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Andalucía castiga la estrategia de Sánchez de gobernar apoyado en el independentismo

Pedro Sánchez y Joan Tardá en una imagen de archivo (2017)

Gonzalo Cortizo

El presidente del Gobierno esperaba los datos de las elecciones andaluzas para tomar la decisión de cuándo convocar las elecciones y qué hacer con los presupuestos. Esos datos han llegado como un jarro de agua fría con dos titulares fundamentales: El PSOE pierde Andalucía por primera vez en democracia, mientras crece la ola de la extrema derecha con los 12 diputados de Vox. Se abre un nuevo tiempo político y la búsqueda de un nuevo frente de partidos: el que Susana Díaz ha propuesto para frenar a Vox.

En la dirección federal del PSOE interpretan que el ascenso de de la extrema derecha tiene relación directa con el conflicto catalán y las toneladas de titulares que el procés ha llevado a todos los diarios cada vez que Pedro Sánchez ha intentado un acuerdo parlamentario. Hasta Pablo Iglesias ha señalado la parte de culpa de los partidos independentistas en el resultado andaluz: “Podrían haber hecho mucho más para reforzar una mayoría que podría ser de Gobierno”, ha dicho el líder de Podemos justo antes de pedir a estas formaciones que apoyen las cuentas de Sánchez sin rechistar.

El PSOE ha llegado al 2D sin despejar la incógnita de los presupuestos y enzarzado en un tira y afloja con el mundo independentista: “La idea de que el reloj del presidente está en manos de estas formaciones no ha ayudado”, asegura un dirigente de la formación para quien el episodio del enfrentamiento entre Gabriel Rufián y Josep Borrell en el Congreso ha supuesto “un antes y un después” en el sentir de los electores andaluces.

La cuestión catalana ha sido uno de los ejes fundamentales en la campaña de Vox y la formación que dirige Santiago Abascal ha sabido sacarle una rentabilidad inesperada. Susana Díaz ha hecho el resto, dicen en su partido: Impulsar una campaña de baja intensidad, creyendo que la abstención le beneficiaba. Los socialistas se lamentan ahora de haber extendido la idea de que las elecciones estaban ganadas desde el inicio. Ni una sola de las encuestas publicadas en esta campaña contemplaron la posibilidad de una derrota para la candidata socialista.

En Ferraz preocupa especialmente que Vox cruce Despeñaperros y se sitúe en el panorama electoral estatal con opciones de obtener apoyos cercanos al 10%. Los asesores del presidente esperan con ansia los estudios postelectorales para confirmar el peor de sus temores: que ha habido trasvase de votos a Vox desde el PSOE y desde Podemos.

En estas circunstancias, algunos cargos socialistas consideran que Sánchez no se puede permitir llegar a las urnas después del juicio del procés. El PSOE teme la extensión de una extrema derecha a la que el PP acoge ya en su seno sin complejos y con la excusa de que todos forman parte de “la casa común del centro derecha”, tal y como ha señalado Pablo Casado.

“La llegada de la extrema derecha es demoledora para nosotros”, dice un veterano dirigente socialista que recuerda lo ocurrido en Francia: “Marsella era el bastión del Partido Comunista y cuando llegó Le Pen desaparecieron”.

Así las cosas, Sánchez debe decidir si convoca elecciones o intenta aguantar para esperar que escampe. En su partido nadie sabe nada: “Lo razonable sería convocar cuanto antes pero, ¿por qué lo iba a hacer?”.

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