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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

PODEMOS + dividido

Lluís Orriols

Entren a Google y busquen: “PODEMOS + dividido”. Si lo hacen podrán comprobar cómo desde la semana pasada muchos periódicos no han dudado en destacar que la nueva formación llegó fragmentada a su primera gran asamblea ciudadana de Vista Alegre. De hecho, no es la primera vez que se dedican titulares a las disputas internas en PODEMOS. Muchos periódicos no han perdido ocasión de hacerse eco de las discusiones acaloradas en algunos círculos de la formación y de destacar que en PODEMOS impera la disputa y la división.

Desde una perspectiva aséptica, alguien podría preguntarse hasta qué punto es noticiable algo que, en realidad, es inherente a fomentar la participación y el diálogo dentro de los partidos. Ninguna organización es homogénea y uniforme. Por lo tanto, no parece muy asombroso que, en ausencia de disciplina interna, acaben inevitablemente saliendo a la luz desacuerdos y divisiones. Y es que ahí donde se permite la discrepancia, se discrepará; ahí donde se permite debatir, se debatirá.

Si la división es algo inseparable de la democracia interna, ¿por qué tanta insistencia en destacar que PODEMOS está dividida? A mi entender, la explicación se encuentra en la existencia de una creciente paradoja entre la opinión pública española: por un lado, en los últimos años ha aumentado la presión ciudadana para que los partidos sean más democráticos y transparentes. Por el otro lado, los votantes son poco amantes de las disputas internas dentro de los partidos. Es decir, los ciudadanos quieren una difícil combinación entre partidos internamente democráticos y, al mismo tiempo, partidos unidos y sin divisiones. Esta ambivalencia en la opinión pública provoca que exista una disputa interesada sobre cómo interpretar los debates que se producen tanto dentro de PODEMOS como en cualquier otro partido. Déjenme que lo cuente con más detalle.

En los últimos años hemos vivido un verdadero terremoto en la opinión pública española en muchos sentidos. Quizás uno de los más relevantes ha sido el enorme incremento de la desconfianza hacia los partidos y sus representantes. Según el CIS, la corrupción y la clase política ya constituyen la segunda y tercera preocupación de los españoles respectivamente, sólo por detrás del paro. Y es que dos de cada tres españoles señalan a los políticos y a la corrupción como los principales problemas de España. La severa crisis de confianza política que padecemos, sin precedentes en nuestro país, ha provocado que muchos ciudadanos reclamen hoy cambios de gran calado en el funcionamiento de nuestras instituciones y, muy en particular, de nuestros partidos.

Hasta ahora los grandes partidos habían vivido al margen de esta creciente crisis de confianza política. Como si tal cosa no fuera con ellos. No obstante, tras la irrupción de PODEMOS en la escena política, la presión para reformar los partidos y hacerlos más participativos internamente ha aumentado de forma súbita y urgente. En efecto, los partidos se ven hoy enormemente presionados para fomentar en sus organizaciones mecanismos de participación y más transparencia.

Sin embargo, estas presiones para potenciar la democracia interna en los partidos conviven con una actitud contradictoria de la opinión pública española: su rechazo a la imagen que éstos producen cuando tienen lugar debates internos entre sus diferentes corrientes ideológicas. El problema es que los votantes no perciben tales debates como una consecuencia inherente a la democracia, sino como un síntoma de debilidad, de falta de competencia e incluso de luchas interesadas entre facciones para hacerse con el poder.

No tenemos encuestas muy recientes sobre esta cuestión, pero la contradicción de querer partidos democráticos y a la vez monolíticos ha estado presente desde hace tiempo en la opinión pública española. Las encuestas del CIS muestran que incluso entre los ciudadanos más favorables a los partidos con democracia interna está muy extendida la preferencia por partidos unidos y sin demasiados debates internos. Así, entre muchos españoles parece convivir una ambivalencia: se quiere partidos democráticos que fomenten la participación interna, pero que a la vez estén unidos y no tengan excesivos debates ni divisiones internas. En definitiva, más democracia y menos división. No hay duda de que se trata de una combinación ciertamente complicada para nuestros partidos políticos.

Todos los partidos, pero muy especialmente PODEMOS, deben gestionar con mucha astucia esta contradicción existente entre la opinión pública de nuestro país. Los líderes de PODEMOS están por un lado altamente presionados por sus simpatizantes para no frustrar su ambición de tener un partido altamente democrático y participativo. Pero, por el otro lado, los debates internos, si son auténticos y apasionados, pueden ser percibidos por sus potenciales votantes como síntoma de desorientación e incompetencia.

Esta incompatibilidad entre las preferencias por la democracia interna y por la unidad dentro de los partidos es la que está provocando que exista una feroz batalla en el debate público para imponer el marco interpretativo de lo que está ocurriendo en PODEMOS. Si bien a sus líderes y simpatizantes les interesa que el foco se ponga en cuán participativo es PODEMOS, sus adversarios prefieren ponerlo en las disputas que inevitablemente surgen de la democracia interna. Si estos últimos consiguen imponer tal interpretación, puede que una volumen apreciable de los potenciales votantes moderados de PODEMOS acabe pensándoselo mejor a la hora de coger su papeleta.

En definitiva, debido a esta lucha por imponer el marco interpretativo (participación vs división) deberemos acostumbrarnos a que los medios de comunicación poco afines a PODEMOS sigan fomentando la visión de que los previsiblemente numerosos debates internos de la formación son, en realidad, fruto del faccionalismo y de luchas espurias para hacerse con el control del partido. Si no me creen, ya saben, no tienen más que buscar en google “PODEMOS + dividido”.

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Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

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