Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

En memoria de todos los George Floyd

Alejandro Galvez

0

En el año 2020, y aún rozando las 100.000 muertes por coronavirus, el pueblo norteamericano se ve obligado a salir a la calle para pedir una cosa muy sencilla: poder vivir, independientemente de su color de piel.

La nueva extrema derecha, desde su auge progresivo desde la Gran Recesión de 2008, ha sabido canalizar el odio, el miedo, el rechazo y la confrontación hacia una serie de colectivos que han sido definidos como enemigos y responsables de los principales males que atenazan la patria y el mundo. La manera más fácil y eficaz que han encontrado para blanquear ese discurso es la defensa de la nación. En esta estrategia, también han sabido redirigir dichas definiciones hacia quienes nos oponemos a ese discurso, haciendo que los compatriotas nos enfrentemos entre nosotros por la defensa y promoción de los derechos humanos.

Y es que al negro no le asfixian por ser negro. Le asfixian porque, por ser negro, los datos demuestran que es más probable que sea criminal, y entonces hay carta blanca. Incluso muchas veces van más allá. El problema no es el negro, mulato o moro. El problema es el moro, mulato o negro con un poder adquisitivo bajo. Criminalizan no solo la raza sino también la pobreza que le acompaña. Ya no se sabe si el pobre es pobre por ser negro o si el negro es negro por ser pobre. Justifican el problema estructural en una cuestión simplemente económica: los negros son más pobres y por eso delinquen más. No. Los negros son más pobres porque el sistema es racista, clasista y machista a niveles mundiales. Y si te indignas y sales a protestar, te criminalizan y te politizan, señalándote automáticamente como un votante de la izquierda que representa todo aquello que odian y culpan. O como una persona que en un sótano negro con una pizarra negra, con tinta negra que solo puede ser leída con luz negra, organiza un complot para acusar a la extrema derecha de lo que en realidad es, o para orquestar los males que la extrema derecha denuncia pero que la realidad que defiende fomenta.

Donald Trump ignora completamente el problema. Condena la brutalidad policial como una anomalía puntual y circunstancial. Apunta con el dedo (y pide que se apunte con el gatillo) a aquellos que piden un cambio en el sistema que permita solucionar el problema alegando que su protesta es violenta e injustificada. Amenaza con desplegar al Ejército. Llama a los propios ciudadanos que ha jurado proteger a contramanifestarse sabiendo los enfrentamientos que ello inevitablemente ocasionará. No es un descerebrado. Es un retorcido crónico: cuanto más se hable de la brutalidad policial y de los saqueos, menos se hablará del coronavirus en año electoral.

“Tenéis que dominar. Si no domináis, estáis perdiendo el tiempo. Van a pasaros por encima y vais a parecer una panda de idiotas. Tenéis que arrestar a gente, juzgarla y tienen que ir a la cárcel durante mucho tiempo”. Esto ha dicho el Presidente de los Estados Unidos a sus Gobernadores en unos audios filtrados al New York Times. Decide combatir la supuesta misma violencia que denuncia con todavía mayor violencia. Y lo consigue, porque una nación no siente el extremo de la miseria hasta que sus gobernantes han perdido toda vergüenza, porque ese es el instante en que los súbditos se despojan de todo respeto. Esto no lo dijo un venezolanoetarra bolchevique y chavista a tiempo parcial con retazos de feminista marxista combinados con aromas en boca de pirómano comunista. Lo dijo un cardenal y filósofo francés del s.XVII, aunque también se le atribuye a un científico y escritor alemán del s.XVIII. Hace entre cuatro y tres siglos respectivamente. Y no hemos aprendido.

“Nuestro apoyo a Trump y a los estadounidenses que están viendo cómo es atacada su Nación por terroristas callejeros amparados por millonarios progres”, ha dicho la tercera fuerza política del parlamento español, y segunda fuerza del importantísimo título de oposición al Gobierno de España, aquél al que aspiran dirigir algún día.

“Terroristas callejeros”, “millonarios”, “progres”, “mafia”. ¿He mencionado ya la criminalización por parte de la extrema derecha de la lucha por defender los derechos humanos? ¿Y ahora? ¿Y lo de que la defensa nacional es el método más rápido y eficaz para criminalizar al que piensa diferente y definirlo como enemigo de la nación, para blanquear el discurso extremista y para justificar la barbarie con la que ese “criminal” pretende acabar? ¿Y ahora? Joder, perdonad, si es que a mí la cabeza me da para no cagarme encima y poco más.

No sé si son verdaderamente conscientes de lo que consiguen con estas afirmaciones. Si una persona es “progre” por levantarse contra la barbarie que viola sistemáticamente los derechos humanos, entonces la extrema derecha está automáticamente vinculando la defensa y promoción de los derechos y libertades más básicos con una ideología determinada que define como contraria y enemiga. Espera, espera. Por lo tanto, si te desprecio por alzarte contra el racismo… ¿entonces yo soy racista? Supongo que no se lo plantearán. Pero traigo una buena noticia: no hace falta ser “progre” ni de izquierdas para creer en los derechos humanos. Ni terrorista para defenderlos. Ni millonario para no ver la miseria de quienes no han tenido la suerte de nacer con las mismas oportunidades que tú, empatizar con su realidad y tratar de conseguir que su existencia sea igual de digna que la tuya. Pero no sale gratis. El único requisito es no ser fascista.

Ahora que está tan de moda la palabra autocrítica, debemos ser conscientes de un hecho: todos y todas, sin excepción, hemos sido partícipes de esta situación. Tanto los que lo han votado como los que nos hemos sentado a mirar. Porque todos y todas nos hemos mantenido impasibles ante el discurso de la llamada “alt-right” (derecha alternativa) que se ha ido filtrando por redes sociales, medios de comunicación y canales de televisión con enormes índices de audiencia. Lo hemos normalizado y relativizado, interiorizado y reproducido sin ser conscientes de sus implicaciones. Nos hemos mantenido impasibles ante sus barbaridades y mentiras sistemáticas, cuando en realidad no deberíamos ni haberlo tolerado. Al mantenernos neutrales nos hemos convertido en cómplices. Y ahora, cuando decimos basta, nos criminalizan, politizan y etiquetan. Porque todo lo hacen por la patria, y la patria lo justifica todo. Porque cargar sistemáticamente contra el diferente haciendo uso de la mentira, la tergiversación y el insulto es la única manera que tienen de entender la realidad.

Los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no establecen la libertad de pensamiento, conciencia, religión, opinión y expresión como herramientas que puedan amparar y justificar el racismo, la xenofobia, la homofobia, el machismo, el supremacismo ni el fascismo. Porque estos discursos no son pensamientos, opiniones o expresiones. Son manifestaciones de odio, conflicto, rechazo, desprecio y violencia que lo único que hacen es violar sistemáticamente los derechos y libertades fundamentales.

La Historia debería habernos enseñado que con lo único con lo que hay que ser intolerante es con la intolerancia. Porque si no los intolerantes ganan. Siempre.

En memoria de todos los George Floyd que se han ido y que se irán.

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats