cada vez más lejos de las feministas. Toda postura es aceptable en democracia pero todas no dan el mismo rendimiento y, precisamente por eso, la fuerza del feminismo se abrirá paso como imprescindible para cualquier proyecto que pretenda ser líder. Así funciona la política y por eso se sale a las calles. Sin nosotras hay menos posibilidades. Esta constatación debería operar como un verdadero acicate de transformación en aquellas formaciones cuyos idearios se quedan muy lejos de nuestras demandas sin embargo, lo que hemos visto hoy, es cómo pretenden corregirnos, desnaturalizarnos, domarnos y decirnos cómo debemos hacer las cosas. Craso error que veremos en las urnas.

El feminismo también tiene, como no, deberes que hacer y lecciones que aprender. No es la menor la de rentabilizar en términos políticos el esfuerzo de movilización para evitar que todo se convierta en un carnaval reivindicativo sin más consecuencias como muchos desearían. Es preciso además culminar los debates de fondo que recorren a las diferentes tendencias y que han amenazado este año con resquebrajar la convocatoria unitaria como son los referidos a la prostitución y el abolicionismo, la pornografía y otras cuestiones que cuentan con diversos referentes teóricos y prácticos y con distintos posicionamientos. El manifiesto leído en Madrid tuvo que aparcarlos para conseguir salir adelante.

El feminismo es un movimiento transversal pero no debe serlo tanto como para albergar al huevo de la serpiente. El patriarcado seguirá intentando hacernos pensar que hemos fracasado, que cualquier cosa que emprendamos es inútil o acabará mal. No saben que ya no oímos sus reproches ni queremos sus cadenas.

¡Nos vemos en las urnas, hermanas!

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