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Tu voto es decisivo

Una persona introduce su papeleta en la urna durante unas elecciones municipales.

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Hacía tiempo que no se registraba un nivel de acuerdo tan alto entre encuestas de tan diversa condición, alcance y variedad. Mires a donde mires, en estas elecciones municipales y autonómicas claramente convertidas en una primera vuelta de las generales, en aquellos territorios más simbólicos y decisivos pensando en esa hipotética segunda vuelta, su voto, amiga y amigo lector, decide como pocas veces antes.

La mayoría absoluta o relativa de Díaz Ayuso en Madrid, la continuidad del Pacto del Botànic en Valencia, otro mandato o el despido para el “pura raza” García-Page en Castilla-La Mancha, para Javier Lambán en Aragón o para Fernández Vara en Extremadura, el giro a la izquierda en el ayuntamiento de Madrid, el cambio de Ada Colau al PSC en el ajuntament de Barcelona o la resistencia socialista en el consistorio de Sevilla, penden de unos cuantos votos. Todos los resultados son posibles y la mayoría probables dentro de los abultados márgenes de error de unas encuestas demasiado caras para hacerlas más precisas en el ámbito local o regional.

A tenor de los datos disponibles sobre movilización, hoy, decidiría el voto de derecha y extrema derecha, más resuelto a ir a votar y con su papeleta ya mayoritariamente asignada. Los electores del PP y Vox tienen más claro que los electores de los demás que todo depende de un puñado de votos este 28M. Que la campaña haya girado en los últimos días en torno a ETA y la legitimidad del actual gobierno y sus pactos, ha servido para reafirmar aún más su convicción de acudir a las urnas con una doble motivación: castigar al traidor y que ganen los nuestros.

La incertidumbre se concentra en la izquierda. Al votante de izquierda en España siempre le sobran excusas para no acudir a votar, mientras que al votante de derechas sólo le hace falta una excusa para ir a votar; esa acostumbra a ser la diferencia.

A unos no les gusta Pedro Sánchez, aunque valoren sus políticas. A otros Yolanda Díaz les parece demasiado riquiña, o Ada Colau demasiado alcaldesa. A los de más allá Pablo Iglesias les parece un predicador y les aburre tanta bronca. A unos les molesta la división entre grupos, grupitos y grupúsculos, retransmitida en tiempo real como un carrusel deportivo. A otros le desanima el ruido que ha rodeado a la coalición, hasta el punto de valorarlo más que los resultados de sus políticas. A unos todo lo que se ha hecho durante esta legislatura les parece demasiado de derechas, mientras que a otros les parece demasiado de izquierdas. A algunos, incluso, les afecta que la derecha resucite a ETA en campaña y le compran al PP, el partido del 11M, el marco moral sobre legitimidad e ilegitimidad terrorista.

Hay tanta exuberancia irracional en la oferta de coartadas y excusas para quedarse en casa que resulta fácil olvidar la razón más concluyente para acudir al colegio electoral: cada voto decide y este 28M no lo dicen solo los candidatos que vienen a pedírtelo, lo confirman todas las encuestas. Tu voto decide y, si no votas, decidirá la papeleta de otro que —lo más probable a día de hoy— no será precisamente de izquierdas.

Sostiene Anthony Downs, el padre de la teoría del votante racional y maximizador, que aquello que realmente decanta la decisión de ir o no ir a votar reside en el cálculo de la probabilidad de que el voto propio resulte decisivo. Veremos si es así para todos los electores o únicamente para los votantes de derechas. 

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