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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El verano no ha sido nuestro

El verano no está siendo nuestro

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Todo el mundo se ha hecho eco del epic fail del cartel de diversidad de cuerpos del Ministerio de Igualdad, desde la extrema derecha española a medios internacionales. Cuantos más detalles salían a la luz, peor pintaba la cosa, desde la suma exorbitada de 100.000 euros que resultó ser falsa (eran 5.000 euros al final) a todas las modelos cuyas fotos fueron plagiadas sin su consentimiento, hasta que la diseñadora gráfica/ilustradora modificó la imagen de la modelo Sian Green quitándole su pierna protésica y añadiendo un pecho a la modelo Juliet Fitzpatrick, cuando ella tiene ambos pechos amputados por cáncer. Hacía tiempo que una campaña no hacía tanto ruido en su lanzamiento.

Como diseñadora gráfica e ilustradora con más de 12 años de experiencia, tengo que poner en valor mi oficio. Os diré que 5.000€ por el diseño y la ilustración de un cartel es un trabajo que está bien pagado, hay que valorar no solo la pieza final sino todo el proceso que te lleva a ella: las reuniones para que te cuenten sus ideas (briefing), procesar lo que quiere el cliente y hacer brainstorming de ideas (debrief), proponer versiones al cliente, que el cliente elija, que haga 300.909 cambios, exportar distintos tamaños del cartel (digital, para impresión, para google ads, etc...).

Otros entresijos sobre el oficio: todo diseñador/ilustrador sabe que hay derechos de autor y, quien no lo sepa, o es estudiante (super super principiante) o no es un diseñador/ilustrador profesional. En las páginas de descarga y compra de tipografías y fotografías gratuitas como la malagueña freepik te indican cómo puedes usarlo: siempre gratuito pero mencionando a la fuente, gratuito para uso personal pero pago para comercial... Y si trabajas para una agencia de diseño o medio de comunicación, suelen estar abonados a banco de imágenes. Las fotos tienen copyright y hay que pagarlas, porque lo de ir robando por ahí te crea bastante mala fama. ¿Son suficientes esos 5.000€ para comprar fotos y tipografías y además pagar tus horas de trabajo? Pues depende, como todo, hay fotos y tipografías más caras y otras más baratas. En principio, si compras en bancos de imágenes las fotos (las sesiones de fotos son más caras) o pides permiso a los autores de las fotos para su uso y no compras tipografías hiper premium (hay algunas que son creadas solo para el cliente y tienen muy alto coste), sí debería ser suficiente.

Estos días leo sorprendida las disculpas tanto del Instituto de las Mujeres como de la artista que realizó el cartel:

—No sabía

—No nos constaba

—Teníamos buena intención…

Pues si nadie sabe nada, no sé por qué nadie se mete en el berenjenal de crear un cartel del Ministerio de Igualdad que se va a lanzar a nivel nacional. El diseño, la ilustración y la creación de copys son un oficio y este fiasco denota la profunda falta de profesionalidad que ha habido tanto en la selección de las propuestas como en su ejecución. Además, ¿cómo se trabajó la propuesta para que este haya sido el resultado? Manolete, si no sabes torear, pa' qué te metes. Si quieres un buen cartel para tu campaña, escoge a un buen profesional. No escojas a nadie por sus seguidores o por lo bien que quedará en redes. Creo que todos los madrileños recuerdan la cartelería de San Isidro 2018 creada por Mercedes Debellard, que gustó muchísimo en la capital. No, no fue asunto del azar, fue la profesionalidad del exdirector creativo del Ayuntamiento de Madrid, Nacho Padilla, que buscó a una artista, vio su portfolio y estableció altos baremos de calidad para el proyecto (también Mercedes pidió permiso a las mujeres retratadas por su imagen). Resultado: éxito, la cartelería de San Isidro fue motivo de orgullo, mientras que el cartel del verano, no tanto. 

Esta situación me entristece profundamente, porque aunque la voluntad de arreglarlo esté ahí, el daño está hecho. Ya me lo dijo mi profesor de filosofía del instituto: el infierno está lleno de buenas intenciones. Lo que podía ser una acción que daba representación a diversos cuerpos de forma fresca y amena está siendo un arma arrojadiza y nos está dejando una profunda vergüenza ajena (o al menos a mí). Soy de la firme convicción de que la diversidad necesita y merece representación en todas partes –playas, oficinas, televisiones o libros– y de que iniciativas como estas son necesarias, pero no hay que ejecutarlas de cualquier manera, no así, y como mujer que forma parte de una minoría siento que esta es otra de tantas oportunidades desperdiciadas. Y no, no tenemos tantas como para tirarlas de esta manera.

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