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REPORTAJE

Operación Triunfo y la batalla cultural: la televisión como generadora de sentido común

Concursantes de OT en la gala del 22 de enero.

Aitor Riveiro

“Entonces, ¿por qué ahora es guay OT y antes era un mojón?”. La pregunta la lanzó en Twitter Guille Galván poco después de la una de la madrugada del pasado 16 de enero. Acababa de terminar la 11º gala del exitoso talent show de TVE y el guitarrista y compositor de Vetusta Morla exponía en público una duda que muchos se han hecho desde que Gestmusic decidió recuperar un formato que parecía estar olvidado. Ni mucho menos. Su éxito de audiencia desde que volviera a las pantallas el pasado mes de octubre, 16 años después de la primera edición, es incontestable: hace una semana rompió la barrera del 20%. Pero OT ha logrado algo más difícil: hegemonía cultural. Hasta el punto de que Podemos e IU han tuiteado desde sus cuenta oficiales sobre un programa en el que han sonado el Te recuerdo Amanda de Víctor Jara y se habla de feminismo y transexualidad con normalidad. No son pocos los que ven en Operación Triunfo la prueba de que la televisión es aún el máximo exponente de la cultura popular y el dispositivo más importante para influir en el sentido común de época, en la ideología general de una sociedad. En palabras de Pablo Iglesias: “Es mucho más importante OT que el Telediario. Un sitio donde hay que estar si quieres ganar”.

El tuit de Galván vino acompañado de un buen número de respuestas en las que seguidores del programa explicaban por qué les gustaba OT. Y también de algunas críticas porque un músico profesional, respetado en su entorno, tuiteara sobre ese programa de televisión que, desde la edición que encumbró a Bisbal, Chenoa o Bustamante, ha sido denostado por los defensores de una cierta pureza de la cultura.

Las críticas que recibió Galván dotaban de sentido a la pregunta del miembro de Vetusta Morla. El músico puso letras a un pensamiento extendido. Horas después, descubría con sorpresa que una canción compuesta por él mismo iba a ser interpretada por los triunfitos una semana después. 

Una de las personas que interactuó con el tuit de Galván fue Sarah Bienzobas. Bienzobas trabaja para el Gobierno de Manuela Carmena y en 2014 formó parte del núcleo fundacional de Podemos. Durante muchos meses se encargó de la producción de los actos del partido y, obviamente, de la música que iba a sonar en mítines y asambleas. En sus inicios el partido de Pablo Iglesias intentó, sin mucho éxito, encontrar la música que reflejara la época que se abría.

Cuatro años después, alejada de la vida orgánica del partido, explica a eldiario.es qué le atrae de OT. Sus argumentos no son únicos. Otras personas contactadas por este medio ofrecen explicaciones y visiones similares. Son los motivos por los que, dicen, no hay que avergonzarse de ver Operación Triunfo.

“Entiendo a los que están ahí dentro. Podrían ser un colega o yo misma”, explica Bienzobas. Nacida en 1985, defiende que OT es una ventana para que su generación se cuente a sí misma. “Nos han llamado ninis, Generación X, Generación Z, Milennials... Nos nombraban otros, casi siempre señores, y con unas características que nos venían dadas. En la Academia lo que vemos son jóvenes comprometidos, que colaboran y no compiten, que comparten”. 

Unos personajes, en definitiva, con los que identificarse públicamente no genera rechazo. Algo fundamental para poder influir en el telespectador.

De Internet a la televisión

La presente edición de OT es lo contrario a otros programas de la televisión que han mostrado una cara y unos valores menos agradables de los jóvenes españoles: Gran HermanoMujeres y hombres y viceversa. Acostumbrados a gritos, enfrentamientos e insultos, el formato de Gestmusic es un oasis. “Es como el lado luminoso de La Fuerza”, apunta Fran P. Lorenzo a eldiario.es.

Feminismo, homofobia, transexualidad, sororidad. Ansiedad. Son palabras que se han escuchado de forma habitual en la emisión non stop que la productora hace en Internet. El éxito de audiencia de OT se fraguó casi desde la primera gala, en octubre de 2017. Pero su impacto social ha sido más progresivo y tiene su palanca en Internet.

La presente edición sigue un camino inverso al habitual. Ocurre durante la semana en Internet bajo el mando de Gestmusic. Y los lunes se celebra una gala en directo en TVE. El último “pase de micros” del programa, un ensayo emitido en directo por YouTube, logró más de 100.00 espectadores a las seis de la tarde un día entre semana. Y siempre es trending topic en Twitter. A cualquier hora.

YouTube, Twitter e Instagram son la base del triunfo. “Hasta la tercera gala no salí del armario”, reconoce Bienzobas. El progresivo éxito en redes y la aceptación por parte de usuarios relevantes de las redes sociales permite que otros den el paso de reconocer que también ven OT. Se habla abiertamente del programa en los centros de trabajo y de estudio.

¿Puede TVE eliminar las referencias supuestamente más transgresoras en los resúmenes que emite? ¿Se puede blanquear lo que ya han visto decenas de miles de personas? No se sabe si el canal de televisión hubiera tenido intención de hacerlo. Pero probablemente no le habrían dejado. Un fallo técnico durante una de las clases de interpretación que imparten Los Javis (otro de los puntales del éxito de OT) mientras criticaban la postura del PP ante la ley del matrimonio igualitario provocó un corte de la emisión. La inmediata reacción de los seguidores en redes obligó a los protagonistas a desmentir cualquier tipo de manipulación. Con la palabra “revolución” incluida.

Al consumidor habitual de este tipo de programas Gestmusic ha logrado sumar a una nueva hornada que, salvo excepciones, difícilmente hubieran aceptado un producto que hasta ahora tenía grabada a fuego la etiqueta menos atractiva que se puede colocar: caspa.

Cultura popular y la batalla por la hegemonía

“Durante mucho tiempo la izquierda estuvo encerrada en sus propios guetos de autoproducción cultural en general muy mediocres. No era verdad que ahí estuviera la alta cultura. La novela social llega mucho más lejos y puede adquirir mucha más grandeza sociológica e histórica que buena parte de los ensayos. (...) Eso tiene que ver con una batalla por la cultura. Y el que no entienda eso como territorio de combate, no ha entendido nada. Siempre se habla de manipulación mediática, pero en los telediarios todo el mundo lo detecta. La clave fundamental está en las series, las películas y los programas de entretenimiento, en la producción cultural. Es mucho más importante OT que el Telediario, son mucho más importantes los programas de entretenimiento y las series que los informativos. Creo que de eso ya nos hemos dado cuenta y es bueno”.

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ya defendía mucho antes de tener siquiera la idea de montar un partido la necesidad de influir allí donde se genera el sentido común mayoritario. Y hoy por hoy, sostiene, ese lugar todavía es la televisión. Ahí se fraguó en buena parte el éxito en la irrupción del partido en 2014.

El CIS pregunta de forma habitual dónde se informan los españoles. Tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, el instituto público de opinión constató que casi el 70% de los ciudadanos se informaron de la campaña electoral por televisión más de cuatro días a la semana. 

El problema es que los ciudadanos filtran la información que reciben de los periodistas. Pero bajan la guardia ante programas de entretenimiento. Esa “cultura popular” que va de OT a La que se avecina pasando por El Hormiguero. Y que también está en la radio o los libros, aunque en una medida mucho menor.

Pero los partidos deben tener cuidado y no pueden entrar a intentar usar como palanca cualquier producto. Esta edición de OT, en la que han sonado Rozalén y su La puerta violeta o Bowie, Miss Caffeina y Vetusta Morla; se ha hablado de feminismo; e incluso se ha imitado al propio Iglesias sí lo era.

Antes que Podemos lo hizo IU. El equipo de redes que el partido estrenó en la campaña del 20D, conocido como La Cuevaaprovechó la percha que les propiciaba Víctor Jara. Te recuerdo Amanda, la canción más emblemática del cantautor chileno, iba a sonar en prime time en TVE. Pero, además, la directora de la academia de OT, Noemí Galera, proyectó un documental para los alumnos sobre la dictadura chilena, el golpe de Estado contra Salvador Allende y lo que ocurrió en el Chile de Pinochet.

Desde el equipo de redes de IU explican a eldiario.es que la estrategia desde los comicios de 2015 no ha cambiado. “Nos metemos en charcos. Hablamos de pelis e incluso comentamos la última edición de Eurovisión”, recuerdan. “Es cultura popular, la conversación en Twitter está ahí. Los hashtags son los que son e intentamos meter morcillas políticas”, exponen.

Y OT es eso, un “fenómeno en redes” que para IU, además, es “interesante en términos políticos”. “Se oyen en prime time conversaciones sobre temas que no son los habituales”, dicen. 

El proceso de la toma de decisión ha llevado su tiempo: “Nuestra gente más joven está enganchada. Nos lo decían y teníamos debate interno porque había cierto reparo. OT puede representar algo perverso, a la industria musical y el showbusiness. Cuando suena Víctor Jara los que estaban en contra dejan de estarlo. Era más fácil”. En La Cueva no tienen dudas: “La batalla cultural está ahí. Hay que posicionarse”.

El día que sonó Víctor Jara, el pasado 22 de enero, OT logró su mayor cuota de pantalla y superó el 20%. En la sede central de Podemos también cayeron las últimas resistencias. El partido de Iglesias hizo un primer tuit el 18 de enero. Y más el 22

El equipo de redes de Podemos explica a eldiario.es que la izquierda sociológica ha ido perdiendo el miedo a consumir productos menos “identitarios” con su ideología. “Es lo que siempre se ha llamado como 'venderse'. Hay quien aún critica que su grupo de rock, rap, o el estilo que sea, pase de las pequeñas salas a los grandes festivales, pero comienza a entenderse. El mismo Nega, de Los Chikos del Maíz, hacía el otro día una reflexión en su FB analizando todo esto de los talent show como OT partiendo de una afirmación del cantante de Foo Fighters”.

En Podemos creen que “es importante hablar de OT porque es importante analizar, comprender y hablar sobre las preocupaciones e intereses de nuestras generaciones más jóvenes. ¿Qué porcentaje de la audiencia de un telediario son hoy en día chavales entre 14-16 y 25 años? El terreno de juego de la batalla cultural está en otros sitios”.

El PSOE, de momento, ha sido más cauto. O no ha visto el momentum. Algunos de sus dirigentes, a título personal, hacen referencias a las galas. Y Pedro Sánchez saludó el reivindicativo discurso de Los Javis en la entrega de los Premios Feroz.

Sánchez también tuvo una aparición fugaz y muy polémica en Sálvame, el programa de Telecinco que presenta Jorge Javier Vázquez para comprometer el apoyo de su partido a una legislación que luchara contra el maltrato animal.

El programa que durante años ha sido denostado por las clases medias y altas, lo que no implica que esas mismas personas no lo vean, tuvo hace unas semanas una invitada muy inusual. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, dio una entrevista en directo y en el propio plató. En ella, desveló detalles personales como que en su juventud tuvo una novia.

En mayo de 2014, dos días antes de las europeas que catapultaron a Podemos, el filósofo César Rendueles escribía un post en el que explicaba por qué iba a votarl al partido de Iglesias. “Yo sé exactamente cuándo terminó el gobierno de Aznar”, escribía. “No fue el 11M sino bastante antes, cuando en una gala de Operación Triunfo los participantes en el concurso se pronunciaron en contra de la guerra de Irak y todo el público empezó a gritar '¡No a la guerra!'. También sé cuando comenzará una época de libertad e igualdad en este país. Será cuando en Mujeres y Hombres y Viceversa un tronista ciclado denuncie la exclusión sanitaria de los inmigrantes y varias chicas a punto de provocar una pandemia de botulismo coreen '¡Lo llaman democracia y no lo es!”.

Ese día aún no ha llegado. Pero, de momento, la izquierda ha interiorizado que para intervenir en el sentido común de época es fundamental estar allí donde están, y aprenden, esas clases populares a las que siempre se han dirigido.

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