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Se apaga la esperanza en el buque de refugiados en Lesbos

EFE/EPA/ORESTIS PANAGIOTOU

EFE

Mitilene (Grecia) —

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El medio millar de refugiados que llegaron a la isla de Lesbos desde el estallido de la nueva crisis migratoria con Turquía el pasado fin de semana ya tienen un destino definitivo: serán internados en un cuartel en el norte de Grecia a la espera de ser deportados.

Mientras esperan pacientemente bajo la lluvia a su registro policial sus rostros muestran cansancio. A pesar de la tan fresca experiencia traumática que han vivido, los muchos niños presentes corretean entre los autocares policiales que les están sirviendo de cobijo provisional hasta poder embarcar.

Es evidente que los recién llegados, entre los que hay muchos afganos y somalís, no saben lo que les espera. Se echaron a la mar alentados por Turquía y creyendo que las fronteras a Europa estaban abiertas.

A pesar de las promesas vanas y la necesidad imperiosa de creer que hay un futuro mejor esperando al otro lado de la costa, en los últimos tres días el mal tiempo ha impedido la llegada de más embarcaciones a las islas del Egeo.

Los policías en el puerto de Mitilene no permite a los medios hablar con nadie. Dicen que es para protegerles.

Cuando corrió el rumor de que llegaba el barco, muchos inquilinos del nefasto campo de Moria, en el que malviven desde hace años más de 20.000 personas, corrieron a la capital convencidos de poder embarcar también ellos.

No saben que ese barco no los llevará hacia la libertad, que su condición en el campo, aunque pésima, al menos ofrece una posibilidad remota de salir algún día, legal o ilegalmente de esta isla.

El ministro de Migración, Notis Mitarakis, anunció esta mañana que en breve serán trasladados 2.000 refugiados de las islas a la parte continental del país, la mitad de ellos porque se les ha reconocido su demanda de asilo y el resto por razones humanitarias.

Los que están embarcando, en cambio, van directos a la cárcel. Han entrado ilegalmente en el país y serán expulsados, según ha recalcado el Gobierno del conservador Kyriakos Mitsotakis.

De momento no se sabe cuándo saldrán del puerto de Mitilene, aunque es seguro que quedarán atracados allí “unos días”, según señaló a Efe un portavoz del ministerio de Migración.

Serán trasladados a un antiguo cuartel militar en las cercanías de la localidad de Serres, cerca de la frontera con Bulgaria, al que irán todos los que están intentado cruzar estos días la frontera, también la terrestre en el norte del país.

Mientras, han comenzado ya las primeras protestas vecinales contra este nuevo centro cerrado, al igual que han respondido estas semanas los vecinos al plan de construirlos en las islas del Egeo.

En el caso del norte de Grecia, sólo han tardado unas horas tras el anuncio gubernamental para empezar a bloquear las carreteras que llevan a esta instalación para intentar impedir a las autoridades que comiencen a acondicionar el centro.

En Lesbos el ambiente se ha calmado con el paso de los días. Tras un fin de semana hostil, el paseo marítimo de Mitilene ha vuelto a la normalidad e incluso la presencia de refugiados y migrantes de Moria ha bajado, en parte por el mal tiempo y porque cada vez está más claro para todos que los rumores son solo eso, rumores.

“Esto por lo menos va para semanas”, comentaba Lefteris, un jubilado durante el café matutino con sus amigos.

Para la comunidad de Lesbos trasladar migrantes de su congestionada isla es una urgencia, pero es evidente que entre el tiempo que se tarde en construir el centro y la lentitud con la que se está embarcando al medio millar que llegó el fin de semana, esto puede llevar bastante tiempo.

El único respiro lo da ahora mismo la promesa del Gobierno de llevarse a esos 2.000 del campo de refugiados de Moria. Además, está la aceleración de las deportaciones a Turquía, que es uno de los principales pilares de la política migratoria de Mitsotakis.

El Gobierno anunció que sólo hoy han sido devueltas 24 personas. Su objetivo es alcanzar las 200 semanales. Hasta ahora en los primeros dos meses del año se han acelerado las deportaciones a Turquía -53 en enero y 63 en febrero frente a tan sólo 195 en 2019-, aunque el ritmo aún está muy por debajo de lo que Atenas querría.

Ingrid Haack y Ana Mora Segura

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