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CRÓNICA

El Congreso sí necesita un plan B, porque el ambiente político es ya irrespirable

Pablo Casado conversa con Cayetana Álvarez de Toledo en el pleno del Congreso.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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La capacidad de sorprenderse es una de las pocas cosas que han sobrevivido incólumes en los debates parlamentarios de las sucesivas prórrogas del estado de alarma. Todo el mundo dice que entramos en un mundo diferente, pero hay cosas que persisten. Ya no cabe mayor distancia entre lo que sienten los ciudadanos, sus prioridades, y lo que se escucha en el hemiciclo. Aun así, se oyen cosas difíciles de creer si estás sobrio.

Hay hasta conceptos nuevos para futuros manuales de Derecho. Pablo Casado denunció lo que llamó “dictadura constitucional” para describir los planes del Gobierno. Es posible que haya una parte del cerebro del líder del PP en que esos elementos no sean incompatibles. En un examen oral en la Facultad de Derecho, le hubieran obligado a volver a los libros con un aviso de que tendría que pedir prestados los apuntes a alguien que sí hubiera ido a clase.

La gran incógnita de la sesión era ver si Casado se atrevería a unirse a la extrema derecha, no ya con los argumentos, sino en el empeño de que todo salte por los aires llevándose por delante al Gobierno y las vidas de muchos españoles. Al final, le temblaron las piernas y anunció la abstención en la votación, y no el voto en contra. En ese momento, ya sabía que el PNV y Ciudadanos votarían a favor y que no tenía que asumir la responsabilidad de poner fin a los recursos legales que hacen posible luchar contra la pandemia sin que haya una barra libre que permita a cada autonomía hacer lo que quiera.

En la línea de lo afirmado en los últimos días, Casado presentó una batería de leyes ordinarias que en teoría servirían para sustituir al estado de alarma “si existen riesgos para la salud”. Volvía ahí la contradicción intrínseca. Antes se había quejado de la conculcación de derechos de los ciudadanos (“un estado de excepción encubierto”) y luego sostenía que la Ley General de Sanidad puede ser suficiente para limitar el derecho de reunión y libre circulación, y por tanto decir a la gente a qué hora puede salir de su domicilio y hasta dónde puede caminar andando.

Las contradicciones con la realidad se sucedieron. “Desconfinar sin pruebas de seroprevalencia es como bajar una montaña con los ojos vendados”, dijo. Eso obligaría a mantener las medidas excepcionales durante meses, que es algo a lo que se opone. Se burló de las medidas de distanciamiento social, con el argumento de que “la cuarentena existe desde la Edad Media” –un instrumento arcaico, por tanto– cuando esa insistencia en guardar distancias es el principal factor defendido por los científicos para impedir contagios. Se refirió al “síndrome de Estocolmo” (será que piensa que los ciudadanos han sido secuestrados por el Gobierno) para quejarse de que las franjas horarias en el primer intento de dejar salir a la gente a la calle “estabulan” a la población. ¿Quiere que salgan todos al mismo tiempo o sin ninguna limitación para que el coronavirus se propague sin obstáculos?

Además de insistir en el bulo de la ocupación de viviendas y en el informe australiano escrito por un gerente sin conocimientos sanitarios, Casado copió tanto el discurso de Vox que casi dejó sin mensaje propio a Santiago Abascal. El presidente de Vox tuvo que sacarse de la manga el comodín de Paracuellos, que es lo que hacen los ultras más locos cuando se quedan sin balas en los foros digitales.

La sesión contó con el estreno de Inés Arrimadas en un papel singular, el de aliada (circunstancial) del Gobierno. Defendió el apoyo a la prórroga con argumentos claros y sin pretender estar ofreciendo un giro completo de la estrategia de su partido: “Entre ser útiles o inútiles, lo tengo claro. Y entre no hacer nada o salvar vidas y empleos, también”. Para los que la acusan de traicionar a la derecha, tuvo una respuesta: “No votamos una investidura del señor Sánchez y el señor Iglesias. Habrá quien diga o piense que la votación de hoy sirve para tumbar al Gobierno. No es verdad”, explicó. Sí lo es para los que aspiraban a que Ciudadanos quede ya encasillado en el papel de hermano pequeño del PP.

Pedro Sánchez consiguió su prórroga, aunque no salió muy bien parado del hemiciclo. Sobre todo, por las críticas de los que no rechazaron la prórroga. “El señor Sánchez se ha pasado 18 días sin hablar con la oposición”, dijo Inés Arrimadas. “Hoy ustedes salen con menos apoyo y lo van a necesitar para lo que viene”, advirtió Íñigo Errejón. El Gobierno ha negociado “poco y tarde”, dijo Joan Baldoví. “Hay otras formas de gestionar el estado de alarma y usted lo sabe. Cuando se niega a aceptarlas, es usted el que está fallando”, afirmó Mertxe Aizpurua.

El presidente negó la evidencia. “Nosotros no imponemos. Todas las medidas han contado con una previa interlocución con los gobiernos autonómicos”, señaló en una clara confusión entre procedimiento y capacidad de decisión. Precisamente, afirmaba antes que “hemos detenido la expansión del virus gracias a los instrumentos legales del estado de alarma”, entre los que obviamente está el mando único. Sánchez destacó la capacidad de coordinar que debe tener el Ministerio de Sanidad en la desescalada. Alguien podría comentarle que el sustantivo mando está muy relacionado con el verbo mandar.

Después de la votación, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso concedió una victoria honorífica a la necesidad de mantener las máximas competencias en manos del Gobierno central con su decisión de pedir que Madrid pase a la Fase 1 cuanto antes, es decir, el próximo lunes. Como Madrid y Catalunya cuentan con los peores números en la crisis de la pandemia, es posible que su próxima medida sea pedir que la ruleta rusa sea deporte olímpico.

A la misma hora del debate, Fernando Simón tenía su rueda de prensa diaria: “Dar un paso atrás sería terrible para la población y, desde luego, les puedo asegurar que para nuestros profesionales sanitarios, que se han dejado la piel y no creo que puedan aguantar otra situación semejante”.

Su aviso era a toda la población para estos días en que se puede salir un poco de casa. Vale también para el sistema político. Que vayan a escuchar a Simón en este ambiente crispado y venenoso es un asunto que está por ver. Por las últimas noticias del Gobierno madrileño, resulta más sencillo apostar por el coronavirus. Tiene mejores cartas que nosotros.

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