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Al siguiente presidente del gobierno: protéjanos del clima

Ariadna Martínez

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Soy una joven de 23 años. He crecido con la sombra de la realidad climática pegada a mis zapatos, como aquella escena icónica de Peter Pan. Al igual que a él, a mí también me cuesta zafarme de ella. Es una sombra que prácticamente te viene de fábrica si eres de mi generación.

Escribo esta Carta al Director porque estoy verdaderamente agotada de tener que hacer piruetas mentales para tener esperanza. Una vez leí esto en un libro que hablaba sobre la ansiedad que nos produce a los seres humanos la crisis climática: “La parte más difícil de la ansiedad por el clima para mí son esas experiencias que todos vivimos al observar la naturaleza: el momento de detectar las primeras gotas de nieve al año, de ver girar las hojas en otoño… Todas esas cosas han perdido la inocencia”.

Sánchez o Feijóo, aspirantes a la presidencia, realmente trato de conservar la inocencia: esa inocencia que siempre tuve de niña. Y rezo por conservar la entereza que hay que tener para mirar a un futuro que parece decidido a no darse nunca. Y me acuerdo de la existencia de los niños. Y de que ahora están veraneando con sus familias, disfrutando de esa dicha temprana, sintiéndose inmortales, intocables, seguros. Yo lo que quiero decirles es que mis padres tienen un puesto de gofres. Con un puesto de gofres no puedes influir en el futuro climático de tus hijos. No tienes las herramientas para protegerles. Hoy hay un montón de niños en España que dormirán la siesta con la brisa del verano sabiéndose a salvo, pero no lo estarán. Y los padres de esos niños trabajarán en un supermercado, en una oficina, en una obra, en un restaurante, en el campo, en una ferretería, en la industria del transporte, en un hospital. Y harán todos los días lo imposible por mantenerlos a salvo. Pero ninguno de ellos tendrá verdaderamente el poder, como tienen ustedes, de inferir en la realidad climática. Les sugiero (a unos más que a otros porque en asuntos climáticos, desde luego, no son iguales), que conecten con su instinto paternal. Que piensen en todos esos niños que hoy dormirán la siesta a merced de la brisa del verano, una vez más, sabiéndose a salvo. Y les reto a mirarles, a que sostengan la sensación de vulnerabilidad que produce un niño dormido, y a que les digan al oído, tras haberles dado un beso en la frente, que, efectivamente, estarán a salvo.

Nos queda menos de una década para poder ampararles. Al siguiente presidente del gobierno: protéjanos. Protéjalos.

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