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Vergüenza nacional

El rapero Pablo Hasel. EFE/Ramón Gabriel/Archivo

Jaime Valero

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Llevo formando parte de la cultura hip hop desde hace más de veinte años. En todo ese tiempo, jamás habría imaginado que llegaría a ver cómo meten en la cárcel a un rapero por el contenido de sus letras. En España, hasta fechas muy recientes, el rap ha sido ignorado por sistema en los medios de comunicación, en los grandes sellos discográficos, entre el público en general... Es una música, dentro de una cultura más grande, que siempre se ha caracterizado por su libertad y su rebeldía, por no pedir nada a nadie. Una música que, al igual que el punk, destaca por su carácter provocador y por no tener pelos en la lengua. Y ahora, este país que tanto nos ha ignorado quiere cercenar esa libertad del modo más rastrero posible.

La imagen de Pablo Hasel al ser detenido por los Mossos, sumada a las de los altercados producidos durante las últimas dos noches, se me han quedado grabadas a fuego. Cabría esperar que estas cosas pasaran en otros países, de tradición democrática menor o incluso nula. Países de esos a los que miramos por encima del hombro con la superioridad moral que nos reporta nuestro pasaporte europeo. Pero no, es algo que ha pasado aquí, a la vuelta de la esquina. Y lo más triste de todo: que además habrá gente de a pie, como tú y como yo, que se alegre de que Hasel haya acabado en la cárcel.

No hace falta comulgar con sus ideas para darse cuenta de que su entrada en prisión es intolerable, una vergüenza para nuestro sistema democrático. No hace falta que te gusten sus formas, ni sus letras. Ni siquiera tiene por qué gustarte el rap. Basta con que te guste pensar que vives en un país libre, algo que queda en entredicho a causa de sentencias como esta. Basta con que te pares a pensar en la cantidad de casos de corrupción que quedan y quedarán impunes. Basta con muy poquito para exigir su libertad inmediata.

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