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Expectativas
El éxito y el fracaso son conceptos relativos que cada cual percibe a su modo. Si en una valoración de uno a diez alguien se pone como objetivo conseguir un cinco y luego consigue un siete, sin duda, se sentirá triunfador; por el contrario, si alguien se propone alcanzar un nueve y solo consigue un siete, seguramente se sentirá frustrado. Es decir, a veces, el triunfo y la derrota son percibidos en función de nuestras expectativas.
En las recientes elecciones generales, el señor Feijóo tenía grandes expectativas. Andaba casi suspendido por los vientos favorables de las encuestas. Se creció en el debate a dos y renunció con desprecio al debate a cuatro. Se sentía el elegido, el legítimo ganador y derogador del sanchismo, pero la noche electoral le hizo paladear la amargura de la derrota al saberse casi sin amigos con quienes coaligarse.
Por el contrario, Pedro Sánchez, que ya venía tocado de las municipales y autonómicas, ha superado las expectativas que tenía y hete ahí que, aun habiendo obtenido menos votos, tiene más posibilidades de formar Gobierno por tener más socios en su onda progresista. Y es así que, por esas cosas de la vida, su derrota tiene el dulce sabor de la victoria.
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