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Triunfar y ganar
Siempre he pensado que no hay ninguna religión, doctrina o creencia que pueda abarcar la riqueza de pensamientos, sentimientos y emociones que forman el bagaje de una persona. Es cierto que nos podemos sentir más identificados con determinadas ideologías, pero personalmente, mis ideas y los criterios y actuaciones que se desprenden de ellas, son un popurrí de genética, educación, vivencias y contagios que he experimentado a lo largo de mi vida y que tras procesos de asunción (más o menos conscientes) he hecho míos y forman parte de mi esencia. Confío que este proceso se prolongue a lo largo de mi vida.
Por todo lo anterior, me resulta injusto, aunque si práctico, hablar de las personas con palabras que sintetizan y empobrecen su esencia (derechas, izquierdas, católicos, mahometanos, budistas, ateos...) pero el vocabulario es un código establecido para entendernos (supuestamente) y, sin olvidar todos los expuesto anteriormente, haré uso de él ya que resulta fácil y creo que útil utilizarlas en su significado concreto, sin dobles sentidos. (vg.: izquierdas no implica honradez, derechas no implica corrupción...).
Me ha parecido bien soltar esta perorata, porque la crispación es lo que menos deseo fomentar, considerando que crispación es irritar a alguien y está lejos de un sentido de justicia y de reivindicación. Tampoco quiero ser tibia.
Dicho esto, los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto lo que ya sabíamos, la derecha fascista, no está acostumbrada a que le impongan normas. Su trayectoria histórica no es únicamente la de imponer, sino la de reprimir, sojuzgar y acallar a los que no estén dispuestos a ese sometimiento. Siempre han sabido utilizar la baza del populismo, de las verdades a medias, de vaciar las palabras de su significado auténtico para convertirlas en slogans seductores que le dan a la ciudadanía lo que quiere oír… Y van ganando, aunque como muy bien dice mi querido José Múgica ganar no es un triunfo (“...triunfar no es ganar, es levantarse cada vez que uno cae...”) Pero hemos caído de nuevo y nos toca levantarnos.
El tablero de juego es el que es y, hemos de conseguir que las reglas de ese juego cambien. Si no ponemos nuestro esfuerzo en ello, volverán a ganar la partida los que no saben respetar ni derechos ni personas. Aquellos que definen a las personas de una manera concreta y pobre, aquellos que no dan cabida a todas las vivencias que pueden formar parte de una persona y que merecen tener una vida digna, una vida y un mundo en el que hay sitio para todas.
¡Que rollo por dios! ¡Perdón! pero es lo que tocaba hoy.
Besos, ternura y derroche de amor para todas. Por una sociedad más justa, digna y amorosa. Cada día con el corazón más abierto y el puño más cerrado.
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